Villálvaro: la ermita de la Virgen de Lagunas
Es Soria una provincia relativamente pequeña, detalle que no impide, sin embargo, que posea, paradójicamente, una gran capacidad para agradar y sorprender. Una buena prueba de ello, son esos pequeños pero a la vez agradables imprevistos, que lejos de reseñarse -quizás como deberían- en las atracciones recomendadas en las principales rutas turístico-culturales, se encuentra uno casi de sopetón, hecho que suele suceder, generalmente, cuando se pierde el miedo y se deja que sea precisamente el azar, o la casualidad o la causalidad -que cada uno se sirva la porción del postre que más le agrade o le llene-, el mejor aliado de la aventura.
Villálvaro, es una pequeña población que se encuentra en las inmediaciones de San Esteban de Gormaz, Rejas de San Esteban y otro pequeño pero no menos curioso lugar, llamado Matanza de Soria, que se piensa que debe su nombre a una cruenta batalla medieval y la instalación en el lugar de los numerosos heridos y en cuya iglesia, muy modificada, se descubrieron hace algunos años unos curiosos grafitis, que en algún caso ponen los pelos de punta. Curiosamente, las guías de románico de la provincia, apenas hacen mención a Villálvaro, si no es para referirse al escaso románico que queda en una sencilla iglesita, que actualmente hace las funciones de capilla de cementerio. Ahora bien, apenas uno entra en el pueblo -si se viene de San Esteban de Gormaz en dirección a Matanza-, verá a la derecha, un pequeño caminillo rural, que se pierde en el infinito de unos campos, en los que se alterna, es de suponer que por necesidad más que por capricho, el barbecho y lo labrado y donde algunos arbolillos apenas pueden proporcionar un poco de sombra cuando el sol induce espejismos en las pestañas y grillos y cigarras esperan al fresco de la tarde para dedicar los mariachis al cortejo.
Pues bien, apenas a uno o como máximo a dos kilómetros de camino -que el ojo de buen cubero, sigue siendo maestrillo cuando se viaja ajeno a engorrosos utensilios-, en la distancia ya se aprecia, engañoso en la delicada belleza de su cabecera, un prometedor templuco, que parece haber brotado, como rastrojo a su capricho, en mitad de ninguna parte, como fama tienen algunos campos de Soria -pongamos como ejemplo, a Pedro y Barahona-, de hundirse sin motivo aparente, dejando unos agujeros tan perfectos, de los que las malas lenguas -o quizás sean buenas, pero a la vez supersticiosas-, dicen que se asoma el airado dios Airón a respirar. Se trata de la ermita de la Virgen de Lagunas. El nombre, de por sí, ya debería llamarnos la atención, induciéndonos a suponer que quizás antaño, como sucedió en Conquezuela, hubo alguna laguna en los alrededores, que fue desecada para convertirla en campo de labor. Y a juzgar por la excelente planta y aún los escasos detalles, tal vez, sólo digo tal vez, que especulando también se hace camino, hubiera en tiempos, quién sabe si medievales, algún poblado del que ya no queda constancia, aunque las fuentes situadas a pie de ermita, hablan de un lugar llamado precisamente así, Laguna, que figura ya como despoblado en el siglo XVI, y al que también se identifica con aquélla al-Buhayra de las fuentes árabes donde tuvo lugar la novena campaña de Almanzor en el año 980.
Otro de los detalles que sorprende, a los que desde luego ayuda una remodelación que la ha dejado el aspecto de chalet suizo, como consta la exclamación de sorpresa proferida por el excelente compañero de viaje, Maese Alkaest -no miento, tampoco, si digo que a pie de ábside, tuve la fortuna de poder hablar también con Maese Syr, que desgraciadamente no pudo acompañarnos en esta aventura, como estaba previsto-, es un acortamiento longitudinal de la nave, cuyos motivos siguen siendo un completo enigma, aunque he de pedir perdón, pues mi primer pensamiento, fue que la mitad del templo había sido reaprovechado, como de hecho ha sucedido en muchos otros lugares, y que muchos de sus formidables sillares andarían huérfanos por casas y vallados de los pueblos de alrededor. Vuelvo a pedir perdón, aunque también es cierto que, como dice el refrán, piensa mal y acertarás.
De la parte ornamental que sobrevive, no mucha, también es cierto, llaman la atención algunos detalles de su portada, curiosamente situada al noroeste -ésta sí que se expolió, allí mismo lo dice-, como el ajedrezado de tipo jaqués, flores cuatrifolias inmersas en círculos y curiosos entrelazados de tipo celta. Esos mismos entrelazados, se repiten en las bases superiores de los inexistentes capiteles de la ventana absidal.
De cualquier manera, tanto el lugar como la ermita, siquiera sea por su singular curiosidad, sí que merecerían figurar en esas guías y rutas románicas que tan bien se encargan de mostrar otros lugares más o menos heridos de alrededor.
Comentarios
Por otro lado, querido Juan Carlos, tengo que corregirte; Soria no es una provincia pequeña. Su extensión es aproximadamente la media de las 50 españolas, con la misma extenión que Madrid solo que con distinto tratamiento administrativo. Fijate si es grande que hay instituciones que periodicamente descubren iglesias como esta de Lagunas, en medio del campo. Un saludo
Agapito Lima (desde Caracas)