Ucero: iglesia de San Juan Bautista


Ese domingo de mayo, en el que después de varios intentros frustrados pude acceder a la iglesia de San Juan Bautista, un auténtico diluvio de agua se había abatido y continuaba abatiéndose, sobre Ucero y el entorno del Cañón del Río Lobos. En efecto, tuve ocasión de comprobarlo, al poco de penetrar en el Parque Natural y ver el desbordamiento del río. Un río, por lo general, tranquilo, apacible y de fluvial poco dado a los excesos. Como es lógico y una vez confirmado por el guarda que la ermita estaba cerrada -no por el tiempo, que visitantes, pocos, había, sino porque Eric, el guía, tenía un compromiso familiar y no podía asistir a abrir- hice propio el refrán de que no hay mal que por bien no venga, y consideré la conveniencia de aprovechar algunos minutos de un tiempo -la mayoría de las veces contado para los que tenemos que desplazarnos entre provincias- en charlar con el guarda, sabedor, por anteriores experiencias de que éste -cuyo nombre para más señas de reconocimiento y agradecimiento, es Juan Gonzalo Sanz- podría proporcionarme una valiosa información. De hecho, así fue. Pero quizás el dato más valioso que me proporcionó ese domingo, era que a las once había misa en la parroquia de San Juan Bautista. La ocasión, pues, la pintaban calva para acceder a la iglesia y confirmar muchos de los datos proporcionados de palabra.
Pasaban, aproximadamente, quince minutos de las once cuando llegué a la iglesia, y la lluvia arreciaba, dando la impresión de que las nubes que se encontraban por encima del pueblo, tuvieran prisa por ceder su sitio a aquéllas otras que -tanto o más negras- se apreciaban por la parte de Barcebal y El Burgo de Osma y que, cuál terrible escuadrilla de bombarderos, era de prever que no tardarían en alcanzar también su objetivo sobre Ucero.
En las cercanías del pórtico de entrada al templo, el agua formaba un reguero cuya corriente, vertiginosa plaza abajo, posiblemente echaba de menos ese barquito de papel con sus bodegas repletas de sueños, que dos esquinas más arriba hubiera botado una mano infantil, pensando -quizás- en un formidable navío de carga templario que abandonaba el puerto de La Rochelle con rumbo secreto y destino misterioso.
No es obsesión, como pudiera parecer a priori, pero no se puede hablar de Ucero, del entorno del Cañón del Río Lobos y tampoco de la parroquial de San Juan Bautista, sin que la sombra de éstos aceche, sigilosa, en los detalles. Se tiene plena consciencia de ello, según se entra en el pueblo y lo primero que llama la atención es el reclamo que, amparándose en la singular pentalfa de la ermita de San Bartolome, invita a hospedarse, precisamente, en la Posada de los Templarios.
Incluso camino de la iglesia, se puede ver algún que otro cartel indicativo, de naturaleza y factura más tosca, cuya flecha señala una dirección. Y es que la Posada de los Templarios, para más referencias, se encuentra al pie de la ladera donde se alza el recinto parroquial.
La misa había comenzado algunos minutos antes, y cuando entré en el templo, procurando molestar lo menos posible, el sermón religioso se hallaba en pleno apogeo.
Poco más de una decena de personas permanecían atentas a las palabras del párroco -un hombre relativamente joven- que, entre otras recomendaciones, exhortaba a la unidad entre pueblos y vecinos.
Desde mi lugar en los últimos bancos, tenía una singular visión del interior de la parroquia, y no tardé mucho tiempo en localizar el motivo -¡perdón, los motivos!- que a la postre, y gracias a la generosa amabilidad del párroco, harían que el viaje, durante aquélla intempestiva mañana de domingo, mereciera la pena.

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Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hola Juan Carlos:
Como siempre muy bonito el video y veo que hay cosas interesantes en esa Iglesia.
No he estado nunca fijate que he pasado por Ucero cientos de veces pero nunca se ma ha ocurrido entrar en esa Iglesia.
Nos descubres sitios que muchos sorianos ni siquiera habiamos oido hablar.
Gracias/Jose Mari
juancar347 ha dicho que…
Gracias por tu comentario, Jose Mari. Realmente Soria es una provincia sorprendente; hay tantas cosas que ver, tantas cosas que admirar, potenciar y proteger, que puedes entender mi preocupación por el entorno de Numancia. Un abrazo

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