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Mostrando entradas de enero 18, 2009

Leyendas de Tiermes

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Tiermes, Termes o Termancia, todo un enigma cavernícola localizado en el extremo suroeste de la provincia, a escasa distancia de Montejo de Tiermes, Retortillo de Soria o Caracena, y apenas a una treintena de kilómetros de San Esteban de Gormaz. Una ciudad increíble cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, sobre la que historiadores y arqueólogos aún no terminan de ponerse de acuerdo. Un lugar que sorprende y sobrecoje, por un lado; que motiva a la investigación y hechiza, por otro. Un lugar, en definitiva, que aún tiene mucho que contar. No resulta difícil, pues, pensar que un lugar así fuera foco y origen, en tiempos, de multitud de leyendas; de mitos extraños y poco comprendidos, algunos incluso recogidos en cantares épicos, como el de Mío Cid, y por supuesto, hiciera saltar la chispa de la ambición entre los vecinos de las localidades cercanas, hasta el punto de que aún hoy, a alguna de estas localidades, se la conoce con el sobrenombre de 'pueblo de los ladrones'.

Crónicas de la Soria Blanca: Medinaceli II

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Álbum Fotográfico

Crónicas de la Soria Blanca: Medinaceli I

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Causa una extraña sensación de placer, contemplar la Ciudad de las Tres Culturas y los valles que la circundan -del Jalón y del Arbujuelo- cubiertos de níveo armiño. Si ya de por sí es todo un placer pasear en cualquier época del año por sus calles, estrechas y medievales, el placer visual se multiplica aún más, cuando se hace caminando con dificultad por un colchón de nieve de varios centímetros de altura. A esto se añade el poema de la nieve de sus tejados derritiéndose y cayendo en alegres y cantarines torrentes sobre el empedrado, formando pequeños lagos entre los que se bañan, a ráfagas, los tibios rayos del sol. Porque en Medinaceli, la poesía brota de cada piedra. Hasta tal punto, que seducido por su belleza, uno se perdona a sí mismo del pecado capital de la gula, saboreando cada instante que deambula por ella.

Crónicas de la Soria Blanca: Numancia

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¿Pueden las ruinas de una ciudad despertar tanta variedad de sentimientos; ofrecer tanta belleza, incluso cuando su historia está teñida de tragedia, sangre y destrucción?. Creo que sí. En este sentido, me considero afortunado por haber podido pasear entre esos muñones cargados de recuerdos, donde a veces el susurro del viento semeja el grito de libertad con el que miles de gargantas celtíberas enfrentaron un holocausto que, siglos más tarde, aún perdura entre las páginas más heróicas de la épica de este país. Y es que en Numancia -por mucho que se empeñe ese otro ejército invasor que espera impaciente la orden para lanzar a la ofensiva a sus excavadoras-, los fantasmas se niegan a desaparecer. He tenido el privilegio de visitar las ruinas de ésta ciudad arévaca en varias ocasiones, con el interés añadido de hacerlo en diferentes épocas del año; y si he de ser objetivo, no sabría decidirme en cuál de ellas la coquetería de Numancia hace que uno se sienta deslumbrado frente a su belleza

Crónicas de la Soria Blanca: Monasterio de San Juan de Duero

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'Para ti, San Juan mío, sólo quiero mi lateral, oblicua, alta mirada de pájaro. Tu enigma, tu cruzada te dejó puro, oh claustro, oh flor del Duero. Tus cánones, antífonas, corales juegan al corro de las cuatro esquinas, que a la luz de la luna de las ruinas varía sus mudanzas espectrales. ¿Te levantó el techado ángel cojuelo? ¿O quedaste inconcluso, criatura perfecta, como estás, abierto al cielo?. Nieves, soles, escarchas, tu ventura respetan, tus cadenas y tu anhelo. ¿Alzará el vuelo un día tu hermosura?' [Gerardo Diego: 'Velad'] Sin comentarios...

Crónicas de la Soria Blanca: San Saturio y el Duero helado

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No llegar a vislumbrar siquiera un atisbo de esa Soria pura, cabeza de Extremadura, no es, en mi opinión, llegar a conocer Soria, al menos un poquito más allá de lo que pone en los libros y en las guías turísticas, que a veces acumulan polvo inmerecidamente, olvidados en estanterías que se caen por su propio peso. {}

Crónicas de la Soria Blanca

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Una amiga me dijo en cierta ocasión -refiriéndose a la dedicación que ponía en el presente blog. muchisimo más avanzado que cualquiera de los otros que tengo la fortuna de tener en mi haber- que Soria es 'mi ojito derecho'. Y es cierto. No lo puedo, ni lo quiero negar. En lo que a mi respecta, Soria es ese pequeño terruño que todo emigrante lleva en el alma y al que no puede olvidar, por muy lejos que se encuentre. Porque Soria, toda vez que se adentra uno en sus insondables caminos, hechiza. Siempre he sentido envidia -sana, pero envidia al fin y al cabo- de aquellos afortunados que podían disfrutar de la belleza de sus lugares más emblemáticos, desde la perspectiva del crudo invierno. Disfrutar de la Soria de la blanca palidez, después de una extensa nevada. A diferencia de los inviernos de hace muchos años en Madrid-no recuerdo otro igual, a excepción de la nevada de hace cuatro o cinco años atrás, que en nada se pareció a la acaecida el pasado viernes, día 9- las vicisitude