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Mostrando entradas de febrero 8, 2009

Acerca de Fray Tomás de Berlanga

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Habiéndose constatado -al menos así de rotunda se muestra la historiadora Estrella Figueras en un artículo publicado en El Mundo-Diario de Soria, el pasado sábado, 7 de febrero- que la primera isla donde desembarcó el descubridor de las Galápagos fue Floreana, situada al sur del mencionado archipiélago, Berlanga de Duero vuelve a estar de moda. Así lo confirman las entusiásticas declaraciones de su alcalde, Don Álvaro López, quien no ha dudado en confirmar que la firma de hermanamiento entre ambas localidades tendrá lugar, previsiblemente, el próximo 29 de marzo, día en el que se celebra la festividad de Fray Tomás en Santa Cruz de Galápagos. Recordemos que Fray Tomás, considerado justamente por la Historia como 'el descubridor de las Galápagos', se topó fortuitamente con éstas, cuando se dirigía hacia el Perú. Cuenta la historia, que aparte de otros objetos traídos de ese nuevo y fascinante mundo -recordemos que las Galápagos están declaradas como Patrimonio de la Humanidad, a

Pueblos de la tierra de Gómara: Ojuel

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Mucho más precipitada, incluso, que mi visita a Peroniel del Campo, el demonio de la aventura también me indujo a detenerme, de regreso a Madrid, en el pueblecito gomarense de Ojuel. Bien es cierto que su imponente iglesia románica -bajo la advocación de San Pedro Apóstol- me llamó poderosamente la atención cuando me dirigía hacia Almenar. Situada al pie mismo de la carretera nacional 234, para un amante del románico resulta imposible pasar por su lado, y no detenerse a indagar en sus encantos. No paré en la ida, pero sí es cierto que pensé hacerlo en la vuelta. Cumplidos parte de mis objetivos en Almenar, y tal y como he afirmado en mi anterior entrada, la tarjeta de visita de una previsible tormenta en ciernes, me sorprendió, en forma de agua nieve, apenas puse los pies en el suelo de Peroniel, habiendo aparcado el coche justo enfrente de la iglesia románica de San Martín. Para cuando llegué a Ojuel, el agua nieve pareció aumentar ligeramente de intensidad y unos oscuros nubarrones -

Almenar y el castillo cuna de Leonor

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Apenas pasan algunos minutos de las diez de la mañana, y tras una breve conversación con el párroco -que me ha indicado la dirección de la ermita de la Virgen de la Llana, aunque se ha reservado, supongo que con cierta desconfianza, que él tenía la llave del cuarto donde se conservan el arcón y las cadenas de la leyenda del cautivo de Peroniel- me encuentro deambulando ensoñadoramente por esa tierra de nadie -pongámoslo entre comillas- que constituyen los campos que separan la ermita del imponente castillo. No deja de ser una aventura emocionante pisar esta tierra cargada de Historia -y parcialmente cubierta por una espesa mortaja de rocío- mientras el cierzo, juguetón, brama a ratos, salivando una gelidez que golpea la cara y acuchilla las manos con zarpa de fiera, como diría para la ocasión un caballero legionario. Anclado sobre la colina, el castillo se recorta sobre un cielo ceniciento. A pesar de ser uno de los mejores conservados de la provincia -no en vano, hablamos de una propi

Peroniel del Campo: breve visita al pueblo del cautivo

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Cuando salí de la ermita de la Virgen de la Llana y dejé atrás Almenar, con su castillo oteando como un águila encima de la colina, el tiempo dejó de ser relativamente cortés, pues aunque frío, se había mantenido estable durante toda la mañana. De regreso a Soria, el agua-nieve comenzó a hacer acto de presencia, y aquélla circunstancia, lejos de tranquilizarme, me obligaba a una rápida retirada, pues aún tenía frente a mi una considerable distancia hasta Madrid. No obstante, a medida que me acercaba hasta el desvío que conducía a Peroniel del Campo, el pueblo de nuestro celebérrimo cautivo, el insaciable demonio de la aventura se impuso, una vez más, y aunque la visita fue breve, paré unos minutos: el tiempo suficiente para echar un pequeño vistazo y comprobar in situ algunos datos. En efecto, no tardé en divisar la imponente mole de la iglesia románica de San Martín, Y no muy lejos de allí, los muñones ensombrecidos del llamado 'castillo del Moro'. E incluso, algo apartada del