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Mostrando entradas de 2017

Soria vista desde el Mirón

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'Recurso: en derecho, meter los dados en el cubilete para una nueva tirada'. [Ambrose Bierce] L ejos de sentirme como los legionarios romanos que se jugaron a los dados la túnica de Jesucristo, acepto el recurso de Ambrose Bierce, moviendo el cubilete y lanzando los míos, con la sensación de que, sea cual sea el número que obtenga en la jugada, constituirá, no obstante, un avance en ese misterioso juego de la oca, donde, quizás caído en la cárcel y esperando que otro jugador venga a sustituirme, el recuerdo sea, después de todo, el mejor y más solidario de los alivios. Dicen que los templarios recluidos en los calabozos del castillo de Chinon, empleaban parte del tiempo en el que no estaban horriblemente sometidos a tortura, en rellenar las frías paredes de su prisión con una profusión de símbolos y graffitis , cuyo significado lejos está de haber sido debidamente aclarado por los historiadores modernos. Hablar de un lugar tan especial como éste, me trae muchos y grat

Embalse de la Cuerda del Pozo: recuerdos de juventud

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H ay quien opina que no tengo recuerdos. No es verdad, aunque siquiera sea para salvaguardar parte del orgullo de ese complementario que siempre camina conmigo, diré, en mi descargo, que coincido con la aseveración de Ambrose Bierce, de manera que yo también considero el recuerdo como el mayor lujo de los desafortunados (1), y recurro a él sólo en caso necesario. Por eso, y porque tengo también un objeto que lo prueba, puedo decir que la última vez que estuve acampado aquí -en ésta mortaja líquida, cuyas aguas pintan estrellas por encima de pueblos anegados, como el de La Muedra-, fue el 1 de julio de 1987. Esa es la fecha que figura en la primera página del libro de Gustav Meyrinck, El dominico blanco, diario de un hombre invisible , que compré, por ochocientas cincuenta pesetas, en una librería de la calle del Collado, cuando todavía en el ambiente se dejaban sentir ecos resacosos del sábado Agés , del domingo de Calderas y del lunes de Bailas , que con tristeza repetían aquél

Santo Domingo, una joya del románico soriano

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C ambiamos de panorama, pero no para alejarnos de esa visión retrospectiva, artística, mítica y cultural, que hace de Soria un excelente caldo de cultivo para exigentes paladares hermenéuticos dispuestos a saborear complejos guisos de Arte, Historia y Tradición. Y nada mejor que hacerlo, que invitando a visitar la capital soriana y dejarse tentar, aun en la medida de lo posible, por este exquisito plato combinado que es, metafóricamente hablando, la iglesia de Santo Domingo, originalmente de Santo Tomé. Levantada con una cuidada maestría y un estricto control de los arquetipos básicos de la geometría sagrada –a saber, entre otros: número, mesura, equilibrio y proporción-, muestra un cuerpo consistente, en cuyos aderezos esculturales se aprecian esas vaporosas y aromáticas fragancias que los especialistas coinciden en situar allende los Pirineos, en las vecinas escuelas canteriles de Poiteau. De Poiteau, precisamente, era originaria la princesa Leonor Plantagenet –hija de una gran f

San Caprasio in excelsis

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S on apenas media docena los kilómetros que separan a Narros de otra antigua población mesteña, que como en su caso, va manteniéndose con mayor o menor holgura en base a los réditos de una sufrida agricultura y una ganadería quizás venida a menos, pero cuya antigua gloria late con fuerza todavía en su nombre: Suellacabras. De igual manera que Narros, Suellacabras mantiene también, en su conjunto urbano, esa ruda predilección por el encanto natural de la piedra y esa fidelidad –tal vez motivada adecuadamente en los siglos oscuros por la Santa Inquisición-, de aplicar a los dinteles de sus casas el santo sacramento de la bendición, con cruces monxoi, custodias, soles y aves, que paradójicamente y como en el caso de la estela funeraria de Narros, a la que ya hicimos referencia, también ocuparon alguna interesante reseña cuando fueron tímidamente sacados de su ostracismo original, allá por los felices años ochenta, en aquél referente de la España mistérica, que fue la revista Mundo Des

La fantástica estela medieval de Narros

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M arzo, un buen mes para volver a retomar el camino y recordar las últimas aventuras en esa Soria pura, cabeza de Extremadura , mucha de cuya insigne riqueza histórica fue dilapidada en una metafórica partida de dados, desarrollada ten con ten, entre la voracidad humana y los arrebatos de furia de los cierzos que levantaban hogaño el vuelo desde las eternas cumbres del Moncayo. Tal sería el caso de Narros, antiguo pueblo ganadero, que reposa a mitad de camino –toque de campanilla de cuello ovino más, toque de campanilla de cuello ovino menos-, de Almajano y de Suellacabras, en esa paramérica llanada que podría considerarse como el comienzo de aquéllas indómitas Tierras Altas, que todavía hoy, y a pesar de los pesares, continúan cobijando el sabor amargo de antiguos misterios. Prácticamente nada queda, como se constata también en la cercana Renieblas –sede, por cierto, de uno de los campamentos romanos de Escipión, que participaron en el asedio de Numancia-, de esos cementerios medi