Creo
que este fin de semana, las Tierras Altas –o si se prefiere, el alto llano numantino- abrirán para
unos pocos privilegiados las puertas doradas de la Gnosis, y allá, en las frías soledades serranas donde las
antiguas tradiciones van y vienen con el viento que se cuela también por los viejos laberintos, el Velo de Isis tal vez deje abierto un resquicio por el que atisbar
una ínfima parte de esa antigua sabiduría que ha traído de cabeza a la
humanidad desde el alba de los tiempos. Sin ánimo de intrusismo, pero sí de
poner de manifiesto en lo posible todo aquello cuanto atañe a ésta, mi querida
Soria, y como complemento, además, a la entrada anterior sobre ésta interesante
población de Castilfrío de la Sierra, diré que allí, bajo la atenta, beatífica
y sonriente mirada del Buda o Iluminado, Eleusis saldrá por unas horas de su
letargo, aunque tampoco en ésta ocasión cuente con la presencia del inolvidable
chela Soseki –se me hace quizás más
entrañable, llamarle por su sobrenombre de el
Carrascalo, supongo que por mi gran interés por la figura de la Virgen de la Encina y porque tuvo el
privilegio de ser sacado triunfalmente a hombros con ella-, aquél intrépido felino, que entre otras
grandes verdades, decía aquélla de que quien
camina durante mucho tiempo siempre llega al sitio que está buscando (1).
Yo no buscaba precisamente ningún Círculo
Hermético en estas misteriosas soledades, cuya voz trina tiene todavía
muchos secretos que contar, pero me tropecé con Eleusis. O lo que es lo mismo: con aquél viejo sueño del escritor soriano
Fernando Sánchez Dragó. Aquél mismo que aseguraba, allá por el año 1999, que
sería la obra de su vida. Una obra,
como reconoció también, que se basaba en el precedente fundado en Montagnola,
Suiza, por otros dos grandes Maestros: Hermann Hesse y C.G. Jung. Y hasta aquí
llego. Porque, tal y como hice entonces, respetando al máximo la advertencia
que este Gran Maestre de la Orden de Gea
puso en la puerta de su casa –visita no
acordada, visita no deseada-, y sin olvidar, al fin y al cabo, la sabia
máxima popular que dice que lo poco agrada y lo mucho enfada.
(1) Fernando Sánchez Dragó: 'Soseki, inmortal y tigre', Editorial Planeta, S.A., 1ª edición, Barcelona, octubre de 2009, página 11.