Barcebal y la Virgen del Espino


Asegura la Tradición, que las dos Vírgenes del Espino -la de Barcebal y la que se custodia en la catedral de El Burgo de Osma- fueron hechas con la misma madera de espino. No ha de resultar extraño, por tanto, que se consideren hermanas y que se saquen juntas en procesión, sobre todo aquellos años en que la sequía hace imperiosa la necesidad de una rogativa y un milagro. Por fortuna para el campo, el domingo 30 de marzo, las nubes que se apreciaban en los alrededores de El Burgo de Osma, hacían suponer que la lluvia no se haría esperar, a pesar de que los rayos del sol, obstinados, intentaran traspasarlas como saetas buscando desesperadamente un corazón en el que clavarse.
Barcebal, independientemente del hecho de que su nombre pueda sugerir diversas interpretaciones sobre las que más adelante haremos alguna puntualización, conforma un pueblecito de apenas una quincena de habitantes que -situado a unos 960 metros, más o menos, sobre el nivel del mar y aunque pase desapercibido para la multitud de visitantes que se dirigen hacia el Cañón del Río Lobos- dispone de algunos elementos dignos, en mi opinión, de ser tenidos en cuenta.
Para intentar captarlos lo más posible en toda su extensión, se hace necesario -cuando no imprescindible- abandonar por un momento el traje, los zapatos y las prisas de ciudad, y provistos de unas cómodas zapatillas y una libreta, entretenernos un rato paseando por sus alrededores, en un intento de introducirnos y dejarnos atrapar, dentro de lo posible, en la idiosincracia de su privilegiado entorno.
A medio camino, aproximadamente, entre El Burgo de Osma y Ucero, y siguiendo una sencilla carretera local que en los últimos metros serpentea y se hace cuesta, lo primero que nos encontramos del pueblo, es la iglesa de Nª Sª del Espino, custodiada por el tronco seco de un chopo centenario (1).
Su diseño es sencillo -nave rectangular y torre adosada- construida, con toda probabilidad, sobre una antigua edificación de origen románico, a juzgar por el pórtico de entrada, que aún conserva elementos que avalan dicha suposición. Estos elementos, precisamente, conforman el primero de los enigmas que llaman inmediatamente la atención en aquél que los contempla.
Haciendo un pequeño inventario descriptivo de dichos elementos, se puede decir que estos se componen de motivos ajedrezados, vegetales y serpentiformes, destacando, por su tamaño y singularidad, las tres figuras que, situadas en la cabecera, conforman un curioso mensaje críptico, poniendo de manifiesto un aspecto netamente aterrador, más propio, quizás, de esas otras representaciones románicas, a las que despreciativamente se refería San Bernardo de Claraval cuando hablaba de 'monstruos ridículos' y defendía una decoración menos fantástica y más sobria, aunque no por ello, menos artística. Buena prueba de tal línea de pensamiento, la tenemos en el claustro del monasterio cisterciense de Santa María de Huerta.
Consisten estos, principalmente, en las dos figuras que flanquean a una cabeza animal -puede tratarse de un sabueso o quizás de un cerdo, según sea la perspectiva con la que se mire- y que semejan, por su aspecto, bien un ogro o un demonio devorando a su presa, una de ellas; bien una serpiente o un dragón con cuerpo enroscado y cabeza de ave, la otra. A estos, hay que añadir los motivos serpentiformes que hemos comentado más arriba y que, dotados de cabeza humana, decoran la parte inferior de los capiteles.
Este es un detalle curioso, porque son poco menos que idénticos a aquellos otros que se localizan también en los motivos de los capiteles -cenefa ajedrezada incluida- del pórtico de la iglesia de San Antonio o 'Cátedra de San Pedro', situada en la pequeña localidad de Osona, vecina de Andaluz, para más señas y distante, aproximadamente, catorce kilómetros de Berlanga de Duero.
Una vez situado este nexo, y si utilizamos como mirador y punto de referencia el lugar donde se ubica la iglesia de Nª Sª del Espino, gozaremos de una privilegiada posición a la hora de abarcar con la mirada el entorno al que nos referiamos al principio de la presente entrada. No será difícil, entonces, imaginarse que lo que en ésta precisa época del año constituyen orondos prados de verde hierba, antaño debieron de ser espesos bosques, como sugiere el nombre completo del pueblo: Barcebal del Monte, según me confió el alcalde, don Florentino Arribas. Montes, por otra parte, que contribuirían a hacer del lugar, un refugio natural, aislado y de difícil localización, y situado, bajo mi punto de vista, en zona supuestamente templaria.
Apenas pasaban unos minutos de las diez de la mañana, cuando detenía el coche enfrente de la puerta de su casa. No tanto alentado por los ladridos de los perros, como por la insistencia con la que apreté el timbre de la puerta, Florentino, con cara somnolienta, apareció en el alfeizar de la ventana del primer piso.
