Almazán

¿Se llega a conocer alguna vez a las personas?. ¿Y a esa prolongación de ellas, que en el fondo, son las ciudades?. Cuanto más antigua es una ciudad, más difícil resulta llegar a conocerla. Hay una parte de la Historia, que siempre es reacia a la hora de darse a conocer. Comparativamente hablando, se puede decir que las ciudades son, de alguna manera, semejantes a esa novia recatada que no permite que el novio la vea hasta que no se encuentran en el altar. Después, caído el velo imaginario de lo que tradicionalmente se denominaban las vergüenzas y descubierto el misterio del amor a solas, se convierten en algo más que en marido y mujer: se convierten en cómplices. Y como cómplices, comparten entrega y dedicación. He aquí, bajo mi punto de vista, donde radica el quiz de la cuestión.
Yo creo que para llegar a conocer una ciudad, es necesario, cuando no requisito imprescindible, hacerse cómplice de ella. Y no hay mejor manera de conseguirlo, que residiendo en ella, aunque sea sólo unos días, y naturalmente, perdiéndose sin prisa por ese entramado de venas y arterias que parten y confluyen de un lugar que, por sus especiales características, podemos denominar como su corazón.
Corríjaseme si me equivoco, pero en mi opinión, el corazón de Almazán lo constituye, como en cualquier ciudad o pueblo que se precie, su Plaza Mayor. La Plaza Mayor, señalada de mayor a menor importancia por la iglesia románica de San Miguel, el Palacio de los Hurtado de Mendoza y el Ayuntamiento, puede decirse que está tomada por los jesuitas. Es en el centro de ésta -con la mirada broncínea perdida en espacios indefinidos del tiempo, que posiblemente rememoren lejanas historias de evangelizaciones en Ultramar-, donde la estatua del que fuera lugarteniente y sucesor de Ignacio de Loyola, Diego Laínez, asiste impertérrita al continuo devenir de la vida en una ciudad en la que, de restos de muralla para adentro, hace sentir al visitante que el tiempo ha sido burlado por algún poderoso genio, obligándole a detenerse en algunos lugares.
Precisamente el tiempo es culpable, con su paso legionario, de haberse llevado orígenes y etimologías a esas trincheras abismales cubiertas de falsas pistas a modo de sacos terreros, donde el investigador en ocasiones tropieza con ese universo pretérito, gobernado por una musa de bastante mal carácter, y decididamente embaucadora, que algunos denominan suposición.
De tal manera, que acudiendo a ella, aunque no de muy buena gana, resulta curioso observar la falta de consenso existente entre los historiadores, en cuanto al posible origen y significado de su nombre. No está de más reseñar, que por regla general, se acepta la teoría de que el nombre, Almazán, proviene del árabe y su significado vendría a ser el fortificado, siendo necesario remontarse a los tiempos de Abderramán III, personaje al que se considera como su fundador. Otros, seguramente dejándose influenciar por ese enorme vergel que se suponía fue la Península Ibérica, tienden a considerar unos orígenes iberos o euskeras –es constatable la presencia vasca en la región, a medida que ésta se iba reconquistando, alcanzando, posiblemente, mayores proporciones en la zona del Jalón, en pueblos como Judes y Chaorna- y un significado asociado con bosque, e incluso, como han sugerido también algunos autores, con manzano.
Con o sin manzanos, parece certera la evidencia de que el cónsul romano Nobilor acampó aquí durante la campaña de Numancia, por no mencionar ese recuerdo neolítico y celtíbero, cuyas huellas se reparten por los alrededores, como piezas fundamentales de ese puzzle atemporal que constituye la protohistoria: Ambrona, Conquezuela, Miño de Medinaceli, Alcubilla de las Peñas...
Ahora bien, si de infancia protohistórica hablamos, no sería descabellado añadir que el carácter de una ciudad como Almazán, fue madurando a partir de 1098, cuando el rey Alfonso VI la reconquista, procediendo a su repoblación. A partir de aquí, es de constatar la notable presencia de las principales órdenes militares de caballería, como la Orden del Temple y la Orden del Hospital, siendo la cuna donde nació, en 1158, otra de las órdenes que adquiría también parte de gloria años más tarde: la Orden de Calatrava.
De Almazán procedían, así mismo, parte de las huestes que combatieron bajo los pendones de Castilla en la determinante batalla de las Navas de Tolosa, acaecida en julio de 1212, en la que las formidables huestes almohades sufrieron una dolorosa derrota.
Desde sus ahora derruídas murallas, dirimieron diferencias reyes como Sancho el Bravo de Castilla y Pedro de Aragón. Fue cuartel general de Pedro I el Cruel y entregada por Enrique de Trastámara al mercenario francés Beltrand Duguesclin como pago por sus servicios. En ella, residieron los Reyes Católicos en varias ocasiones, e inluso el poderoso Felipe II, muriendo en ella el dramaturgo Tirso de Molina. En 1810 fue incendiada por el general francés Régis Barthélemy Mouton-Douvernet, durante la Guerra de la Independencia, en castigo a la enconada resistencia de sus habitantes. ¿Cómo no pensar, entonces, que cuando uno camina por sus calles, es consciente de que camina sobre siglos de Historia?.
Pero si la Histria ha moldeado en fuego y coraje el carácter de sus habitantes, la religión ha hecho otro tanto, si lo consideramos desde el punto de vista de la multiculturalidad que demuestran sus templos. De ahí que, por ejemplo, en varias de sus iglesias supervivientes -entre las que destacan estilos como el románico, el gótico, el barroco y el renacentista- el arte mudéjar haya dejado fabulosas cúpulas octogonales y estrelladas, de las cuales sobresale, inconmensurable, la de San Miguel, que parece hermana de aquélla otra que se puede admirar en la iglesia del Santo Sepulcro, en Torres del Río, Navarra. Las huellas hospitalarias y el pico de los canteros como marca de identidad, en los muros de la iglesia de San Pedro; la sencilla geometría de los canecillos del ábside de Santa María de Calatañazor, semejantes, a mi modo de ver, a aquellos otros de reminiscencia templaria del monasterio de San Polo...Y también, por qué no decirlo, raíces de aquélla histórica repoblación multipoblacional que todavía deslumbran en los carteles de algunos de sus establecimientos, como ese del bar Las Meigas, sin mencionar ese canto, afable y subyugador cuando cae la noche, de ese río, generoso y persistente, que un día constituyó frontera entre reinos cristianos y moros: el Duero.


