lunes, 18 de mayo de 2009

Aquellas pequeñas cosas: el Tera y el Duero a su paso por Garray

Aquellas pequeñas cosas, título de esa entrañable canción que Serrat incluía dentro de un LP que dió la vuelta al mundo, mientras le cantaba al Mediterráneo sueños y cabello al viento; guitarra y juventud en bandolera. Lejos de mi intención está cantarle a un mar que apenas visito, aunque sí quiero dedicar esta entrada a dos ríos que, lejos de ser mar, guardan -como el Mediterráneo- la memoria de culturas y civilizaciones pretéritas y son todo un emblema en la provincia: el Duero y el Tera.

La hora mágica, aproximadamente las cinco de la tarde. Después de nuestra aventura matutina en la Fontana y Calatañazor -donde comimos en el restaurante La Casa del Cura, que no tengo ningún reparo en recomendar-, recalamos en Garray. Tiempo y lugar para una visita a unas amigas entrañables. Teresa, que a veces me induce a pensar que tiene cualidades de pitonisa -aunque en realidad es licenciada en Arte, numantina de pro y poseedora de un corazón tan grande, que a veces me maravilla pensar cómo se las apañó Dios para que la entrara en el pecho-, dice que nos esperaba. Aunque con ella nunca se sabe, sigo pensando que la dimos una grata sorpresa.
Teresa reside en Madrid con Rafaela, su madre, y Mamen, su hermana, y las tres pasan buenas temporadas en su piso de Garray. Un piso que forma parte de un edificio de porte moderno y fachada blanca -vamos, de fina estampa, como diría María Dolores Pradera-, que uno se encuentra apenas se atraviesa el puente que, cual árbitro, señala la confluencia de los ríos Duero y Tera. Es curioso, pero según ella, nos vemos casi más en Soria que en Madrid. Y la verdad -mea culpa, lo confieso- es que tiene razón.
Siento un grato placer cuando, sentado en la mesa frente a un oloroso café que me trae aromas lejanos a cafetal indiano, niebla en la montaña y lluvia mojando los campos, reviso los últimos artículos que Teresa ha escrito para sendas revistas de Arte. Hay un momento en el que, amantes de los animales, todas, excepto Rafaela, acuden a casa de la vecina para ver y acariciar al Jimmy. El Jimmy, claro, es el perro. Pero es un perro muy pagado de sí mismo, y a su manera, muy especial. Teresa lo disculpa argumentando en su favor, que posiblemente su anterior dueño le pegaba. Pero lo que es un hecho cierto, es que el Jimmy no acepta hombres en casa, excepto a su dueño, y aún a éste le costó lo suyo llegar a conseguir una tregua con él.
Rafaela, que hace unos días se ha torcido un pie y afortunadamente ha escapado del trance con dolores pero sin rotura -detalle que a su edad induce a pensar que el ángel de la guarda permanece toda la vida atento-, mira hacia la puerta contemplativa. En ese momento, echo un vistazo por la ventana. Desde luego, apenas tiene nada que ver con el espectáculo de la Fontana, pero -¡ay! ¡aquellas pequeñas cosas!- el sol incide tan de lleno en las aguas del Tera, que por un momento, deslumbrado, contemplo un espectáculo inusual, aunque no exento de una gran belleza natural. Entonces la mente -viajera y marinera, como ese barquito de papel con el que también Serrat homenajeaba a Machado, más o menos por la misma época- navega plácidamente por la ribera de los sueños...
Veo al Tera, vestido de gala y plata, correr alegre al encuentro del Duero y juntos bajar cantando hacia Soria. Atraviesan la finca de los Marichalar, susurrándole a las ruinas de Numancia, que dormitan sobre la colina -tal vez esperando una nueva visita del entrañable santero de Gaya Nuño, aquél al que le gusta ir a Numancia cuando sopla el viento-, por encima de la ermita de los Santos Mártires -Nereo, Aquileo, Pancracio y Domitila, recientemente celebrados, aunque en sus inicios, estuvo bajo la advocación de San Miguel- y entre remolinos de espuma blanca le dicen adiós a la Virgen del Espino, contemplativa, allí, sobre el altar barroco de su ermita, en el cerro junto a las ruinas del castillo, en ese mismo lugar en el que la tradición insiste en afirmar que se le apareció a un labrador mientras faenaba con sus bueyes enfrente del Hotel Leonor.
Hacia el lado contrario, en ese lugar mágico donde el Monte de las Animas proyecta su becqueriana sombra sobre el monasterio de San Juan durante buena parte del día, y donde el sol tiñe de oro sus sonrosados arcos de origen mudéjar, las aguas, más raudas aún si cabe, corren al encuentro del Santo Patrón, atravesando el puente medieval de la ciudad, en cuya ermita, de estilo churrigueresco y excavada a cal y canto sobre la roca, le dicen adiós en su loca carrera hacia el mar...
En fin, como decía al principio, sólo se trata de esas pequeñas cosas; pero a veces....¡qué entrañables e importantes son!.

Diario de un Caminante, Garray, 15 de Mayo de 2009


domingo, 17 de mayo de 2009

Soria se hace camino al andar: Segundo Aniversario

Hace justamente un año, tenía la grata satisfacción de celebrar el Primer Aniversario de un blog, Soria se hace camino al andar, que nació de casualidad y en base a unos cimientos sencillos, los cuales se iban asentando a medida que los sueños de un solitario caminante comenzaban a ser mas sólidos, profundos y lúcidos mientras se adentraba en una provincia repleta de sorpresas y maravillas.
En muchas ocasiones, mientras el caminante adulto viajaba a la caza de objetivos, el ojo siempre curioso del caminante niño buscaba, a través de un objetivo muy diferente -el de una cámara de fotos- todas esas cosas, anecdóticas y sencillas, que posiblemente el caminante adulto hubiera dejado pasar sin apenas darles importancia. El corazón de este blog, está constituido, pues, por la unión de ambos caminantes. Es un blog donde todo, incluídos los sueños, tiene cabida y razón de ser.
No siempre resulta fácil llegar a la meta y el camino es largo; pero cabe el orgullo de decir que, de momento, aquí estamos. Y también cabe el orgullo personal de celebrar el Segundo Aniversario de un blog que nació a la sombra del poema de un poeta inmortal, que soñó y vivió caminos mucho antes que un servidor. Su nombre: Antonio Machado. A él quiero rendir también un pequeño homenaje:

Caminante no hay Camino...
¡Soria se hace Camino al Andar!