Enigmas de San Pedro Manrique: las ruinas de San Miguel
Alargada y escurridiza, como en Magaña, la sombra de los templarios planea con cierta persistencia sobre ésta auténtica flor de las Tierras Altas que es San Pedro Manrique. Inadvertido durante prácticamente todo el año, consigue, sin embargo, que los fuegos que anuncian la llegada del solsticio de verano sean seguidos y venerados en buena parte del mundo, reuniendo a su alrededor a cientos de curiosos y visitantes. En efecto, es durante esa noche mágica, cuando la sangre celtíbera que corre por las venas de los sampedreños recuerda antiguos, que no olvidados, ritos en honor de Beltane y aunque adaptados -que no adoptados- por la carismática Iglesia Católica, hacen -tendré oportunidad de comprobarlo dentro de unos meses- que el antiguo, orgulloso grito de guerra que un día surgió desde la vecina Numancia se refleje en los ojos de esos audaces que caminan descalzos sobre las brasas, bien en solitario o bien con una mujer sobre las espaldas. ¿Cómo hubiera sido posible -me pregunto- que un...