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Otoño en la Laguna Negra de los Picos de Urbión

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'El día ha terminado, mis ojos se cierran, pero largo es el viaje que me espera...' (1) Y o también me otorgo a mí mismo el derecho a fantasear... D icen las comadres, que por las noches la luna se mira en ella, coqueta y muy pagada de sí misma, como la madrastra del cuento de Blancanieves, preguntándole quién es la más bella. La Laguna Negra sonríe, pero, no obstante, calla. Hay quien puede llegar a pensar que con su silencio otorga; pero yo creo que, en realidad, callando aleja de su entorno al terrorífico fantasma de la vanidad. La luna suspira entonces, y como todas las noches desde que el mundo es mundo, dándose por vencida se despoja de su capa de armiño y se sumerge lentamente en el agua. Poetas hubo, Dios mediante, que la confundieron con una mujer de carne y hueso y la inmortalizaron así en lo más florido de nuestras leyendas. El rayo de luna , la llamaron. L os lobos, ocultos en lo más impenetrable de los bosques que la circundan, aúllan lastime...

Otoño en San Esteban de Gormaz

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'Es la gloria del muerto verano la que se ha dormido en mi corazón, es el trémulo gris del otoño el que abre caminos con trémulo sol, tras los campos de viñas doradas el alma dormida se me adormeció, hoy me cercan lejanos y altivos los vagos recuerdos que el viento llevó...' (1) S on odiosas. Lo sé. Pero si tuviera que hacer una comparación, pensaría que el Otoño es como esa Luz maravillosa al final del túnel con la que Madre Gaia premia el ocaso de plantas y árboles. El Omega que promete una nueva resurrección; una sabia vuelta a empezar; un Alfa interminable que se hará realidad dos estaciones más tarde, cuando aquello que se fue retorne de nuevo con toda su fuerza y esplendor. D e Salvador Dalí se han escrito ríos de tinta; listas interminables de adjetivos calificativos -honoríficos ouroboros, que siempre se muerden la cola- para describir aquello que, gustando o no, se define sencillamente como genialidad. ¿O quizás locura?. Creo que a veces, una y otra apenas están separ...

Valdespina

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C uando uno se encuentra con este tipo de topónimos, resulta poco menos que imposible evitar fantasear y no dejarse llevar por ese arcaico romanticismo presente siempre en un conjunto de mitos, dogmas y formas de pensamiento, que parido en los meandros culturales del mundo llamamos, simple y llanamente, Tradición. La Tradición, mar de los sargazos en el que se marchitan verdades universales hábilmente camufladas, suele ser muy clara, sin embargo, a la hora de reconocer al espino y sus derivados, como vehículo de sufrimiento por el que tiene que pasar el neófito en su largo camino hacia el Logos o el Conocimiento. De madera de espino fue la corona que laceró la frente de Jesucristo y le acompañó en su calvario; enredaderas y espinos formaban parte del hechizo que mantenían inaccesible el castillo de todo un clásico de los cuentos universales: la Bella Durmiente. Valles tenebrosos, repletos de espinos y peligros, se encuentran también entre los lugares por los que tienen que pasar los hé...

Viana de Duero

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- Y el nombre -me pregunto yo-, ¿no será una desvirtuada referencia a la antigua diosa Diana?. A ún hoy, al cabo de un mes de mi visita a Viana de Duero, todavía continúo preguntándome si la reflexión de mi amigo, el Magister Alkaest, obedece a una realidad ancestral, quizás en la línea de esa historia mágica heredera de Gárgoris y Habidis, tan elocuentemente descrita por Sánchez Dragó. De hecho, puede que sea una Diana la que, precisamente, corona y embellece la fuente con forma de trébol de cuatro hojas, que se localiza en un jardincillo anexo a la iglesia de San Bartolomé. Una iglesia muy modificada, es cierto, como la gran mayoría de los templos cuyos torreones campean en los pueblitos de Almazán y Gómara, pero que, a diferencia de algunos de éstos, todavía conserva interesantes elementos de esa arquitectura, la románica, en la que la poesía del cantero sembraba estrofas en la piedra. Una piedra, en cuyo ábside, y de manera sorprendente, aún puede verse el carnet de identidad, o su...

Por tierras de Almazán y Gómara: Villalba

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E n realidad, desconocía la existencia de este pueblecito, y su hallazgo obedece, si he de ser sincero, a un despiste de circulación. A veces ocurre; la torpeza es un defecto que nos puede alcanzar a todos en un momento determinado, sin previo aviso. A mí, me alcanzó en Almazán, un poco antes del desvío hacia Gómara y Ágreda, haciéndome tomar la dirección de un lugar interesante, pero ya conocido, al menos superficialmente: Morón de Almazán. No era cuestión, evidentemente, de dar la vuelta en cualquier lugar, y como tiempo tenía hasta la hora de comer -había aceptado honrado y gustoso una invitación en tal sentido en Villasayas, aprovechando las fiestas patronales y las actividades lúdico-culturales que las acompañaban- poco, o mejor dicho, nada me importaba recorrer los cuatro o cinco kilómetros que distan hasta un pueblo de relevante historia, como Morón. Entonces lo ví, hacia la izquierda, asentado en unos campos dorados por el sol, dentro de un entorno de secano en nada parecido a ...

Fiestas Patronales y Exposición de Cuadros del Taller de Pintura de Villasayas

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D urante el fin de semana y con motivo de sus fiestas patronales, Villasayas se ha vestido de gala, organizando una serie de eventos lúdico-culturales, especialmente diseñados para el disfrute de grandes y pequeños. En el caso de estos últimos, casi resulta obvio describir la enorme expectación despertada por ese pequeño mundo fantástico creado a base de colchonetas de aire de distintas formas, incluída la de un divertido dragón; la magia física de la esfera armillar o los sueños velocípetas y competitivos desplegados por los infantes en el pequeño circuito de cars a pedales, preludio en un futuro -¡quién sabe!- de un pródigo campeón soriano en la Fórmula Uno, que tanta pasión despierta hoy en día. S in duda novedoso en mi caso resultó asistir, por cierto, a la sacada en procesión de la Virgen del Rosario , de cuyo balancín fueron portadoras cuatro féminas del pueblo en lo que, esperando no ofender con mi ignorancia, he de pensar que quizás obedece a alguna tradición determinada...

De Fuentegelmes a Mezquetillas

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A ndar por andar andando, caminar por caminar ...Como dice la conocida canción de Alberto Cortéz que complementa el vídeo, llegué a Mezquetillas acompañado de un sol de justicia; ese mismo sol que, hace un milenio, calentaba también el adobe y la piedra de la guarnición árabe asentada sobre el lugar, cuando los reinos cristianos apenas comenzaban a bostezar y el desierto del Duero constituía una frontera natural difícil de conquistar y mantener. Algunos kilómetros atrás, quedaba Fuentegelmes y su enigmático dintel. Y también Romanillos de Medinaceli, lugar donde tomé el desvío, con su imponente iglesia-fortaleza -una de las pocas, poquísimas en la provincia que luce un crismón en el tímpano de su pórtico de entrada-, sus tumbas antropomorfas, y cómo no, ese literario mar de espigas que conforman sus numerosos crucetas de piedra y que levanta suspicacias con aquél otro pueblo vecino, aunque en tierras de Guadalajara, que se llama Romanillos de Atienza. [continúa]