Bordecorex
No cabe duda, de que geográficamente hablando, no hay comparación posible, si se exceptúa, como adjetivo de referencia, la extrema -que no exenta de belleza- dureza del lugar. Como Caltojar, Casillas, Ciruela o Fuentegelmes, Bordecorex constituye otra de las piedras preciosas que conforman un regio cinturón imaginario, cuya hebilla, de oro puro, no sería, si no, la aparentemente humilde y no obstante excepcional, ermita mozárabe de San Baudelio de Berlanga.
La muerte oficial del que fuera considerado, con toda justicia, como el azote de los reinos cristianos -de sus cincuenta y dos razias o campañas militares, las más importantes fueron aquellas emprendidas contra Barcelona, Pamplona, Santiago de Compostela y San Millán de la Cogolla- se sitúa en Medinaceli, el día 11 de agosto de 1002. Demasiada precisión, en mi opinión, para no saberse con certeza dónde murió en realidad, después de la escaramuza de Calatañazor -a donde ya llegó enfermo de su última campaña por tierras de la Rioja, y que la propaganda cristiana aireó como una gran batalla- y, lo más importante, dónde fue finalmente enterrado.
Se puede decir, entonces, que con respecto a este fascinante enigma, existe una disputa, histórica y legendaria, entre la señorial Medinat al Salim y la medieval Horcecorex -con tal nombre la menciona la Crónica Silense en la época en que fue reconquistada por Fernando I- aunque personajes de la talla y relevancia de Ximénez de Rada -arzobispo de Toledo y uno de los promotores de la llamada batalla de los Tres Reyes o de las Navas de Tolosa, acaecida en julio de 1212- apostaban por la primera.
Si Medinaceli nos ha dejado testimonio de esa pluralidad cultural formada por judíos, sarracenos y cristianos, Bordecorex ha conservado -no obstante como un legado a punto de desaparecer- esa primigenia esencia medieval, que encuentra en la iglesia románica de San Miguel, su pieza más destacada.
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