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Mostrando entradas de noviembre 2, 2008

El 'Cristo durmiente' de Villasaya

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'Hace mucho tiempo que tenía ganas de escribir cualquier cosa con este título. Hoy, que se me ha presentado la ocasión, lo he puesto con letras grandes en la primera cuartilla de papel, y luego he dejado a capricho volar la pluma...'. [Gustavo Adolfo Bécquer: 'Los ojos verdes'] Recuerdo con toda claridad ésta campechana introducción que Gustavo Adolfo Bécquer dedicó a su fascinante leyenda 'Los ojos verdes'. También recuerdo que cuando la leí, era apenas un mozalbete que se impresionaba hasta con el vuelo de un gorrión. Han transcurrido muchos años desde entonces; tantos, que a veces dudo de la fidelidad de esa dama, caprichosa y casquivana, que se llama Memoria. No obstante, y para ser sincero, he de reconocer que doña Memoria y un servidor, hemos sido siempre un matrimonio bien avenido, aunque a veces -dado que nadie es perfecto, y el que piense lo contrario, se engaña a sí mismo- nos hayamos disputado algún que otro recuerdo. Por eso, para evitar rencillas,

Enigmático y querido San Saturio

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'Tres fechas marcan la devoción a San Saturio: el 12 de octubre de 1628, que la ciudad lo recibe como su patrón y abogado, el año 1703 en que se termina la edificación de la actual ermita y el 31 de agosto de 1743, día en el que el Papa Benedicto XIV aprobó solemnemente el culto y patronazgo de San Saturio'. [Don Carmelo Enciso Herrero, Abad de la Concatedral, en la presentación del libro de Don Javier Herrero Gómez, 'Ermita de San Saturio, 1703-2003', Edición de la Excma. Diputación Provincial de Soria, año 2003] Tuve el gusto de conocer a Don Carmelo Enciso Herrero, en Garray, en la misma puerta de la iglesia de San Juan Bautista, de la que es -aparte de su cargo de Abad de la Concatedral de San Pedro, y de San Saturio- párroco titular. También recuerdo perfectamente la fecha de éste, nuestro primer encuentro: sábado, 1 de diciembre de 2007. De ese día, resulta imposible hablar y no precisar que, a pesar de que la mañana amaneció soleada, hacía un frío que calaba has

Medinaceli: Colegiata de Santa María la Mayor

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'Nos basta con saber que las maravillas de nuestra Edad Media contienen la misma verdad positiva, el mismo fondo científico, que las pirámides de Egipto, los templos de Grecia, las catacumbas romanas, las basílicas bizantinas...'. [Eugene Canseliet, 1923, para el prólogo de la 1ª edición de 'El misterio de las catedrales', de Fulcanelli] Produce una extraña sensación de soledad, independientemente de que haya o no gente en su interior. Una verja de hierro, siempre cerrada -excepto en los días de misa-, protege el altar del acceso de los visitantes. Detrás de éste, y en ambos laterales, dos figuras atraen todas las miradas, produciendo en el observador un desdoblamiento afectivo, que va de la ternura a la piedad. Me refiero, obviamente, a las matizaciones figurativas de Jesús, 'el de Medinaceli', crucificado y expirando en la cruz de su martirio, y al otro Jesús, 'el Nazareno', inmediatamente anterior en la historia y a punto de ser traicionado y prendido