Ermita románica de Los Mártires (s.XII-XIII), Garray


Declarada Monumento Histórico-Artístico en 1994, la ermita románica de Los Mártires destaca, tanto por sus características arquitectónicas, como por sus características simbólicas. Situada a apenas unos cientos de metros del pueblo de Garray, se la puede encontrar recostada sobre la misma colina que contiene los impresionantes restos de la ciudad arévaca de Numancia, arrasada por el general romano Escipión el Africano, en el año 133 antes de Cristo.
Sorprende a más de un investigador, que la ermita esté fechada en el año 1231 -como indica una inscripción situada al exterior del muro norte-, pues viene a confirmar, en parte, la teoría de que la mayoría de los templos del románico de las provincias de Soria, Segovia y Guadalajara, datan del siglo XIII.
En un principio, la ermita estaba dedicada a la figura del arcángel San Miguel, cuya primera aparición conocida data del 8 de mayo del año 492, en una gruta del Monte Gargano, Italia. Este es un dato importante, porque a partir de esa primera aparición, la figura de éste arcángel guerrero -se le suele representar, generalmente, con el demonio claudicando a sus pies, aunque a veces, éste se cambia por la figura de un dragón- inspiró numerosas peregrinaciones, así como todo tipo de iglesias y ermitas levantadas en su honor.
Dedicada, como decíamos al principio, al arcángel San Miguel, mantuvo su advocación hasta el siglo XVIII, cuando -después de ser trasladadas sus reliquias desde Roma- fue dedicada a los santos mártires Nereo, Aquileo, Domitila y Pancracio, actuales patronos del pueblo de Garray.
Su ábside mantiene la cubierta primitiva de lajas de piedra, columnas resaltadas, canecillos historiados y estrechas ventanas. A pesar de las reformas, también conserva la portada original, con arquivoltas y tímpano, decorado éste con estrellas y motivos florales, flanqueadas por columnas que sostienen capiteles, en los que se pueden apreciar elementos decorativos como quimeras, animales fantásticos, así como elementos vegetales, muy abundantes en este tipo de lugares. En la pared norte conserva, junto con algunas inscripciones romanas, otra inscripción medieval:
ISTA VORAX FOSA / CLERICORUM CONTINET OSSA / METII ET LICI / DEGENTUR SEMPER AMICI (ESTA FOSA VORAZ CONTIENE LOS HUESOS DE LOS CLÉRIGOS MECIO Y LICO, QUE VIVIERON SIEMPRE AMIGOS).
Otra inscripción, todavía legible, aunque mucho más reciente, dice lo siguiente:
NEREO XIMENEZ AÑO 1832
Por desgracia, la mayoría de inscripciones, así como muchos de los símbolos, están tan deteriorados por la acción del tiempo, que resulta prácticamente imposible proceder a una identificación positiva, la cuál no dudo, sería de lo más enriquecedora e interesante.
No ocurre así, por ejemplo, con la cruz latina y la cruz paté -indicativa de la presencia del Temple por estas tierras- que aún pueden observarse, toscamente labradas, en la doble columna derecha que sostiene los capiteles de la puerta de entrada al templo.
También pueden observarse, en la pared exterior del ábside, extraños símbolos cruciformes, alguno de los cuales, bien pudiera hacer referencia al Gólgota, lugar donde se produjo la crucifixión de Jesucristo, pues representan una cruz latina enclavada o elevándose sobre lo que parece ser un montículo.
Pero sobre todos ellos, destaca -por su semejanza a aquél célebre signo que puso de moda un 'platillo volante', fotografiado en 1967 en San José de Valderas, Madrid, aunque no es mi intención traer a colofón el tema de Ummo, así como toda la literatura que arrastra consigo- y por claridad con la que todavía puede apreciarse, un curioso símbolo que recuerda un tridente, con su palo largo y sus alas en forma de épsilons griegas invertidas.
Otro detalle interesante, son las figuras que decoran los capiteles. Cabezas en su gran mayoría -algunas humanas, otras animales y otras, como era de esperar, de marcado carácter demoníaco- entre las que destaca, aparte de la figura de un águila sin cabeza -considerada universalmente como símbolo solar, por su vuelo elevado; como emblema de poder por su fuerza y valor; entre los cabalistas, representa la perspicacia y vista que debe tener el verdadero cabalista-, un centauro.
Simbológicamente hablando, la figura del centauro representa la bestia que todo hombre lleva dentro, la violencia, ya que se encuentran dominados por las fuerzas animales. Pese a ello, dan una imagen clara y patética de la doble naturaleza que posee el ser humano, una bestial y otra divina.
En definitiva, creo que el buscador de señales no malgastaría su tiempo dejándose caer por el pueblo de Garray, echando, de paso, un vistazo a las ruinas de Numancia y a la ermita de Los Mártires, compartiendo con los demás sus propias experiencias y conclusiones.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La vieja gloria de Arcos de Jalón

El fascinante enigma de la tumba de Almanzor

Sotillo del Rincón y la rebelión de Lucifer