sábado, 17 de mayo de 2008

Soria se hace camino al andar: Primer Aniversario

Hoy tengo el grato honor de decir que este Blog, cuyo futuro preveía incierto, cumple su primer año de existencia. Un año que me ha deparado multitud de emociones y de aventuras; un año en el que, a pesar del cansancio de los viajes, de la decepción de volver a casa con las manos vacías en algunas ocasiones, el balance general he de reconocer que ha sido de lo más gratificante, cumpliendo, y con mucho, cualquiera de las expectativas que me había propuesto en un principio.
Siempre recordaré este primer año de existencia, como un año especial. Si tuviera que hacer una metáfora al respecto, no se me ocurre otra mejor que la del padre que ve a su hijo dar los primeros pasos. Torpe al principio, vacilante, cayéndose en algunas ocasiones, pero volviéndose a levantar, perseverante y mirando siempre hacia adelante, hacia ese lugar, especial e inalcanzable, que es siempre el horizonte, donde dicen algunos que descansan todos los sueños.
Sí, como ese padre metafórico, me siento orgulloso de ese hijo que, dejándose llevar por los consejos de ese gran poeta que fue Antonio Machado, ha hecho posible que Soria se haga camino al andar.
Y haciendo camino, puedo afirmar que he llegado a sentir muy dentro la magia de este terruño, del que se podría muy bien decir que tiene más Historia que habitantes en la actualidad. Pero sobre todo, he de agradecer a muchos de estos habitantes esa amabilidad, ese calor humano y esa ayuda gentil y desinteresada que me han brindado en multitud de ocasiones, y por lo que me sentiré siempre en deuda y agradecido.
Vaya, pues, a ellos, una dedicación especial en este día en el que, vuelvo a repetir con satisfacción y orgullo, 'Soria se hace camino al andar' cumple su primer año de existencia.
Y no podría terminar la presente entrada, sin un recordatorio a esos versos, entrañables como pocos, gracias a los cuales he podido ver más de un deseo hecho realidad:

'Caminante son tus huellas el camino y nada más;

caminante no hay camino, se hace camino al andar...'