Si se sorprendió al verme una segunda vez en apenas veinticuatro horas, no lo demostró en absoluto. Apenas tardó cinco minutos en vestirse y bajar con las llaves de la iglesia en la mano, después de que le pidiera mil perdones por haberle despertado y le dijera que necesitaba su ayuda.
Como le expliqué mientras nos encaminábamos hacia ésta, escoltados cariñosamente por los perros, me había fallado la tarjeta gráfica de la cámara y había perdido todos las instantáneas recogidas a lo largo de los avatares de mi viaje del día anterior; viaje, por otra parte, que había sido largo, pero sumamente interesante: Atienza, Pedro, Montejo de Tiermes, San Esteban de Gormaz, El Burgo de Osma, Ucero...Naturalmente, no le comenté que todos estos sitios seguirían estando siempre al alcance del objetivo de una cámara de fotos, pero no así los interiores de una iglesia que posee una imagen tradicional y de época, pues no es el primer caso con el que me encuentro, en el que el poder fáctico y eclesial te da con la puerta en las narices. Es de justos reconocer, sin embargo, que también ese mismo poder me ha tratado con la más exquisita cordialidad y me ha abierto la puerta cordialmente en otros lugares de la provincia, y dicha colaboración es digna de constatar, encomiar y agradecer. No obstante, con el fin de limar asperezas en este sentido, le dejé mi tarjeta de visita, comentándole que si el párroco deseaba conocerme o necesitaba alguna explicación acerca de mi interés por su parroquia, y en especial por la Virgen del Espino, con mucho gusto quedaba a su entera disposición.
No resulta fácil intentar describir con palabras algo tan abstracto y escurridizo, como es el mundo de las sensaciones. Es un mundo mutante, variable, que afecta a cada uno de forma personalizada y eminentemente distinta, lo que lo convierte, paradójicamente, en un pequeño universo multicultural, en el que cada persona tiene algo que decir. Aún así, intentaré describir las mías lo mejor posible, continuando con el relato.
Al abrirse la puerta y dar unos pasos en el interior del templo, la podía adivinar entre las sombras, detrás del altar, presidiendo el lugar de honor del Retablo Mayor, como una auténtica reina; abarcándolo todo a su alrededor; reclamando, en definitiva, respeto y admiración. Situado, como decía, a apenas unos pasos del umbral, me estremecí involuntariamente cuando Florentino -solícito y amable como pocos- encendió las luces y un cielo azul, repleto de estrellas, apareció detrás de ella, semejante a un manto del más fino terciopelo, que estuviera a punto de dejarse caer sobre sus hombros.
Hermoso contraste entre el azul del cielo y su rostro moreno -que no negro, aunque algunas fuentes hablan de que hubo una auténtica Virgen Negra, que fue sustituída por la que se encuentra en El Burgo-, se observan en éste ciertos pequeños desconchones que, sin embargo, no impiden apreciar algunas características que, bajo mi punto de vista, no desmerecen, en absoluto, un rostro que ya va adquiriendo la dulzura de representaciones marianas posteriores.
Conserva aún ciertas características de las antiguas vírgenes románicas -no olvidemos que los historiadores fechan ésta imagen, así como la del Burgo, entre los siglos XIV y XVI- como la posición asentada, una ligera actitud mayestática y unos rasgos finos, ovalados; en definitiva, ligeramente orientales, que en principio no parecen tener mucha concordancia -y en esto cumple otra de las características de este tipo de vírgenes- con los rasgos del Niño, en el que se aprecia un rostro más redondo, casi rubicundo.
No es posible describir más detalles del conjunto, debido al manto blanco que les cubre a ambos, aunque se puede añadir que el brazo que le queda libre al Niño, muestra su mano haciendo la señal de bendición.
Sería injusto, de igual manera, terminar la presente entrada, sin acudir al romancero popular, e incluir los siguientes versos:
'De Barcebal han venido
muy temprano esta mañana,
y al Burgo nos han traído
a su Virgen soberana.
Virgen Santa del Espino
y también de Barcebal
como sois las dos hermanas
os venís a visitar.
Toca, toca campanero,
toca a vuelo las campanas
porque van en procesión
las dos Vírgenes hermanas'.
(1) Este puede ser un dato importante a tener en cuenta, pues no es la primera iglesia en la que se da ésta peculiar circunstancia, pudiéndose citar aquí, por ejemplo, los dos que están frente a la iglesia de San Bartolomé, en el Cañón del río Lobos, o aquél otro que se encuentra frente a la iglesia de Nª Sª de las Vegas, en la vecina población segoviana de Requijada.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Como miembro de la Asociación Cultural "Amigos de Barcebal" quiero agradecer al Sr.Juan Carlos Menendez el interes mostrado para reflejar en su blog información acerca de nuestra parroquia e imagen de la Virgen del Espino.

