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Mostrando entradas de abril 12, 2009

Descubriendo el Valle del Jalón: Chaorna

No se equivoca aquél que, recurriendo a la poesía -con o sin machadiana, gerardiana o becqueriana intención-, califica a este pueblo del sudeste soriano, como 'típico pueblecito de postal'. Tampoco se equivocó el amigo panadero que conocí en Montuenga, cuando me recomendó -incluída exposición panorámica en la pantalla del teléfono móvil- una visita al lugar. Un lugar hermoso y sorprendente, por añadidura. Hay quien opina que el topónimo Chaorna, hace referencia a pobladores de origen vasco, que se asentaron en el lugar en los lejanos tiempos de la Reconquista. Precisamente de ese periodo histórico -caracterizado por el sempiterno toma y daca entre cristianos y moros, avanzando y repoblando unos; amoldándose, ¡qué remedio!, y retrocediendo otros-, Chaorna aún conserva un torreón de origen islámico, que durante siglos perteneció -al igual que el pueblo- al ducado de Medinaceli, así como también una iglesia -la de San Miguel, que por algo es el Arcángel paladín de la Cristiandad,

Naturaleza indómita: por el Valle del Jalón

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Su orografía recuerda, en buena parte, a aquélla otra, impresionante, que constituye uno de los lugares más atractivos de la provincia de Soria: el Parque Natural del Río Lobos. Y sin embargo, menos conocido, quizás, la belleza intrínseca al denominado Valle del Jalón, pasa poco menos que desapercibida a extraños, que no a propios, como tuve ocasión de comprobar en Montuenga. Resulta más que posible, que la historia hubiera cambiado, estoy seguro de ello, si los siempre fascinantes caballeros templarios hubieran elegido ésta, y no otra ubicación, para crear una auténtica maravilla como es la ermita de San Bartolomé. Fomento sí tuvo en cuenta, por desgracia, ésta peculiar zona ( 1 ), primero en el trazado de la Nacional II, la popularmente denominada como 'carretera de Barcelona', y después, tal y como se puede apreciar en el vídeo, con el trazado de la línea de Alta Velocidad. Son las notas discordantes; el precio a pagar por el progreso, que no entiende de belleza y conserva

Descubriendo el Valle del Jalón: Montuenga de Soria

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A veces ocurre, y además de sorprender, agrada. Llegas a un pueblo que no conoces y un alma extrovertida, afable y orgullosa del lugar que habita, se convierte durante un tiempo en inesperado pero providencial cicerone. Las dimensiones del pueblo en cuestión, Montuenga de Soria, pueden confundir en un primer momento -sobre todo, si no se ha visto el pueblo desde lo alto de su milenario castillo en ruinas- pero, desde luego, no confunden sus habitantes. El trabajo del cicerone en cuestión, uno de los oficios más antiguos del mundo es, desde cualquier punto de vista, imperiosamente vital: recorre diariamente con su furgoneta los pueblos de la zona, llevando el pan. Aparca ésta, pongamos que en el sitio de costumbre -enfrente de la inconmensurable mole amurallada de la parroquial- y sin necesidad de megáfonos ni bocinas que anuncien su llegada, los foráneos acuden y entre barras de pan -cuya cantidad suele ser siempre la misma, excepto cuando un imprevisto les obliga a pedir una barra de

Viejos centinelas de piedra: castillo de Montuenga de Soria

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Aún siendo ruinoso su estado y la dificultad que conlleva en la mayoría de los casos acceder a ellos, siempre resulta una aventura fascinante deambular entre sus muros y contemplar el entorno alrededor. No en vano, como medida de vigilancia y sobre todo defensiva, estos auténticos centinelas de piedra se levantaban en los puntos más elevados e inaccesibles. Descansando sobre una bancada rocosa, el castillo de Montuenga de Soria calla una historia milenaria e indómita; una historia escrita en sangre, que sugiere tiempos difíciles. Tiempos de conquistas y reconquistas; de invasores árabes y reinos cristianos que comenzaban a reunificarse para expulsar de España al sarraceno. No me consta que, como en el caso de su homónimo y no demasiado lejano castillo de la Riba de Santiuste, el castillo de Montuenga albergue el fantasma de alguna doncella encantada. El viento, que en ocasiones se cuela entre sus muros desguarnecidos con mayor o menor furor, sugiere lamentos, cuando no sollozos, que bi

Maneras neolíticas de vivir: las cuevas de Ventosa

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Ahora se utilizan para albergar al ganado -ovejas, prácticamente- y depositar fanegas de alpaca y aperos. Pero, aunque parezca mentira, constituyeron la vivienda de personas hasta tiempos relativamente recientes. Las cuevas de Ventosa representan un crudo testimonio de esa otra España, ajena al Plan Marshall en los años cincuenta y ajena, también, a las expectativas actuales de los países integrados en la Comunidad Económica Europea. Más aún, constituyen un caso más de la España negra, humilde y troglodita que todos deberíamos conocer al menos una vez en la vida, para aprender a valorar lo que tenemos y mejor aún, para darnos cuenta, en realidad, de lo afortunados que somos por no tener que vivir en esas condiciones.

Peregrinando hacia el Misterio: Ventosa

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Si no fuera por dos casonas totalmente reformadas, la furgoneta aparcada en uno de los laterales de la sólida mole de la parroquial y el ladrido intempestivo de los perros sueltos, la primera impresión del visitante al poner los pies en Ventosa, sería, no me cabe duda, la de estar en otro de los numerosos despoblados que, tristemente, jalonan la provincia. Y en realidad, no andaría muy desencaminado en sus apreciaciones, pues, como mucho, los habitantes de este lugar -que lleva el apelativo 'del Ducado' en referencia a los duques de Medinaceli, señores en tiempos de la zona- no pasan de tres. A lo sumo, cuatro. Situado en lo más alto de un risco, Ventosa hace honor, desde luego, a su nombre. El paisaje, no obstante, que se contempla desde allí, es realmente impresionante: al frente y a la derecha, Miño de Medinaceli; a la izquierda, Conquezuela. Por la parte de atrás, hacia la izquierda, ya en tierras de Guadalajara y en dirección a Sigüenza, Olmedillo y sus famosas cuevas; a l