martes, 13 de mayo de 2008

Tradiciones Sorianas: Garray, Fiesta de los Santos Mártires

A la sombra de Numancia, donde los ríos Tera y Duero se abrazan fraternalmente y donde las cigüeñas nunca faltan a su cita con las torres de los campanarios de las iglesias de San Juan Bautista y de Los Mártires, la población de Garray combina modernidad y rústica, sin olvidar -siquiera por un momento- su pasado netamente celtíbero. Un pasado, por otra parte, del que sus habitantes se sienten orgullosos, y cuya presencia se hace patente detrás de los rótulos de muchos establecimientos hosteleros, así como en las chimeneas de algunas de sus casas.
Es lunes, 12 de mayo, y aunque las calles no lucen flores ni guirnaldas -como en la entrañable canción de Joan Manuel Serrat-, Garray está en fiestas. Hoy, concretamente, se celebra la tradicional fiesta dedicada a los Santos Mártires -Nereo, Aquileo, Domitila y Pancracio- cuyo culto se instauró sustituyendo la antigua advocación de la ermita, dedicada en un principio a la figura de San Miguel Arcángel.
Curioso por naturaleza, y amante de las antiguas tradiciones, una de las primeras imágenes que me calan hondo al poco de llegar a Garray, es aquélla que corresponde a un anciano con sus muletas, caminando pasito a paso por los alrededores de la Plaza Mayor, lugar donde se ubica la actual parroquia de San Juan Bautista. Diez minutos antes, había recalado en 'El Goyo', bar donde esperaba que un nuevo café alejara la morriña del madrugón, y aliviara, de paso, el cansancio que aún sentía del viaje realizado el domingo anterior a Ucero y el entorno del Cañón del Río Lobos.
Contrariamente a como estoy acostumbrado a verlo -pues últimamente han sido varias las visitas realizadas a Garray en un corto periodo de tiempo- en 'El Goyo' apenas había clientes cuando llegué, a excepción de dos personas que tomaban su café en silencio, y una tercera, algo más allá, ojeando el Heraldo de Soria en un rincón de la barra.
Tampoco había apenas tráfico por la carretera que atraviesa el pueblo, a excepción de una furgoneta de reparto y un todoterreno de la Guardia Civil que bajaba en sentido contrario, en dirección al puente desde donde también parte el camino hacia la pequeña población de Tardesillas, distante aproximadamente 2 kilómetros.
Aunque las nubes que se veían en lontananza no auguraban nada bueno -tuve ocasión de comproabar que tanto el Tera como el Duero iban muy crecidos de caudal a consecuencia de las intensas lluvias caídas durante este loco mes de mayo- el sol que me acompañó durante mi subida a la ermita de los Santos Mártires, me proporcionó una agradable sensación de vital tibieza, que en cierto modo, compensó el cansancio que también sentía de tanto viaje pasado por agua.
La ermita de Los Mártires, es un antiguo templo románico, datado en el primer tercio del siglo XIII, al que la restauración ha quitado, sin duda, buena parte de su antiguo y primordial encanto.
Situado, no obstante, en lo más alto, muy cerca de donde una alambrada delimita el emplazamiento de las ruinas de Numancia, la mítica y heróica ciudad arévaca, arrasada por los ejércitos del general romano Escipión, constituye un emplazamiento idóneo desde el que observar, con todo detalle, la ciudad y su privilegiado entorno.
En efecto, hacia la izquierda y siguiendo un camino rural que serpentea por la ribera del Duero, se llega a la finca de los Marichalar, donde se encuentran esos terrenos que tanta polémica están suscitando entre propios y extraños, frente a la idea de situar en ellos un polígono industrial.
Es precisamente a la entrada de ese camino, donde Angelines -una simpática numantina- tiene su huerto y donde Teresa -un auténtico terremoto residente en Madrid, pero hija adoptiva de la ciudad en las épocas de estío- pasa buena parte de su tiempo, inmersa en agradables conversaciones, en las que no falta ese vasito de vino que, según una de las coplillas populares que se cantan por San Juan, 'apaga la sed pero no emborracha'.
Entre medias de ese camino y la ribera -como decía al principio- crecida del mitológico Duero, unos pisos de reciente creación y llamativo color amarillo, similar al de las yemas de los huevos aunque quizás más pálido, forma una especie de bloque fronterizo con el senderillo de la derecha, en el que se asienta -situada junto al patio trasero del hostal 'El Denario'- la Casa Consistorial. Es precisamente éste el camino que lleva a la ermita de Los Mártires y el que todos los años, el día 12 de mayo, para ser exactos, recorre la procesión vecinal portando fervorosamente sobre sus hombros los palanquines con las santas reliquias objeto de veneración.
Llama la atención, al poco tiempo de comenzar a caminar sobre él, el penetrante olor a excrementos de vaca de una granja situada en las inmediaciones, que traen a la memoria esos tiempos de la niñez en los que todavía se veía al lechero llevando el burro de las bridas o tirando de un carrito lleno de bombonas de leche, pasarse de casa en casa con tan imprescindible alimento.
