Campos de girasoles
Siempre me he sentido atraído por ellos; por su belleza, su elegancia y porque siempre me han recordado pequeños soles que nacen de la tierra, echando sus raíces en lo más profundo de ella. Todo un símbolo esotérico cuyo misterio, no me cabe duda, atrajo también en su día a un genio de la pintura como fue Vincent Van Gogh.
Ocurrió el pasado domingo, 24 de agosto, mientras conducía por la carretera CL-116 que une las poblaciones de Almazán y El Burgo de Osma, donde tenía una cita con la ermita de San Bartolomé y la romería de la Virgen de la Salud. Recién dejada atrás la población de Almazán por la zona del polígono industrial, no dejaba de observar los campos, curioso y gratificado a un tiempo. Y es que en este trayecto, los girasoles abundan. Su color, amarillo chillón se distingue a lo lejos, dotando al contorno de una alegría con la que sólo pueden rivalizar las amapolas en primavera, o incluso esas sabanas de pastos que, repletos de clorofila ofrecen un aspecto norteño, difícil de igualar.
Supongo que a consecuencia de una primavera tan lluviosa como la que hemos tenido este año, el aspecto de los girasoles eran tan genuinamente atractivo, tan vigoroso, que su sola contemplación causaba cierta sensación de alegría.
Naturalmente, recordando la información proporcionada por el amigo Juan Koborron, de Berlanga de Duero, con respecto a la iglesia de San Juan Bautista, iba con tiempo suficiente para detenerme unos minutos en Hortezuela y buscar ese escudo con la cruz de ocho beatitudes que atestiguaba la presencia en el lugar, en tiempos, de los caballeros hospitalarios de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén. En efecto, no tardé en descubrirlo, coronando el pórtico de la iglesia. Fue allí, precisamente, donde tomé las imágenes que se muestran en el vídeo.
Sobre la pregunta de qué fue del antiguo monasterio hospitalario que se situaba en las inmediaciones, francamente no lo sé. Pero sí se me ocurre pensar que posiblemente sus restos descansen debajo de esos campos de girasoles. Y de ser así, mantengo la opinión de que no habría lápida más hermosa, ni tampoco símbolo solar más glorioso sobre la tierra.
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Un abrazo.