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Mostrando entradas de enero 30, 2011

Con su blanca palidez: San Juan de Rabanera

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Como piensa, así es el hombre. [T. Lobsang Rampa] S iempre me he preguntado si es ésta curiosa iglesia de San Juan de Rabanera la que custodia el antiguo palacio al que posiblemente un hada ultrajada convirtiera en la actual Diputación Provincial, o por el contrario, es ésta última quien vela, mima y en ocasiones lava la cara al sortilegio que es, en el fondo, éste afortunado híbrido románico. T ambién es cierto, que siempre, parado frente a su reaprovechada portada, he intentado imaginármela en su lugar original; pero de la malograda iglesia de San Nicolás, situada a un centenar de metros más abajo, casi nada queda en pie, si exceptuamos unas tristes ruinas, cuyos muñones señalan dolientes hacia el cielo, quizás reclamando la parte de magia que la nieve otorga a todo aquello donde la place dejarse caer. P or supuesto, la última vez que la vi, había tal cantidad de nieve, que resultaba imposible localizar esas milenarias marcas que una bandada de ocas salvajes, vaya usted a saber con q

Con su blanca palidez: Monasterio de San Juan de Duero

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¿Que es Dios?. Es longitud, anchura, altura y profundidad. [Bernardo de Claraval] N o puedo evitar preguntarme qué hubiera dicho Napoleón Bonaparte a sus soldados, si en lugar de encontrarse en Egipto, frente a las pirámides, los hubiera reunido en éste claustro del monasterio soriano de San Juan de Duero, frente a ese risco siniestro y pelado que es el Monte de las Ánimas, con la nieve crujiendo bajo las suelas de sus botas y el gélido aliento del cercano Moncayo mordiendo la escarapela tricolor de su sombrero. Utilizando el recurso de la imaginación -que es uno de los pocos recursos que no pagan impuestos en ésta sociedad en la que vivimos-, y en base a la Historia conocida, seguramente de los labios de le grande empereur de la France , hubieran brotado unas palabras similares a éstas: - ¡Soldados!. ¡Desde las órbitas vacías de estos arcos, mil años de búsqueda de la perfección os contemplan!. E sas palabras, bajo mi punto de vista, podrían definir, a la perfección, la cualidad prin

Crónica de la Soria Blanca

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N o es inhabitual, desde luego, que en una provincia de las características de Soria, las precipitaciones en forma de nieve sean abundantes y a la vez, tenaces y de cierta consistencia. Tampoco son habituales, para los que vivimos a alguna distancia, los desplazamientos de placer en tales condiciones, y sin embargo, una vez superado el reto de llegar -y aún con el fantasma de la incomunicación rondando por la mente- resulta un auténtico deleite disfrutar, siquiera por unas horas, de una ciudad engalanada de cabello de ángel. L a Plaza del Ayuntamiento, o de los Doce Linajes; San Juan de Rabanera; las ruinas de la malograda iglesia románica de San Nicolás; la Concatedral de San Pedro; el puente medieval sobre el Duero, y los Arcos de San Juan, entre una infinitud considerable de lugares, constituyen, así vistos, toda una oportunidad de ofrecer a los sentidos, caprichosos como veletas al viento, unas panorámicas que, estoy seguro, dejarán siempre huella en un rincón del alma, como cantar