El paseo, embaldosinado y rodeado de árboles, suele ser resbaladizo y peligroso en los meses de invierno, cuando las heladas -duras como ésta antigua tierra- hacen acto de presencia. No obstante, en primavera, pasear por él constituye una pequeña obligación para aquella persona que, deseosa de tranquilidad y belleza, descarte pasear por un lugar no exento tampoco de belleza aunque sí más concurrido, como son las riberas anexas al puente y la conjunción de los ríos Tera y Duero.
Una de las caracteristicas más llamativa de la ermita, bajo mi punto de vista, destaca en su pórtico de acceso, junto a motivos vegetales y pequeñas cabezas de hombres y seres monstruosos cuyo significado, olvidadas las claves hace mucho tiempo, se ha perdido. Me refiero a la representación de uno de los modelos de arco representativos del cercano monasterio de San Juan de Duero, que tanta admiración provoca en el observador por su magnífica ejecución, así como por su geométrica belleza. Cerca de ellos, en la parte más alta, hacia la derecha, una curiosa marca -casi imperceptible a simple vista, pero intrigante- da lugar a suspicacias: ¿se trata de un laberinto, 'dibujado' intencionadamente?. ¿O quizás de una representación simbólica del cerco de Numancia?. Sea lo que sea, el único dato objetivo, es que los vecinos apenas prestan atención a estos detalles, y menos en un día en el que, vestidos de gala, se disponen a satisfacer las demandas de la Tradición un año más.
Es pasado el mediodía, cuando doblando la calle principal con el porta-estandarte al frente, la procesión enfila el camino de la ermita. Un par de horas antes, los músicos ya se han instalado y probado sus instrumentos, situándose en la parte trasera, junto a la puerta de acceso, debajo de donde originariamente debía de encontrarse el coro, que fue completamente derruído tras la restauración.
Detrás del porta-estandarte, cuatro mozos portan sobre sus hombros el palanquín sobre el que descansan las cabezas de los santos mártires Nereo, Aquileo y Pancracio. A continuación, y transportada por mujeres en un palanquín más pequeño, la cabeza de la santa mártir, Domitila, precede a don Carmelo, párroco de Garray y Abad de San Saturio, que al frente de la feligresía, asciende el camino hacia la ermita entonando los cánticos y salmodias tradicionales.
Se trata de un momento que, en mi opinión, hechiza y dota de un sabor especial a un día en el que no es difícil llegar a tener la sensación de que el tiempo, desafiando por una vez las Leyes de la Física, parece haberse detenido.
Sin el bautizo de la costumbre, para un observador foráneo, cualquier detalle está dotado de un cariz especial.
El anciano numantino, pese a todo, hace tiempo que ha llegado y tanto él como sus muletas, descansan en un banco de la primera fila, cuando la procesión penetra en la iglesia y algunos minutos después, comienza la misa.
Hay una parte de la liturgia, en la que don Carmelo, con todo lujo de detalles, cuenta -quizás por enésima vez- la historia de los santos mártires, acaecida en la roma del emperador Aureliano alrededor del siglo 92 d. de Cristo. Y he de reconocer -sin dejar de grabar en vídeo y tomar fotografías consentidas del acto- que hay un momento en el que me recuerda a un genial profesor de Literatura que tuve en el Instituto -el Señor Montes-, que nos hacía vibrar de emoción cuando nos narraba las leyendas de Bécquer, tema en el que era un experto.
Pero sin duda, el momento más emotivo del acto -una vez finalizada la liturgia- es aquél que precede a su finalización, cuando los fieles desfilan en dirección al altar, donde besan con devoción las santas reliquias.
Devoción, por otra parte, que les une a todos otra vez camino del pueblo, donde en un local habilitado por el Ayuntamiento, celebran una pequeña fiesta de hermandad, en la que todos participan; incluido nuestro anciano numantino, que con idéntico coraje a como subió, desciende ahora la cuesta pasito a paso, pero desde luego, sin desfallecer.

domingo, 11 de mayo de 2008

El río Lobos se desborda


Las últimas lluvias caídas en la provincia, y en especial en Ucero y el entorno del Cañón del Río Lobos, han provocado que el río se desborde en varios lugares. Tal desbordamiento, provocó que ayer sábado no se pudiera cruzar el puente por el que se accede a la Cueva Grande, situada enfrente de la ermita de San Bartolomé, según me ha comentado el guarda forestal.

Ésta situación no ha sido obstáculo para que muchos visitantes se decidieran a desafiar las inclemencias del tiempo, incluído un autocar procedente de Tarragona con treinta excursionistas a bordo, y aunque, por motivos personales, el guía no ha podido proceder a la apertura de la ermita en el día de hoy, el tiempo no ha sido tan inclemente como se preveía y seguro que, al menos, habrán disfrutado de un día agradable en un entorno privilegiado.