Peroniel del Campo: la ermita, el Rancho y la Cruz de los Amantes de Carramonte

'Porque la ciudad y los campos de Soria tiene probado imán para la poesía. No poseemos industria; feneció nuestra rica ganadería; no queda sino mísera actividad agrícola. Tales son nuestras pequeñas riquezas. Pero nos queda, como a todos los países pobres, una delicadeza de color, sin estridencias, de tonos medios, grises y plateados, de suaves contrastes, de dureza y delicadeza, que con una tremenda fuerza persuasiva, enamora a los poetas y ellos se cuidan de nuestra celebridad. Por ello, somos un pueblo de opulenta riqueza, aunque las colinas estén desnudas y las tierras sólo produzcan centeno. Para la poesía, ni son pobres ni están desnudas...'.
[Juan Antonio Gaya Nuño: 'El Santero de San Saturio', Editorial Espasa Calpe, 4ª edición , 3-XI-1999]
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La Ermita
Una ermita solitaria, mirando siempre hacia el pueblo y custodiando, protectora y en silencio, los inmensos campos que se extienden a su alrededor. Se trata de la ermita de la Virgen del Perpetuo Socorro, cuya titular, engalanada como corresponde a una auténtica Reina Celestial, se custodia en la cercana iglesia de San Martín.
Frente a su pórtico, de corte neoclásico en el que destaca la inconfundible y alargada forma de su espadaña, se encuentra una enorme cruceta de piedra totalmente cubierta de verde musguillo que, al trasluz de un día nublado, parece transfigurar, también, su color original por otro gris, con visos de ceniza. Llama la atención una pequeña crucecita de color anaranjado que el musguillo, por capricho o quizás por alguna otra razón más personal, que no me atrevo siquiera imaginar, ha preferido ignorar. Es una cruz de cera que se utiliza para bendecir los campos y que podemos encontrar, así mismo, en la cruz de piedra, de menores dimensiones, que se encuentra en el jardín anexo a la iglesia parroquial de San Martín.
El Rancho
En la actualidad, cuando los habitantes de Peroniel se refieren al Rancho, señalan hacia un solar situado en las inmediaciones de la plaza del Ayuntamiento y del frontón, asegurando, de manera imprecisa, que allí se levantaba, en tiempos, un convento o una casa de ánimas, entendiendo por esto último -la apreciación es mía- un lugar donde se depositaban y velaban los cadáveres. Es posible, incluso, que dicho lugar formara parte de las dependencias del convento en cuestión, a semejanza de la ermita de la Soledad, situada al comienzo del Parque Alameda de Cervantes, donde se recogían los cadáveres abandonados en las calles, hasta tiempos relativamente recientes.
La Cruz de los Amantes de Carramonte
Espiraba una tarde de junio, y después de haber empleado el día mi compañero y yo en dar una batida de liebres, nos dirigimos rendidos hacia Peroniel.
- ¿Será oportuno que nos sentemos un momento antes de entrar en la aldea? dije a mi compañero.
- Nos sentaremos en la Cruz de los dos amantes, me respondió éste.
- ¡Qué nombre tan misterioso! exclamé yo.
- ¿No sabe usted la historia de esa Cruz? me preguntó.
- No sé nada, le respondí.
- Pues vamos a sentarnos en sus gradas, repitió, y si a usted no le molesta mi pesada conversación, le referiré a usted por vía de pasatiempo esa historia.
- Lejos de molestarme, amigo mío, le respondí, tendré una grande complacencia en escucharla, porque a mí me seduce todo lo antiguo, en términos que para mi alma lo que existe no encierra más halago que la terrible esperanza de que algún día dejará de existir...
Así comenta Manuel Ibo Alfaro, en el Semanario Pintoresco Español, después de algunos floridos párrafos descriptivos, esta curiosa leyenda, referida a la Cruz de Carramonte, aunque más conocida, quizás, como la cruz de los amantes de Peroniel. Palabras proféticas, en cierto modo, las del interesado oyente, pues aunque la Cruz efectivamente existe, falta la parte superior y a su alrededor alguien -posiblemente sin mala intención, pero con muy poco respeto hacia las tradiciones- haya querido ver en ella el lugar ideal para deshacerse de toda clase de piedras y peñascos que en buena ley, es de suponer, le causaban ciertas molestias, bien en su hogar o bien en las lindes de sus tierras.
Apenas queda nada de los bosques de olmos y encinas que, según Alfaro, se extendían alrededor de Peroniel. Claro que la leyenda se remonta, cuando poco, a los tiempos de Felipe V, el primero de los Borbones, y desde entonces hasta nuestros días, mucho ha sido lo que ha llovido y el agua a arrastrado. Sí existe la carretera, desde luego que, más o menos transitable, aunque eso sí, sin asfaltar, debía de conducir en tiempos hasta Madrid. No me fijé, sin embargo, si en la orilla del arroyo aún vivía el álamo donde solían hacer su nido las cigüeñas y donde, como si de las brujas de Macbeth se tratara, unas gitanas le leyeron el porvenir a nuestro desafortunado protagonista, aunque por la zona aún se ven los muñones descarnados del antiguo tejar.
[continúa]

