jueves, 27 de mayo de 2010

Tradiciones Populares: Festividad de la Virgen de la Llana y el Cautivo de Peroniel


Dentro de la diversidad de ritos, costumbres y tradiciones que caracterizan a ésta provincia, que fue foco fronterizo y de repoblación durante el difícil y largo periodo histórico conocido como la Reconquista, destaca una curiosa ceremonia que, subyacente en el trasfondo de una leyenda de connotaciones milagreras, renueva, un año tras otro, el rito de hermandad entre dos pueblos: Peroniel del Campo y Almenar.

Resulta evidente, que el correr de los tiempos, inexorable y mutante, pasa siempre su correspondiente factura, hasta el punto de que, de la romería original, apenas queda un recuerdo que aún circula de boca en boca entre los más ancianos de ambos lugares. En efecto, los más viejos comentan, a poco que uno se preocupe por preguntar, que antiguamente los romeros de Peroniel -es el pueblo que se desplaza- salvaban los dos kilómetros escasos que, aproximadamente, les separaban de Almenar, bien recorriéndolos a pie, o bien montados a lomos de sus cabalgaduras, llevando siempre consigo, como un inapreciable tesoro, sus espectaculares pendones y estandartes, donde destacan los colores rojo y blanco.

Es a la entrada de Almenar, en una pradera cercana al Santurario de la Virgen de la Llana -de cuya ermita primitiva, no queda rastro alguno apreciable- y teniendo como otero sobre un cerro, y fiel guardián al castillo -hoy día propiedad privada, de ahí su excelente estado de conservación- donde nació Leonor, la que fuera primera esposa de Antonio Machado, donde ambas comunidades se reúnen, dando comienzo a un vistoso ritual, en el que intervienen las autoridades civiles y religiosas.
Importante, antes de continuar describiendo la curiosa y seguramente arcana tradición que se realiza anualmente en la mencionada pradera, considero que es el detalle de recordar que este lugar, este Santurario enclavado dentro del término municipal de Almenar, formaba parte del llamado Camino Soriano de Santiago o Camino Castellano-Aragonés, hasta el punto de que los peregrinos -posiblemente siguiendo una tradición que se remonta, cuando menos a las Cruzadas y la fiebre de recuerdos sacros- continuaban camino hacia Soria, llevando en sus bolsillos una astilla del arcón del milagro que, junto con las cadenas que constituían los elementos de tortura del célebre vecino de Peroniel, aún ser conservan en relativo buen estado en el interior de la ermita.
No deja de ser todo un atisbo de tradicionalidad, el saludo entre los alcaldes, acompañados, como representación de uno y otro colectivo, por las autoridades religiosas, cuyos representantes -en éste caso, los párrocos don Julián Ortega y don Moisés, a quien reemplazó el primero y en cuya jubilación, imagino que se ha querido rendir homenaje al que fuera párroco de ambas parroquias durante muchos años- oficiarán juntos la celebración de la Santa Misa.
Entre saludos, no obstante, resultan especialmente atractivos, aquellos que se hacen entre sí los vecinos de ambos pueblos, rindiendo estandartes y pendones, en un claro gesto que, a mi entender, aún conserva su genuino sabor medieval.

Hay gente que se queda fuera -además de la pareja de la Guardia Civil y los músicos, cuyas melodías tradicionales, anticipan la proximidad de los Sanjuanes- y aún así, el interior de la ermita se encuentra a rebosar. Resulta interesante añadir, que en ésta última, de planta en forma de cruz, los brazos se encuentran ocupados por vecinos y representantes de ambos pueblos. De tal manera, que situándonos de cara al altar, los vecinos de Almenar estarían sentados a la derecha y los vecinos de Peroniel del Campo, a la izquierda. Aunque en el resto de la nave, los asistentes, más numerosos que el número de bancos de uno y otro lateral, se sitúen indistintamente.
Dentro de lo habitual que resulta asistir a la celebración de la Eucaristía, no deja de ser un hecho cierto, cuando no notable, las menciones expresas hacia el cautivo de Peroniel y el milagro realizado por la Virgen de la Llana, figura mariana por la que todos sienten una especial devoción, y en el pequeño museo que se encuentra situado detrás de su camerín, los numerosos ex-votos depositados dan buena prueba de ello.
Otro dato interesante a tener en cuenta, es que, dentro del proceso, y casi al final de la ceremonia, se realizan tres ofrendas: la ofrenda del pan y del vino, llevada a cabo por ambos alcaldes; la ofrenda de las flores y la ofrenda de las velas.
Una vez oficiada la ceremonia, ambos pueblos, siguiendo a sus alcaldes y portaestandartes, regresan a la pradera, donde se asiste a la celebración de la despedida, acto que de nuevo se acompaña con la danza de presentación de pendones y estandartes. Cuando el acto termina, todos son agasajados con un vino tradicional.