Comentarios

Lima ha dicho que…
Si hay un gallego en la luna, también hay otro en la Villa de Almazán, que fue el que puso ese bar das meigas, donde a salvo del meigallo se comen unos torreznos buenísimos.
juancar347 ha dicho que…
Sin duda. El gallego es el más universal de nuestros paisanos. Su inquietud ha creado escuela. En realidad, no llegamos a entrar. Parábamos a cenar en esa misma calle, pero un poquito más arriba, en el Mesón El Pinar. Pero en mi próxima visita a Almazán, te asegur que no me iré sin probar los torreznos de As Meigas. Un abrazo
Alkaest ha dicho que…
Hablando de la Orden del Temple, en el Cartulario de Novillas (AHN sigª, c.46, nº8) se citan posesiones de los caballeros en Almazán, aunque no debieron ser importantes, puesto que el lugar estaba "copado" por la Orden de San Juan, que tenía convento y capilla en el barrio de "San Juan de Acre", hoy desaparecidos.

A pesar de ello. ¿Por qué nadie, ha reparado en la "sospechosa" presencia de ese templo octogonal, la ermita de Jesús, a la entrada de Almazán?
Quizá las posesiones no fuesen importantes, pero quizá la huella de su simbolismo sí lo fue...

E incluso el recuerdo a nivel popular, que atribuye a los caballeros unas casas colgadas de la muralla, sobre el río Duero...

¡Creer en templarios, non creo, pero habellos aylos! (Y meigas también).
¡Voto a tal,la próxima vez los torreznos no se nos escapan!

Salud y fraternidad.
juancar347 ha dicho que…
Da por hecho, que los torreznos no se me vuelven a olvidar. Por cierto, tengo que enviarte una foto curiosa de este templo de Jesús. Sí reparé; dehecho el simbolismo octognal lo observé en numerosos sitios, entre ellos, también en la iglesia de San Pedro, donde, como bien sabes, por encima de su portada se muestra también una cruz de malta o de 8 beatitudes. Gracias por la aportación y un fuerte abrazo.

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