Un lugar llamado Somaén

 


Relativamente cerca de Montuenga y las melladas ruinas de su castillo medieval, encuadrado, también, dentro de ese sorprendente y a la vez, espectacular Valle del Jalón, otro pintoresco pueblecito llama poderosamente la atención del viajero, que, bien por conocimiento o bien dejándose llevar por la casualidad que acompaña siempre a la aventura, se deja caer un día por allí: Somaén.


Somaén, es otro de esos ancestrales asentamientos, que, mirando hacia la vecina Comunidad de Guadalajara, son fiel testimonio de esas aguerridas gentes del norte, principalmente del País Vasco, que acompañaron la gran aventura medieval de la Reconquista, repoblando y asentándose en estos parajes, cuya agreste morfología produce la sensación de estar penetrando en un mundo encantado.


Esta percepción, resulta mucho más evidente cuando la vista penetra en el entorno y la imaginación se pierde en esos imponentes farallones, a los que el tiempo y esa subjetiva artista, que es siempre la erosión, parecen haber dotado de vida propia, proporcionándoles diversas y caprichosas formas, que, en alguno de los casos y por un sentido de familiaridad, recuerdan modelos arquetípicos, sobre los que, en tiempos, se volcó, con toda la fuerza de su interpretación, la mágica poesía de las leyendas.


Parte de alguna misteriosa leyenda, puede ser, además, su enigmático nombre, cuyo origen todavía desconcierta a los historiadores, pero que, en su raíz, coincide, curiosamente, con la palabra ‘soma’, la cual, etimológicamente hablando, era el fonema con el que los antiguos textos védicos de la India denominaban a la ambrosía o bebida de la inmortalidad de los dioses.


Su concepción, si bien es cierto que resultó notablemente afectada durante la Guerra de la Independencia y en parte arrasada por la soldadesca francesa, ha recuperado, con el tiempo y el esfuerzo prolongado de los vecinos, su antiguo y notable aspecto, convirtiéndose en uno de esos singulares hábitats de película, que semejan un metafórico zigurat, cuyas casas se superponen, de manera escalonada, a la sombra de un vertiginoso promontorio, donde el buitre y otras aves rapaces, otean un horizonte por cuya lejanía, en muchas ocasiones se sorprenden por el raudo avance de un ferrocarril moderno, el AVE, que conecta Madrid, con Zaragoza, Barcelona y Francia.


Del interés que el lugar tuvo desde el alba de los tiempos, ofrecen un interesante testimonio los restos arqueológicos encontrados en algunas cuevas y cavidades cercanas, como en aquella denominada como ‘Cueva de la Mora’, donde se han localizado restos, cuando menos, pertenecientes a la Edad del Bronce, así como restos de cerámica, pertenecientes, según los expertos, a la cultura del Vaso Campaniforme.


Como otras muchas zonas de Soria, también aquí, en Somaén, se constató, en tiempos medievales, una fuerte presencia musulmana, cuyo rastro se puede seguir, si bien en menor medida, por alguno de los lienzos del antiguo castillo, que, no obstante, fueron también muy modificados por los diversos propietarios cristianos después de la conquista del lugar, pasando a pertenecer, entre otros, al primer conde de Medinaceli.


Aunque su iglesia, cuya advocación está dedicada a Nuestra Señora de la Visitación, no conserva ningún rastro del arte románico que pudo haber tenido en sus orígenes, su planta, cuadrangular, domina el pueblo, en su totalidad, situándose por debajo del antiguo castillo, sabiéndose, además, que en los alrededores existió una pequeña ermita, hoy día desaparecida, dedicada a una curiosa santa, de connotaciones ctónicas y de nombre, Santa Quiteria, cuyo misterioso culto se recuerda, también, en algunas zonas interesantes de Huesca, como la cripta-capilla que tiene en el excepcional castillo de Loarre.


En la parte inferior y a la vera del apacible y melancólico paso del río Jalón, numerosas huertas llaman la atención, sobre esa faceta agricultora que caracteriza esa comunión tan estrecha que ha existido siempre entre el hombre y el entorno rural que habita, amenizada, además, por la cría de ganado, principalmente ovino.


En definitiva: un lugar cuyo peculiar encanto no pasa nunca desapercibido, dotado, además, de numerosos hostales y casas rurales que pueden ser un excelente punto de partida para los amantes de la aventura y del senderismo, por una región, cuya exploración, no me cabe duda alguna, puede resultar toda una inolvidable experiencia.


VIDEO RELACIONADO:


AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, así como el vídeo que lo ilustra, son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están sujetos a mis Derechos de Autor.



Comentarios

Entradas populares de este blog

La vieja gloria de Arcos de Jalón

El fascinante enigma de la tumba de Almanzor

Sotillo del Rincón y la rebelión de Lucifer