miércoles, 2 de julio de 2008

Itinerarios Culturales: Monasterio de San Juan de Duero


'...entráse, luego, hasta el puente, y, antes de él, ancla en San Juan de Duero, con sus tapias húmedas de río, frente a la ermita de la Virgen y a la vista de la ciudad. ¡Ah, ya sabían los sanjuanistas del siglo XII lo que se hacían!. Como caballeros auténticos, eligieron lo mejor de la ribera y alzaron un monasterio donde comienzan las huertas, muy cerca del puente, y tan delicioso paraje que, si hubiera en el mundo algo mejor que la santería de San Saturio, no sería sino el abaciazgo románico de San Juan de Duero, merendando, como harían los sanjuanistas, un cordero asado en el claustro, a cinco metros del agua y de sus hierbas'.

['El santero de San Saturio', Juan Antonio Gaya Nuño, 1953 (1)]


Época de estío, de vacaciones y de alegres festividades, que nos empujan al movimiento y a la aventura. Época en la que los días, más largos, permiten un mayor aprovechamiento del tiempo. Con o sin crisis, la gente entra y sale. Muchos se desplazan hasta las playas del Levante, para abrazar al Mediterráneo y embadurnarse con el salitre de sus arenas; otros prefieren la belleza, el sosiego y la paz que proporciona la montaña. Algunos, sin embargo, desisten de una u otra alternativa y se quedan en su lugar de residencia, disfrutando de su merecida tregua laboral, haciendo desplazamientos cortos por las provincias vecinas. Aunque dedicada a todos, es precisamente a estos últimos a quienes van dirigidas las siguientes recomendaciones alternativas, por si fueran de su interés.
Soria, sin duda, es un lugar que ofrece múltiples perspectivas; y aunque le faltan costas y playas, de lo demás está ampliamente sobrada. Un lugar, que se podría definir, soñadoramente hablando, como situado 'lejos de ninguna parte y sin embargo, cerca de todas'; un lugar, que tiene el atractivo suficiente como para hacer que un recorrido, por corto que sea, a través de sus pueblos o simplemente por sus lugares más emblemáticos, se convierta en un viaje mágico, inolvidable y oportunamente cultural.
Éste, posiblemente, podría tener su mejor comienzo en la misma capital de la provincia, una vez cruzada la frontera de ese antiguo puente de piedra que separa la polis -donde se alternan pasado y presente con proyectos de futuro- de esa ribera natural donde el Duero -tal y como el providencial Nilo en Egipto- proporciona el agua y el limo necesarios para fertilizar una tierra ansiosa por mostrar su generosidad en forma de suculentos frutos.
Es precisamente aquí, en este lado privilegiado de la ribera, donde la magia aún existe y donde, como en los antiguos sortilegios de los cuentos que de niños leíamos con avidez, el tiempo, relativo, extraño y tremendamente caprichoso, después de todo, parece haberse detenido para siempre.
Ahora bien, la atención, como muestra el vídeo que ilustra la presente entrada, recae justo enfrente de ese misterioso Monte de las Ánimas de la leyenda becqueriana. Allí, en lo que en tiempos fue un monasterio -oficialmente, de monjes sanjuanistas u hospitalarios; románticamente, de freires milites o templarios- una tosca, antigua pared de piedra y adobe, oculta, como la roca en la entrada de la cueva de Alí Babá, un inconmensurable tesoro de belleza y precisión.
En efecto, una vez franqueada la austera puerta, resulta difícil no sustraerse a la hormigueante sensación que conlleva pensar que se ha traspasado el umbral a una dimensión oculta; una dimensión donde la matemática y la geometría se conjuran para hacer de la belleza todo un símbolo de inmortalidad, pues no en vano, tal maravilla fue creada -como bien dice el vídeo que se proyecta a los visitantes- para perdurar.
Como reliquia harto significativa de un tiempo de guerra, de oscuridad, y también de fe, la forma y distribución de sus arcos -famosos en el mundo entero, sin necesidad de haber sido expoliados y expuestos en la sección The Cloister's, en el Museo Metropolitano de Nueva York, como las malogradas pinturas de San Baudelio- consiguen un efecto subliminal, que conjura una alianza de civilizaciones, donde la corriente oriental, o mudéjar, se hermana sin censura con esa otra corriente occidental, o románica, creando un híbrido de perfección casi absoluta.
Resulta poco menos que imposible, pasear a través de ellos y no sentir ese magnetismo tan especial que emana de su distribución, dando sentido y valor a cada lado del rectángulo; no sentir, también, esa magia tan particular, convertida en práctica geometría que, cuál mandala oriental, invita al recogimiento, a la reflexión y a la búsqueda del conocimiento. En definitiva, a esa búsqueda de la perfección, que hacía posible una de las reglas más conocidas de la Tabla Esmeralda, atribuída a Hermes Trismegisto: 'tal como es arriba, así es abajo'.
Contemplar, pues, los arcos que conforman el claustro del monasterio de San Juan de Duero, es atisbar, de paso, una porción infinitesimalmente astronómica de ese Universo que apenas se comienza a comprender, y cuyas fundamentales, entre otras, son: proporción; equilibrio; medida; armonía y geometría.
(1) Extracto recogido de la guía de reciente creación 'Monasterio de San Juan de Duero: arquitectura e iconografía', Elías Terés Navarro/Carmen Jiménez Gil

lunes, 30 de junio de 2008

La leyenda de la Virgen del Mirón


'Insistimos en esta ley: siempre es una mano presuntamente divina o sobrenatural la que realiza el primer movimiento...para luego ser el hombre el que se encargue de interpretar, sacralizar y rendir culto'.

