Fuentes de Magaña: una visita al Cretácico


Las singularidades de una Comunidad como ésta vieja y querida Extremadura castellana, son muchas y variadas y no sólo se refieren a ese románico que marca distancias desde la suprema espectacularidad de sus templos más referentes, a lo más sencillo de unas construcciones rurales que, aun a pesar de los pesares, todavía conservan retazos entrañables de su primitivo y mediático encanto medieval. Soria es una tierra antigua, el lecho de cuyos ríos, como el Cidacos, conserva retales de mundos arcanos antediluvianos y matrices, a la vez, de fabulosas historias, leyendas y tradiciones. Una tierra, donde los fantasmas del pasado claman con fuerza, mostrando los jirones de sus olvidados sudarios. Rutear por las Tierras Altas, es expandir la consciencia, abriendo la mente a un sin fin de posibilidades que, de una manera mediática y cada una en su ámbito de influencia, generan un pequeño universo multicultural que bien merece la pena conocer.

Comienza, pues, nuestra nueva ruta, al pie de esas impresionantes sierras cargadas de soledad, de antiguas gestas, de magia, de hechizo y de desolación, pero también ricas en leyendas, en tradiciones, en oscuros cultos de un pasado remoto; tierras celtíberas, de fieros pelendones que adoraban a dioses que el Cristianismo, en su imperante penetración, no pudo nunca hacer que sus voces se acallaran definitivamente y donde, después de todo, el románico también dejó herencias dignas de explorar y conocer, no exentas, en algún caso, de sorpresiva singularidad.

Todo el que accede por primera vez a Fuentes de Magaña, no tarda, para su sobrecogimiento y espanto, en verlo en la distancia, como el terrible dragón que, aposentado en mitad de unos campos que en verano reciben las albadas del grillo y la cigarra, parece mantenerse alerta, bravío y soberano en su propia fortaleza, esperando a ese atrevido San Jorge que, caballero de negra armadura y pasiones lunares, embista desaforadamente con la afilada lanza en ristre, como precursor del más célebre de nuestros caballeros: Don Quijote de la Mancha.

Nuestro perfecto ejemplo de monstruo del Cretácico, fue concebido, no obstante, en el año 2012, garantizando su pedigrí en los Talleres de Don Ricardo González Gil, si bien es cierto, que sus antepasados, esos grandes y terroríficos saurios cuyas afiladas garras hendieron la tierra durante milenios, gobernaban igualmente estos pagos con la estridencia de sus pulmones sobrehumanos y el látigo mortal de sus infinitas colas blindadas. De nombre científicamente greco-latino, este soberbio ejemplar de saurópodo -no en vano, dicen de él, ser una de las réplicas más grandes del mundo- vivió hace la friolera de 225 millones de años, caracterizándose por tener la cabeza demasiado pequeña en relación al tamaño colosal del cuerpo, dientes romos, nariz alargada y cuello largo y esbelto. Y otro dato más a tener en cuenta cuando nos adentremos por estos lugares: posiblemente, tanto sus restos fosilizados como los restos de otros muchos especímenes que vivieron en la zona, fueran los causantes de las numerosas leyendas acerca de monstruos y gigantes que se focalizan por la región.


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