Para más información acerca de
nuestro pueblo:

www.barcebal.es.vg
www.barcebal.tk
www.barcebal2.blogspot.com

Fdo.Juan M.Barral.
juancar347 ha dicho que…
Igualmente agradecido por tu deferencia, amigo Juan M. Como agradecido estoy a D. Florentino Arribas, cuya encomiable amabilidad hizo posible que este viajero inquieto volviera a casa con un tesoro y orgulloso de lo bien que se me recibió en Barcebal.
Anónimo ha dicho que…
Igualmente agradecer a Juan Carlos por este sensacional documento que nos ha mostrado muchas cosas nuevas incluso a los que llevamos muchos años llendo a Barcebal.

Alberto Monedero.
Miriam ha dicho que…
Muchas gracias Juan Carlos por todo esto que has escrito en tu Blog de Barcebal, coincido con mis amigos en que nos has contado cosas que casi ni nosotros sabiamos, decirte que cuando quieras volver por Barcebal serás bien recibido, otra vez muchas gracias a la gente que como tú se interesan por estos pueblecitos de Soria que aunque son pequeñitos tienen mucha historia y son muy hermosos

Miriam Cuscurita Delgado
juancar347 ha dicho que…
Muchas gracias a ti, Miriam, y espero poder algún día conocerte allí, en Barcebal. De todas formas, nunca me cansaré de dar las gracias a Florentino Arribas: no sólo los pueblos y las posibles maravillas que escondan son importantes; las personas son y siempre serán, más importantes todavía.
Un abrazo
Anónimo ha dicho que…
He tenido ocasión de leer su artículo sobre Barcebal, reitero los agradecimientos expresados en los anteriores comentarios.

Sólo una observación, si el árbol seco que comenta usted a modo de custodia de la iglesia del pueblo es el que se encuentra junto al cartel de población, en la entrada del pueblo, se trata de un Ulmus spp., no recuerdo con seguridad si se trataba de un Ulmus minor. No era un chopo.

Feliz navidad y le esperamos en las fiestas patronales de la Virgen del Espino.

P.D. tengo sentado a mi derecha a Florentino quien comparte por supuesto la invitación.

Jaime Monedero.
juancar347 ha dicho que…
Estimado Jaime: agradezco y valoro su amable comentario. Espero que mi confusión a la hora de identificar el árbol, pues en efecto, me refería al que está enfrente de la iglesia, no malogre todo lo que en el artículo se dice. De Florentino sólo puedo hablar con gratitud. Espero que hayan pasado una Nochebuena entrañable y les deseo unas Muy Felices Fiestas. Desde luego que me gustaría asistir a las fiestas patronales. Un fuerte abrazo para ambos.

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