['La España extraña', Javier Sierra y Jesús Callejo]

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No les falta razón a los creadores de este auténtico best-seller del misterio. Provincia rica en testimonios marianos medievales, tanto de naturaleza artística de índole románica como gótica, Soria es una auténtica panacea para el buscador de misterios; de tradiciones; de ritos ancestrales, así como de todo tipo de sueños, fantasías y leyendas. Quien se adentra en este misterioso y fantástico mundo que conforma la imaginería mariana medieval, no tardará en verse irremisiblemente atrapado por él. Comprobará, a veces maravillado y otras decepcionado, que dentro de la exhorbitante riqueza mariana de la provincia, existe una no menos desconcertante falta de documentación; unas lagunas importantes en cuanto a nombres de vírgenes y sus respectivos orígenes e historias asociadas. Algunas tallas -quizás demasiadas, como para elaborar un censo lo más exhaustivo posible-, ya no están en las parroquias de las que antaño eran titulares; bien por traslado a museos de otras provincias cercanas -como Valladolid, donde, entre otras, tengo constancia de que se conservan algunas interesantes piezas pertenecientes a la iglesia de San Antón, parroquia de la pequeña localidad de Bordejé- o a grandes catedrales -como la de El Burgo de Osma- o incluso a lugares emblemáticos, semi despoblados de objetos, como puede ser el monasterio de San Juan de Duero.
Otras, es posible que todavía permanezcan ocultas, enterradas debajo de los altares, como es el caso, por ejemplo, de la 'Virgen con Niño' descubierta en las postrimerías de la Guerra Civil, enterrada bajo el altar principal de la iglesia de San Miguel, en Almazán.
Como decía, en San Juan de Duero descubrí, en el transcurso de mi última visita, una pequeña, maravillosa y curiosísima talla realizada en madera de nogal, policromada y datada en el siglo XIII, perteneciente, en origen, a alguna de las iglesias de la pinturesca población de Caracena: la Virgen de la Estrella.
El nombre no tiene desperdicio, y dentro del fenómeno mariano, no son pocas las historias que relacionan las apariciones de Vírgenes y de estrellas, dotándolas de un cariz simbólico especial.
Apariciones e historias, por otra parte, que suelen tener algunos nexos inmutables en común, como es, en el noventa por ciento de los casos, la forma, digamos, de su 'descubrimiento'. O, bajo mi punto de vista, de su 'redescubrimiento'.
Se sabe que cuando la invasión musulmana de la Península, muchas imágenes sagradas, así como gran cantidad de objetos de valor -las leyendas hablan de elementos como fragmentos de la famosa Mesa de Salomón, incluso del Arca de la Alianza o del enigmático Santo Grial, que todo el mundo da por hecho que se trata de la copa que en su momento se custodió en el monasterio de San Juan de la Peña, en Jaca, y actualmente se encuentra en la catedral de Valencia-, fueron ocultados y puestos a buen recaudo. Ahora bien, ¿quién, en los siglos posteriores, se encargó de ir sacándolas a la luz?.
Así mismo, muchas imágenes fueron 'oportunamente' encontradas en el interior hueco de árboles centenarios, cuando no milenarios. Pero no en el interior de árboles elegidos al azar, sino que, por el contrario, se trataba de árboles que habían gozado siempre, por sus especiales características, de la devoción y veneración de culturas pretéritas, como puede ser el caso del roble, árbol sagrado para numerosos pueblos, entre los que destaca, por supuesto, el pueblo celta, de cuya existencia en la provincia, se conservan numerosas huellas. Algunas otras, fueron encontradas en el interior de cuevas y grutas, que posteriormente se convirtieron en santuarios, cuya fama milagrera ha llegado casi intacta hasta nuestros días.
De la gran mayoría de imágenes marianas que existen en la provincia, pertenecientes a éste periodo histórico, apenas se sabe nada. Ahí tenemos, por ejemplo, el caso de la 'Virgen de Numancia', que se encuentra en la iglesia parroquial de San Juan Bautista, en Garray, y de la que se desconoce prácticamente todo, a excepción de estar fechada, aproximadamente, en el siglo XIII y de haber sido encontrada en las cercanías de las ruinas de la mítica ciudad arévaca, arrasada por las legiones del general romano Escipión el Africano.
También la 'Virgen del Castillo', poco más o menos de la misma época, y llamada así por haber sido descubierta entre las ruinas de la fortaleza califal, que actualmente se encuentra detrás del altar de la iglesia parroquial de San Esteban, en la emblemática población de San Esteban de Gormaz.
