Cercanos al entorno, aunque
adentrándonos hacia el interior, pero siguiendo esa carretera general que une
dos poblaciones de cierta importancia, como son Almazán y el Burgo de Osma,
merece la pena detenerse en algunos pueblos y acercarse hasta sus parroquiales.
Ese sería el caso, para empezar, de la pequeña población de Aguilera y su
curiosa e interesante iglesia, dedicada a la figura de San Martín de Tours.
Aunque no parece haber documentación histórica que lo avale, algunas fuentes
observan cierto templarismo en este
templo que, por sus características, bien haber constituido, como era costumbre
en la época –el siglo XII, cuando la región representaba parte de la denominada
frontera del Duero, que separaba la
España cristiana de la España musulmana-, un ejemplo –abundante, por cierto en
la provincia- de lo que se ha dado en denominar iglesia-fortaleza. Perteneciera
o no, en algún momento determinado a los templarios, lo que sí es cierto, es
que está comprobada la presencia de las órdenes militares en las cercanías,
como lo demuestra la proximidad del templo de San Juan Bautista, en Hortezuela
que, se supone, perteneció a un convento o a una encomienda de la orden de San
Juan de Jerusalén y sobre cuya portada todavía puede verse su escudo, luciendo
una magnífica cruz de Malta
Próxima a ambas poblaciones, también se localiza la
importante plaza de Berlanga de Duero –con su magnífica Colegiata dedicada a la
figura de Santa María del Mercado o del Azogue, su impresionante castillo
amurallado y sus leyendas cidianas-, y algunos insignificantes kilómetros más
allá, en majestuosa soledad, la inimitable iglesia mozárabe de San Baudelio de
Berlanga.
Como en los casos que hemos visto
con anterioridad, también en esta iglesia de Aguilera, llaman la atención las
volumétricas proporciones de su portada, así como las representaciones de los
capiteles que sirven como basa de sustento a sus seis arquivoltas. Capiteles,
compuestos por motivos foliáceos, aves bebiendo de una fuente y pareja de
arpías, en el lado izquierdo, secundados por otro motivo foliáceo, una lucha
entre caballeros y un tercero, el central, bastante inusual, o cuando menos
poco corriente, que muestra a dos individuos volteando por los pies a un tercero. Numerosos y
variados, también, son los motivos crucíferos o graffitis de peregrino, que se
observan en las paredes de su vistosa galería porticada, así como algunas
marcas de cantería y alquerques, o triples recintos celtas, que vuelven a
recordar, así mismo, parte de la estrategia desplegada, por ejemplo, por los
templarios en sus fortalezas. Cuestión de opiniones o no, personalmente observo
una mayor habilidad en el diseño de los motivos vegetales de los capiteles del
pórtico, superiores –vuelvo a repetir, según mi opinión- a aquellas otras
representaciones antropomorfas que lo complementan, cuya mano, además, no
parece ser la misma que la que labró los capiteles anteriormente descritos del
pórtico principal de entrada: ¿manos mudéjares, quizás, especializadas en tales
temáticas, por cuanto cualquier otro tipo de representación antropomórfica les
estaba prohibido?. Incluso, pudiera darse el caso, además, de que éste, es
decir, el pórtico principal, no fuera originario de este templo y pudiera haber
sido incorporado con posterioridad, como así ocurrió con la torre.
Independientemente de cualquier tipo de especulación, sí parece evidente, sin
embargo, la utilización de elementos de relleno, como lo demuestran esos
capiteles que se localizan en el frontal superior de la galería porticada, por
su parte exterior, que encajan en el lugar donde deberían haber estado los
canecillos que complementarían a los que todavía permanecen, consistiendo éstos
en cabezas humanas y cabezas animales.
Como colofón, y a título informativo para quiera
ampliar ruta, adentrándose por tierras berlanguesas, añadir que hay un camino
rural, que en apenas media docena de kilómetros, desemboca en Berlanga de
Duero.