Crónica de un mágico atardecer en Barca



Yo creo en la magia que, en último término, es simplemente el poder de materializar la imaginación en la realidad.
[Salvador DALÍ]
Aún antes de apearme del vehículo, ya tuve la certera sensación de que la tarde, una vez que el sol comenzaba a bostezar intentando refugiarse allá, por esa línea inalcanzable del horizonte donde van a fenecer todas las quimeras, culminaría en un decorado eminentemente mágico, digno de una tragi-comedia shakesperiana. Las sombras comenzaban a perseguir por las paredes y las aceras de las casas, a unos rayos de sol que, rezagados, intentaban hacerse fuertes entre los arcos y capiteles de la cercana iglesia de Santa Cristina, mientras el grueso de la infantería solar intentaba atrincherarse en los campos de alrededor, en un heróico aunque inútil gesto, que pretendía trascender una de las sagradas leyes del Universo.

En la quietud de la tarde, el viento era apenas un susurro que se colaba por los resquicios de puertas y ventanas, levantando pequeñas nubecillas de polvo alrededor de la sólida picota medieval. Bien mirado, y a pesar de los vehículos que, en orden de batería, se encontraban estacionados en la plaza, cualquiera hubiera llegado a la justa, funesta impresión de que ésta habría languidecido en absoluta soledad a lo largo de los siglos, de no haber tenido alguien la feliz idea de circundarla con un pequeño, aunque florido jardín.

Ese mismo viento, bien por capricho bien convertido en cómplice voluntario, si no de un sueño de verano, sí al menos de una enigmática ensoñación de otoño, parecía llevar en volandas ecos de seres inmateriales, cuya frente no había sido ungida jamás con el rito del bautismo. Cómplices, así mismo, del viento, eran esas sombras caprichosas que, emborronando las aceras y transmutándose en arlequines en las paredes, hacían pensar en el repentino despertar de entidades mitológicamente imposibles.

Diríase que Titania y Oberón, liberados de su largo, eterno sopor, acudían, cada uno por separado, a su cita detrás de la iglesia. Suavemente mecidas, las sombras de las copas de los cipreses que se reflejaban en el suelo del pórtico de entrada, semejaban alas de mariposa abatiéndose al paso de los escasos turistas que, seguramente en retirada y procedentes de la zona de Berlanga o de Gormaz, habían recalado en Barca, antes de dar por terminada su aventura cultural.
Los atlantes, esas columnas-estatua situadas en ambos meridianos de la galería, ofrecían un aperitivo cañí basado en el sol y sombra, mientras allá, en lontananza, el sol, herido mortalmente, iba desparramando su sangre por un cielo que ya comenzaba a acusar el triunfo de ese temido ejército compuesto por las sombras.
Irreal, a veces con esa misma recuperación engañosa que antecede en los enfermos terminales al último suspiro, esos campos, tanto de labranza como de barbecho, apuraban hasdta el último aliento de luz.

De regreso, y apenas iluminada por la mortecina luz de las farolas, alrededor de cuyas bombillas danzaban enloquecidamente grupúsculos de hadas que el sortilegio de un perverso hechicero había convertido en polillas, la silueta de la picota inmemorial semejaba ese árbol del ahorcado que, no obstante maldito y solitario, suspiraba a voz en grito por esa antigua ley del talión que, para acallar conciencias, algunos convenían en llamar justicia.

Abandonamos Barca, poco menos que a la vez que el humo de las últimas bocanadas de los cigarrillos se desintegraba en un universo virgen, inexplorado y repleto de misterios. A la salida del pueblo, y con un arcángel como timonel, la Virgen del Pilar, de pie, capitana en su encristalado camarote, se preparaba para una larga travesía nocturna, sin duda atraída por lejanos ruegos de marineros atrapados en aguas revueltas e infernales.

Camino de Almazán, la luna, en su papel de eterna coqueta, guiñaba el ojo a diestro y siniestro, con su cara de gitana -cara recién 'lavá'- y su lunar en la mejilla.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
...el poder de materializar la imaginación en la realidad.... La cita con la que abres tu comentario de hoy es muy bella y elocuente. Definitivamente, Juan Carlos, eres una criatura del otoño. Te recreas en la luz de un sol que va muriendo y desangrándose pero ¿qué me dices de los cielos que retrataste?. Creo que en los últimos meses estoy viendo los cielos más bonitos de mi vida. O quizá sea que se me ha concedido el poder de materializar mi imaginación en el éter. Feliz sábado.
juancar347 ha dicho que…
Hola, Iconos. Posiblemente no te falte razón: nací en otoño, de manera que algo de esta magnífica estación debo de llevar conmigo. El cielo es algo que me llama mucho la atención, tiene una gama de colores básicamente pura y difícil de conseguir, como el mar. Y en cuanto al poder de materializar la imaginación, yo diría que todos lo tenemos, basta sólo con abrir la llave de los recuerdos. Yo también te deseo un feliz fin de semana.
Lima ha dicho que…
Estuve cerca de Barca este fin de semana y vi unos cielos espectáculares. Por estas vegas del Duero siempre es igual; los horizontes son abiertos y el cielo se divierte haciéndole decorados. En este tramo del Duero no hay puentes (desde Andaluz a Almazán ningún régimen político ha querido construirlos) asi que las barcas eran el medio habitual para pasar al otro lado. Se que había una que pasaba de Centenera a Rebollo y otra de Matute a Barca (la extinta estación del tren Valladolid Ariza se llamaba Barca Matute)
Un abrazo
juancar347 ha dicho que…
Gracias, Lima, yo no lo hubiera expresado mejor. Agradezco, así mismo, la aportación que haces con respecto a la comarca. Es un tema que me gustaría profundizar un poco más en el futuro. Un abrazo

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