De algunas, como es el caso de la antigua Virgen de la Salud, que pertenecía a la ermita de San Bartolomé de Ucero, en el Cañón del Río Lobos, ha sobrevivido alguna breve descripción realizada por viajeros que a principios del siglo XX, tuvieron la oportunidad de verla, antes de que fuera vendida, según se comenta en el pueblo, por el entonces párroco del lugar. A éste respecto, se tiene constancia de que se trataba de una virgen negra, detalle que añade un grano de pimienta a un lugar emblemático, sin duda asociado con la Orden del Temple.
En muy pocas ocasiones -y éste puede considerarse un dato realmente curioso e interesante- el investigador se tropieza con el caso extraordinario de dos 'vírgenes hermanas', como son las del Espino, situada una en la catedral de El Burgo de Osma, y la otra a algunos kilómetros más allá, en dirección a Ucero, en un pueblecito cuyo curioso nombre, Barcebal, induce a multitud de sugerencias e hipótesis, a cuál más fantástica y atrevida.
Por eso, cuando el investigador se encuentra ante una imagen mariana, cuyo culto sigue en vigor y goza todavía de algunas referencias, aunque sean difusas y estén revestidas de ese halo de aparente verdad que acompaña siempre a toda leyenda, no deja de reconocer su importancia, aferrándose a ella como un náufrago lo haría a un tablón de madera, aparecido providencialmente en mitad del Océano. Tal es el caso, desde luego, de la Virgen del Mirón.
Sobre sus orígenes, circula la leyenda de que la primitiva iglesia fue fundada en el siglo VI por el rey suevo Teodomiro, aunque no hay evidencia histórica que determine la veracidad de ésta afirmación, como tampoco la hay de que el nombre de la Virgen conmemore el de su hijo, Miro. Sí se sabe, por ejemplo, que la posterior iglesia románica -de la que sólo se conserva parte del ábside, convertido hoy día en sacristía- ya existía en 1270, como así queda reflejado en el padrón vecinal mandado hacer por el rey Alfonso X el Sabio, famoso, entre otras muchas cosas, por su afición al ajedrez, las piezas de cuyos tableros, hechas por encargo, parece ser que representaban tanto a amigos como a enemigos.
Es de resaltar, así mismo, que en el cerro en el que se asienta la iglesia, a orillas del Duero y poco menos que enfrente del Monte de las Ánimas y del monasterio de San Juan, ya hubo asentamientos humanos que se remontan, cuando poco, a la Edad del Bronce. Hablamos, pues, de un lugar de interés cultural y cultual, cuya disposición ya llamó la atención de humanidades pretéritas, contando, pues, con una longeva tradición.
Continuando con la tradición asociada a este peculiar estilo de imágenes, la leyenda insiste en atribuir su descubrimiento, en el caso que nos ocupa, a un labrador -en otros casos se trata de pastores, pero generalmente, la gente 'elegida' para el descubrimiento, es gente llana y sencilla, cuya credibilidad e ingenuidad parece estar siempre asegurada- que se encontraba arando la tierra en las inmediaciones. Llegado a cierto punto, los bueyes, testarudos, se negaban a seguir avanzando, no siendo posible moverlos ni siquiera con la ayuda de la vara.
Tan extraño acontecimiento se repitió varias veces, hasta el punto de que el labrador en cuestión, profundamente impresionado, acudió a exponerlo a las autoridades pertinentes.
Cuando éstas se personaron en el lugar, acompañadas del labrador, y comprobaron el fenómeno con sus propios ojos, mandaron que se excavase en aquél punto. La leyenda, al menos hasta lo que conozco de ella, no especifica quién fue el artífice de la idea: si el cura, el alguacil, o cualquier otro de los allí presentes, dato que, en mi opinión, podría ser determinante y de interés.
Continúa exponiendo la leyenda, que al poco de comenzar la excavación, encontraron la imagen de la Virgen, y el labrador, cayendo al suelo de rodillas, no hacía sino repetir: '¡mira, Mirón! ¡mira, Mirón!'.
Dadas las circunstancias, y habiéndose producido los suficientes indicios como para considerar como de índole milagrosa el acontecimiento, las autoridades eclesiásticas mandaron construir una ermita en el lugar, instaurándose el culto a la Virgen del Mirón, que se ha ido perpetuando hasta nuestros días, aunque en 1630 se hermanó con el culto a San Saturio, cuya popularidad, creciente, no tardó en convertirlo en Santo Patrón de la ciudad.
Algo tosca en cuanto a los rasgos faciales de Madre e Hijo, según opinión de los expertos, la imagen de la Virgen del Mirón está fechada en el siglo XIV. Tiene al Niño en el brazo izquierdo y en la mano derecha, sostiene una manzana, símbolo, entre otros, de la inmortalidad.
Curiosamente, y en esto se asocia con la popular figura de San Isidro, es Patrona, también, de los labradores, celebrándose su festividad el mismo día; es decir, el 15 de mayo.