Comentarios

Javier ha dicho que…
La verdad es que ya entonces gaya Nuño tenía razón y lo que es peor, lo poquito que hemos cambiado.

Un abrazo
juancar347 ha dicho que…
Muy cierto, Javier. Por eso creo que es importante la labor que estamos haciendo en la blogosfera, haciendo de la Red una herramienta de cultura que acerque la provincia, dejando todos los testimonios posibles para el futuro. Tu labor con los 'sorianismos' me parece excelente, y desde aquí te animo a que la continúes. Forma parte de esa cultura popular que, si no se remedia, algún día terminará perdiéndose. Un abrazo
KALMA ha dicho que…
Hola! La evolución que llega a todos, esa bonita canción llamada “Rocinante” a quien el Quijote abandonó, cambiando lanza por tractor ¡Alto ya! Y el tractor casi por “cohete” o progresas o te extingues, con toda la poesía, con toda la inspiración, con todo lo que sus bellas tierra puede dar en un futuro, ya pasado, se considera "pequeña riqueza". Aunque, gracias a la labor de algún peregrino que otro, de algún amante de la tradición y demás variados, junto con internet ¡Arma de proliferación masiva! Siempre van a estar y con un poco de suerte a progresar. Oye, te veo muy guapo con las calaveras, la que sí y la que no, jjjj, ya estabas tardando. Besos.
juancar347 ha dicho que…
Hola, Kalma. No te falta razón en tu comentario, aunque en muchas ocasiones, progreso significa precisamente lo contrario. Es el caso de muchos pueblos, que fueron importantes en su día, prósperos, pero que el tiempo acaba rindiendo y a algunos, incluso borrando. Por eso es importante hablar de ellos, de sus formas de vida, de sus habitantes, de sus tradiciones, para que de alguna manera, continúen viviendo, siquiera en la memoria colectiva y aportando sus creencias, su folklore, que es otra forma de enriquecer a un país. En cuanto a las calaveras, seguramente la propia, como le dije a Malvís, sea la menos relevante. Un abrazo
Anónimo ha dicho que…
Joer Juancar, lo que tiene Peroniel y lo que has podido reflejar, no me lo podia ni imaginar.
Gracias por enseñarnoslo.
Jose Maria
juancar347 ha dicho que…
Pues sí, José Mª, Peroniel es una lección de que a veces nos vamos a horizontes más amplios y grandiosos en apariencia, sin detenernos a pensar en lo que tenemos a mano y pasamos de largo. De cualquier forma, no es a mi a quien hay que agradecer el poder enseñar todo esto, sino a Loli y a José Manuel. Sin ellos, te lo aseguro, no habría sido posible. Un abrazo

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