A escasa distancia de ambas
Bayubas, la de Arriba y la de Abajo –o como más probablemente se denominaran,
así mismo, en tiempos históricos de Suso
y de Yuso, como los famosos
monasterios de La Rioja-, se encuentra, también, el bonito pueblo de Valdenebro. Valdenebro es un
pueblo que, siguiendo milenarias tradiciones, se recoge, formando un arco de
ballesta –como diría el gran poeta Antonio Machado, refiriéndose al Duero a su
paso por San Saturio- alrededor y debajo del montículo en el que se levantan
los cimientos de su vieja parroquial. Una parroquial que –posiblemente, siguiendo
los preceptos de Bitrubio en cuanto al lugar en el que se debe construir un templo,
determinado por la deidad al que ha de estar consagrado-, se encuentra bajo la
advocación de San Miguel Arcángel. Dejando aparte algunas complementarias
circunstancias –como las reformas y añadidos de épocas modernas, entre ellos,
la sacristía-, este templo de San Miguel, contiene todavía interesantes
elementos originales, con los que especular.
Uno de los más notables,
posiblemente, se localice en su cabecera, rematada con arcos ciegos, tipo
lombardo –similar, a los que se muestran en otros lugares de la provincia, como
en la parroquial de San Juan Bautista, en la cercana población de Rioseco de
Soria-, que parece sugerir la actuación de un taller diferente al que levantó
el templo de la vecina Bayubas. Si bien de canecillos simples y lisos, los
capiteles de su pequeño ventanal, así como los que soportan los arcos ciegos,
parecen complementarios y de idéntica temática a aquellos otros que se
localizan en su portada principal, situada en el lado sur, a la que ofrece
cobijo un pórtico moderno. Destaca ésta, así mismo, por su voluminosidad –donde
los expertos, sugieren más que posibles influencias de origen burgalés-, y a
juzgar por el color de la piedra, ha debido de ser restaurada en época reciente
y desprovista de la pátina temporal que es de suponer, la hacía venerable, en
época reciente. Curiosamente, si bien en sus motivos, como se ha dicho, se
recoge una austeridad comparativamente cisterciense, llama la atención, la
inclusión, entre la temática vegetal, de dos capiteles historiados, que
muestran sendos leones con sus cuellos atados a tallos de plantas, en la parte
central de los capiteles de la izquierda, así como un torso humano, en idéntica
situación, pero en el lado derecho, que podría hacer alusión, quizás, a
cualquiera de los dos Juanes, el Evangelista o el Bautista, cuyas figuras,
tanta devoción despertaron siempre entre las gentes, y cuyas festividades, como
se sabe, basadas en el modelo bifronte del dios romano Jano, determinan los que
quizás sean dos de los periodos más señalados y festivos: los solsticios de
verano.
Como dato complementario, añadir que también en este lugar, y situada a escasos metros de distancia de la espadaña de la iglesia, se localizan las escuelas de un pueblo, cuyo vocablo conserva esas antiguas raíces celtíberas, determinantes de las características del antiguo asentamiento: valle de los enebros. Vocablo que, comentándose como detalle anecdótico, podría determinar también la influencia de antiguas divinidades, posteriormente cristianizadas, como ocurre con la vecina provincia de Guadalajara, y el santuario, situado a las afueras del pueblo de Tamajón, algunos más arriba de un curioso complejo rocoso conocido la Ciudad Encantada y en ruta de peregrinos, dedicado a la Virgen de los Enebrales.