San Esteban de Gormaz: la Virgen del Castillo

La descubrí por casualidad hace algunas semanas, viendo uno de los capítulos dedicados al 'Camino del Cid' y presentado por el actor Manuel Galiana. 'La frontera del Duero', tenía por título dicho programa y el recorrido, entre otros, se centraba en la hermosa población de San Esteban de Gormaz.
Naturalmente, dado mi interés por la imaginería mariana medieval, no podía dejar pasar la ocasión de acercarme hasta dicha población e intentar arañar -en base a fotografías y tomas de vídeo- algunos de los 'secretos' de tan singular y misteriosa imagen.
El primer intento, lo realicé el sábado, 19 de abril, cuando marché de ruta sin preocuparme de las previsiones meteorológicas, que anunciaban lluvia en prácticamente toda la Península. Llegué a San Esteban de Gormaz, alrededor de las once de una mañana que había despertado plomiza, con los cielos cubiertos de espesos y negros nubarrones, que amenazaban con dejar caer toda el agua que durante el invierno -atípico- había pasado de largo.
Como cabía esperar, el primer atisbo de ésta antigua e importante población, lo constituía el impresionante peñón sobre el que se asientan las ruinas de una antigua fortaleza califal que, comparativamente hablando, semeja una especie de arca varada sobre la montaña, dominando desde su altura las grandes extensiones de terreno que hay a su alrededor.
No era la primera vez que los requerimientos de mis rutas me llevaban hasta San Esteban de Gormaz; de manera que, dejándome llevar por la costumbre, me adentré despreocupadamente por sus estrechas calles, dirigiéndome hacia la parte alta de la ciudad, donde se asientan dos joyas inigualables del románico soriano: la iglesia de San Miguel y la iglesia de Nª Sª del Rivero.
Levantada en el siglo XI, no muy lejos de la fortaleza califal, encaminé mis pasos en primer lugar hacia la iglesia de San Miguel, pensando que en ella encontraría la talla de la Virgen del Castillo, pues hasta entonces aquélla decana iglesia había servido de museo. Cerrada a cal y canto, la guía había dejado una nota en la puerta, en la que informaba que se encontraba en la iglesia de Nª Sª del Rivero, enclavada, no obstante, en las cercanías. Hacia allí me dirigí, no sin antes volver a echar un vistazo a cierto capitel intrigante -de los pocos en los que aún se pueden apreciar, con cierta holgura y nitidez sus motivos primigenios- que muestra una serpiente enroscada de interesantes proporciones y especulativo significado.
No puedo, si no, continuar añadiendo que mi sorpresa fue mayúscula cuando me encontré con que aquélla hermosa iglesia que había visitado en todo su esplendor durante el pasado mes de agosto, estaba despojada de bancos y elementos decorativos, a excepción del Retablo Mayor en el que descansa -hermosa y soberana- una Virgen que cuenta con una gran devoción popular, debida, en gran medida, a los numerosos milagros que se la atribuyen: la Virgen del Rivero.
De una u otra manera, aquello, pese a todo, constituyó un 'factor suerte' digno de tener en cuenta, pues me permitió fotografiar a placer -he de añadir, que no hubo impedimento alguno, y a cierta distancia el foco del flash tampoco podía constituir un elemento de riesgo- los hermosos frescos románicos, que aún se conservan en parte en el ábside, y ofrecen una idea del esplendor artistico que en su día tuvo el interior de la iglesia.
Con elegante amabilidad, la guía atendió mis requerimientos de visitar San Miguel, y acompañados de otra visitante que se nos unió, nos encaminamos hacia allí los tres, en mi caso por segunda vez.
Al igual que en la iglesia de Nª Sª del Rivero, en San Miguel también se estaba procediendo a una rehabilitación, como se demuestra en la fotografía de la entrada anterior, donde se aprecia el suelo de la zona absidal en la que se ubica el altar, totalmente levantado. A excepción de algunas losas y algunas estelas funerarias, todos los objetos que se podían contemplar en verano, ya no estaban, incluida la Virgen del Castillo. No obstante, esto no significó, en modo alguno, que mi vista no mereciera la pena; por el contario, me permitió admirar y fotografiar también otros originales frescos románicos, de cuyos pormenores hablaré en otra ocasión.
- La Virgen del Castillo -me confió la guía- se encuentra actualmente en la Parroquia de San Esteban.
Hacia allí me encaminé algunos minutos después. Cuando llegué, la Parroquia de San Esteban estaba cerrada, por lo que tuve que volver una semana después, concretamente el sábado pasado, día 26.
Asistí, lo más discretamente posible al acto de la liturgia que se estaba celebrando y cuando ésta finalizó, busqué al párroco. Lo hallé en la sacristía, y explicándole lo que hacía, así como el interés que sentía hacia la Virgen del Castillo, solicité su permiso para fotografiarla; solicitud que atendió con una amabilidad y una generosidad encomiables, detalles ambos por lo que le estaré siempre sumamente agradecido. Vayan, pues, mis más sinceras gracias al párroco de San Esteban, cuyo nombre -mea culpa y pido perdón- olvidé preguntar, dejándome llevar por el entusiasmo del momento.
Se trata, sin duda, de una hermosa talla, cuya edad debe de remontarse a finales del siglo XII o principios del siglo XIII, que -dado su excelente aspecto actual- ha debido ser restaurada no hace mucho tiempo y que, a diferencia de otras tallas de la época, no parece haber sufrido mutilación alguna en sus miembros.
Los colores, tanto del vestido de la Virgen, como el del Niño, son el dorado -abundante- ribeteado de rojo y capa sobre los hombros, colores tradicionales, junto con el verde, en este tipo de representaciones artisticas.
A diferencia de otras tallas, la Madre luce un tocado blanco en la cabeza. Destaca, y es un detalle que se observa en la gran mayoría de tallas románicas, la poca conexión existente entre los rasgos de la Madre y los rasgos del Hijo, resultando aquí de una llamativa evidencia, el contraste entre el cabello negro de la Madre y el cabello rubio del Hijo.
Éste, hace la señal de bendición -detalle bastante común- con su mano derecha, manteniendo un libro cerrado -señal esotérica para algunos autores- en la mano izquierda. A la Madre, le falta el símbolo -fruto, bola o pomo son los más generalizados- que presumiblemente debía de tener en la mano derecha. Con la izquierda, mantiene sujeto al Niño.
Apenas existen referencias acerca de ésta talla, salvo que estuvo muchos años en el castillo. No obstante, se trata de una excelente talla románica, que merece un lugar de honor dentro de la variada gama correspondiente a la imaginería mariana medieval de la Península Ibérica en general, y de la provincia de Soria en particular.
Curiosamente, existen varias tallas que llevan la denominación 'del Castillo'. Aparte de la presente, las más evidentes son las dos que se encuentran en el pueblo de Calatañazor.


Comentarios

Ermengardo II ha dicho que…
Toda una aventura, esto de visitar iglesias en temporada baja
juancar347 ha dicho que…
Es verdad, pero es cuando mejor y más a gusto puedes disfrutar de ellas.

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