Valtajeros
Situado a algo más de mil
doscientos metros de altura y a una distancia aproximada de diez kilómetros de
San Pedro Manrique, otro de los pueblecitos de las Tierras Altas por los que
merece la pena darse un paseo, es Valtajeros. Teóricamente, tanto la estructura
como la distribución de sus casas, no difiere en absoluto de aquellas otras con
las que el viajero se va encontrando a lo largo de su recorrido por estas
inmensas soledades serranas: sólidas estructuras, en las que la piedra
constituye la materia prima principal. Una piedra, amiga y familiar, que se
amolda al carácter de estas gentes, protegiéndoles de los rigores de los duros
inviernos, y a la vez, procurándoles aislamiento y frescura en los tórridos
días de verano, cuando grillos y cigarras reproducen cantos de violín,
homenajeando a la calima.
Apenas recién entrado en el
pueblo, el viajero se encuentra, prácticamente de frente, con el primero de los
dos elementos, que muy probablemente, le llamen más la atención. Se trata de la
picota, o rollo jurisdiccional, cuya visión le ofrece una idea aproximada de la
importancia e independencia que el lugar tuvo en el pasado. De aspecto barroco,
aunque desprovista de florituras que tiendan a hacer aún más tétrica su
siniestra función como lugar de represión y ejecución de penas, la picota de
Valtajeros se yergue enhiesta, cual obelisco apuntando hacia el divino cielo, a
escasos metros de la puerta del club social, cuyo cartel luce, para más señas,
Casa de la Villa. Si tomamos esta referencia, y continuamos la marcha hacia la
derecha y hacia arriba, siguiendo una estrecha calle donde las casas están tan
juntas, que apenas permiten que los rayos del sol iluminen unas sombras que
tienden a ser eternas, desembocamos en la parte más alta del pueblo, allá donde
la pradera todavía muestra rastros de las últimas nevadas y donde se asienta,
para nuestra sorpresa y disfrute visual, una curiosa estructura de inequívoco
aspecto militar: se trata de la iglesia parroquial. Quizás al viajero más
experimentado, no le suponga una novedad fuera de lo común, ateniéndose a que
no es el único caso de iglesia-fortaleza que se ha podido encontrar durante sus
excursiones por la provincia, siendo un ejemplo interesante, quizás, la
parroquial de Fuensaúco, bastante más cercana a la capital. Pero puede que sí
le llame la atención, algunas afirmaciones (1), donde, a mucha menor escala,
desde luego, suelen comparar este curioso templo de Valtajeros, con la
iglesia-castillo de San Miguel, situada en la vecina población segoviana de
Turégano. Y es que, tanto los hastiales, como los matacanes y los merlones, le
confieren un sólido aspecto de pequeña fortaleza, que fue convenientemente
modificada en los albores del siglo XII, cuando las hostilidades entre dos
reyes –Sancho el Fuerte de Navarra y Alfonso VIII de Castilla- parecían
hallarse en su punto más álgido.
Un fragmento de Historia, en un pueblo serrano que, a pesar de las instalaciones modernas, como el frontón que se localiza junto a la fuente o abrevadero, aún conserva, en su patrimonio, algunos enigmas que descifrar.
Un fragmento de Historia, en un pueblo serrano que, a pesar de las instalaciones modernas, como el frontón que se localiza junto a la fuente o abrevadero, aún conserva, en su patrimonio, algunos enigmas que descifrar.
(1) Cayetano
Enríquez de Salamanca: ‘Rutas del románico en la provincia de Soria’, Codex-Rom,
1998, páginas 56-57.
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