Un pueblo de Soria llamado Andaluz
En la proximidad de las tierras de Berlanga, a no excesiva distancia de Soria capital y también de la no menos carismática ciudad de Almazán, donde, como le sucedió a Van Goght, el rey Pedro II el Cruel se encontró con su propia noche estrellada a manos de su hermano bastardo, Enrique de Trastámara, un pueblo sorprende, no sólo por la curiosidad implícita en su nombre, sino también, porque posee una de las iglesias más peculiares del arte románico de una tierra conocida como la Extremadura castellana, que fue, durante siglos, parte indiscutible de esa frontera del Duero, que separaba la España cristiana de la España musulmana: Andaluz.
Posiblemente, el nombre de Andaluz sea una consecuencia de la afluencia de aquellos cristianos, residentes en territorio dominado por los musulmanes, a los que se denominaba mozárabes, que se asentaron aquí, en un periodo en el que la Reconquista comenzaba a cambiar el rumbo de las circunstancias históricas, haciendo posible el avance de los ejércitos cristianos y la nueva repoblación de los territorios.
Estamos hablando ya, cuando menos, de ese prodigioso siglo XII, en el que Occidente parece ser que comenzó a ver la luz, metafóricamente hablando, en cuanto se refiere al florecimiento de las nobles artes, del Amor Cortés -recordemos la poderosa influencia cultural de cortes como la de Leonor de Aquitania- y cierto respeto por la figura de la mujer, que, al final, podría pensarse que fue sólo un espejismo, pero que obedece a un periodo, no obstante, que parece coincidir, además, con el levantamiento de su elemento patrimonial más relevante: la iglesia románica de San Miguel Arcángel.
Situada, como era corriente en la época, en lo más alto del pueblo, cabe destacar, aparte de su hermosa galería porticada, en cuya escultura, sencilla, por otra parte, el tiempo y la erosión han dejado, inevitablemente, su huella, la altura extraordinaria de su torre campanario.
Altura que no nos ha de sorprender en demasía, si tenemos en cuenta, que, en la época medieval, las iglesias, no sólo servían, en ocasiones, como puntuales refugios preventivos frente al ataque de posibles enemigos, sino que, además, sus torres ofrecían la misma competencia de observatorios, que, a lo largo de los siglos, habían desempeñado los puestos avanzados romanos y las atalayas musulmanas.
Andaluz, además, forma parte del recorrido de uno de los caudillos musulmanes más temidos por los cristianos contemporáneos del año mil, Almanzor, cuando regresaba, mortalmente enfermo de su última razzia o excursiones de saqueo, por tierras de la Rioja y sus tropas fueron atacadas en Calatañazor, donde se fomentó la leyenda, no sólo de una inexistente gran victoria, sino también del paradero de su tumba, hasta el día de hoy, no localizada, donde algunas fuentes tienden a situarla en un pueblo cercano, Bordecorex y otras, en la señorial Medinaceli.
Como suele ocurrir con los entornos rurales españoles, también Andaluz ha visto decrecer su censo de vecinos, afectados por ese mal endémico, que es el éxodo masiva a las grandes poblaciones en busca de mejores condiciones de vida y en la actualidad, apenas pasa de una veintena de vecinos, población, no obstante, que se notablemente aumentada en tiempos estivales y vacacionales, pues, como ya hemos dicho, no sólo está situado en un entorno natural tranquilo y espectacular, sino que, además, es un buen punto de partida, no sólo para los amantes del senderismo, sino también para todos aquellos amantes del Arte y de la Historia, que tienen, en las proximidades, lugares de verdadero interés, como la señorial villa de Berlanga de Duero, la monumentalidad de iglesias románicas, como la de San Miguel de Caltójar o sin ir más lejos, la verdadera joya de la corona de estas tierras, como es la singular y maravillosa ermita mozárabe o de repoblación, de San Baudelio de Berlanga, que aúna, en su aparentemente sencilla planta, dos concepciones espirituales únicas: la cristiana y la musulmana.
También merece especial atención, como no podía ser menos, su característica arquitectura rural, que, aunque en buena parte se ha visto alterada por las diferentes modas, todavía conserva, ese objetivo apego a la tierra y su entorno, cuyo pintoresquismo, siempre es digno de admirar.
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