domingo, 3 de junio de 2007

Canteros medievales, un enigma por descubrir



Introducción

'...no pocas sectas y grupos religiosos aprovecharon multitud de símbolos para transmitir y ocultar parte de sus doctrinas. El propio cristianismo, por ejemplo, se sirvió en sus primeros años de símbolos como el pez, emblema de Cristo utilizado ya en las catacumbas por los fieles, antes de que la cruz se convirtiera en su seña de identidad. Es tan sólo un ejemplo. A lo largo de los siglos, distintos artistas transmitieron mensajes de forma velada, para que sólo los "iniciados" fueran capaces de desentrañar su auténtico significado. En algunos casos, este conocimiento secreto, difuminado entre pinceladas de color, golpes de cincel y formas geométricas, se ha ido transmitiendo a lo largo de la Historia...'
['Ars Secreta, claves ocultas y simbología en el Arte', Javier García Blanco, página 14, Editorial Espejo de Tinta, 2006]
1
Un punto hay en el círculo
que en el cuadrado y triángulo se coloca.
¿Conoces tú este punto? ¡Todo irá bien!
¿No lo conoces? ¡Todo será en vano!
Cuarteto de los Canteros Medievales

Si fascinantes resultan las ermitas, iglesias y demás lugares sacrosantos del románico español, no menos fascinantes, misteriosos, enigmáticos y sobre todo, herméticos, son los hombres que -basándose en conocimientos geométricos heredados de una tradición que se remonta al alba de los tiempos, posiblemente a esa misma de la que bebieron grandes civilizaciones como la egipcia y la mesopotámica-, los levantaron con la intención de ponerlos al servicio de otros hombres, pero siempre a la mayor gloria de Dios, como reza la divisa de esos Pauperes Commilitones Christi: Non nobis, Domine, non nobis sed nomini tua da gloriam (No para nosotros, Señor, sino para gloria de tu Nombre).
Sabedores de su mortalidad, sus diestras manos cincelaron en la piedra desnuda un mensaje esotérico, cabalístico y oculto, cuya mayor parte permanece, aún hoy día, envuelta en el mayor de los misterios. En una época considerada, erróneamente por algunos, como oscura, supersticiosa y brutal -me refiero, obviamente, a la Baja y Alta Edad Media- estos hombres, desconocidos en su gran mayoría -bien es cierto que algunos dejaron inscrito su nombre, aunque son los menos-, fueron los portadores de la antorcha que, a golpe de martillo y cincel, habría de despejar las sombras de un país que hasta el año 1492 aplicaba la divisa 'Non Plus Ultra' refíriéndose al Océano Atlántico, pensando que el mundo se acababa unas pocas millas más allá, en un vacío infranqueable, capaz de tragarse -como la boca de un enorme monstruo- todo cuanto por allí tuviera la osadía de acercarse.
Cruces, flechas, triángulos, estrellas, espadas, escuadras, compases y multitud de signos fueron grabados en la piedra con una finalidad y un sentido determinados, en los que el azar o la estética no tenían fundamento ni razón de ser.
Incluso en tiempos remotos, el artista prehistórico sintió la necesidad de expresar su visión particular del mundo que le rodeaba, dejando su firma en las paredes de las cuevas que le servían de refugio y santuario, legando a la posteridad el testimonio de su arte, que en determinados casos continúa sorprendiendo a los investigarores actuales por su técnica, realismo y vitalidad de expresión.
En tiempos más cercanos de la Historia, filósofos como Pitágoras -no en vano considerado como 'el padre de las matemáticas'- enseñaban a sus discípulos los fundamentos de la física y la geometría, así como la importancia que sus leyes tenían en el entorno. A estos, se les conocía con el nombre de 'pitagóricos' y en algunos casos se les persiguió hasta la muerte, obligándoles a reunirse en secreto, dando origen a una de las sociedades herméticas más remotas de la Historia.
2
La leyenda de Hiram y el Templo de Salomón
Cuenta la tradición que el rey Salomón, hijo de David, hizo construir un templo a la mayor gloria de Dios -recordemos otra vez la divisa de los Pobres Soldados de Cristo: non nobis, Domine, non nobis sed nomini tua da gloriam, que siglos más tarde dieron origen a una fabulosa leyenda excavando entre sus ruinas- e hizo venir de Tiro a Hiram Abif, el mejor maestro arquitecto de la época.
Hiram es un personaje cuya trayectoria parece difuminarse entre la realidad y la leyenda, siendo el precursor de un saber en el que se basarían -siglos más tarde- multitud de sectas secretas y de índole masónica.
Siguiendo unos patrones determinados, Hiram construyó un templo fabuloso, cuyas dos columnas principales -de nombre Boaz y Hakim- estaban constituídas con excelente madera de cedro del Líbano.