sábado, 26 de junio de 2010

Yo estuve aquí...

El día 21 de julio de 1969, ocurrió uno de los hechos más importantes y trascendentes en la Historia de la Humanidad: bajo la famosa frase The Eagle has landed -el Águila ha aterrizado- el módulo lunar del Apolo XI, se posaba en la superficie de nuestro satélite. Aparte de las huellas y la bandera norteamericana, uno de los tripulantes de dicho módulo lunar -Neil Armstrong- dejó una placa conmemorativa, que rezaba lo siguiente:
Here men of the planet Earth first set foot upon the Moon, July 1969 A.D. We came in peace for all Mankind...
Aquí, unos hombres procedentes del planeta Tierra, pisaron por primera vez la Luna en julio de 1969 d.C. Vinimos en son de paz en nombre de toda la Humanidad.
En realidad, Armstrong no hizo nada extraordinario, a excepción de dejar, una vez más de manifiesto, algo que considero común a la naturaleza humana desde el alba de los tiempos, y de lo que tenemos suficiente constancia en lugares, por ejemplo, como la cueva de Altamira. Armstrong no hizo, si no, como digo, seguir ese impulso, innato en el ser humano, de dejar testimonio de su presencia, como una especie de revulsivo atávico encaminado a combatir, de alguna manera, la difícil prueba de aceptación de su propia mortalidad y su deseo intrínseco de permanencia.
Partiendo de este supuesto, es posible que aquí radique la costumbre, común a numerosos lugares, sean éstos de índole religiosa o no, de poner a disposición de los visitantes un Libro de Visitas en el que dejar constancia de su paso por el lugar.
Considérese morbo o curiosidad, pero siempre me ha llamado la atención el Libro de Visitas dispuesto en la ermita del Santo Patrón de Soria, San Saturio, y a veces me he deleitado ojeando los comentarios de los visitantes, de la más diversa índole y procedencia.
Antropológicamente hablando, estas citas, frases, dibujos e incluso garabatos, no dejan de ser testimonios más o menos fidedignos de ese microcosmos particular que en el fondo constituímos cada uno de nosotros, aunque condicionados siempre por ese otro macrouniverso en el que habitualmente nos desenvolvemos. Por ello, no es de extrañar encontrarnos en estas páginas, todo tipo de sentimientos y manifestaciones; impulsos, en definitiva, que van, desde agradecimientos por ciertas concesiones realizadas por la intercesión del santo, a la cautivadora belleza del entorno, e incluso, comparativamente hablando, como pared donde exponer deseos o dogmas de carácter nacionalista.
En fin, sea como sea, un vistazo a un Libro de Visitas no deja de constituir, en el fondo, un compendio cultural de primera magnitud.