El gran enigma de la 'Virgen de las Navas'
Últimamente, vengo dándole muchas vueltas a ésta frase que, bajo mi punto de vista, no tiene desperdicio y se ajusta, como el guante a la mano, a los pormenores de algunas de mis experiencias por la provincia y algunos de sus enigmáticos tesoros. Como guante, pues, creo que se ajusta a lo que yo considero, en buena lid, como el fascinante enigma de la llamada 'Virgen de las Navas', y de cómo ese Universo al que se refería Coelho 'conspiró' hasta hacer que mi deseo se convirtiera en realidad.
La historia de la presente 'conspiración del Universo', comenzó el pasado día 9 de agosto, cuando, después de asistir a una jornada inolvidable en la romería de la Virgen de la Santa Cruz, en Conquezuela, de repente, mientras devoraba los escasos kilómetros que me separaban de Medinaceli, sentí una imperiosa necesidad de acercarme hasta el cercano Monasterio de Santa María de Huerta.
Cuando llegué -serían aproximadamente las cuatro de la tarde y hacía un calor de justicia- me detuve unos minutos a curiosear en la pequeña tienda del monasterio, pues -lo confieso- soy un apasionado de los libros y también de los recuerdos. De los libros, porque son unos excelentes compañeros y nunca me han fallado; de los recuerdos, porque por pequeños y vulgares que parezcan, no dejan de ser una diminuta 'conciencia' sobre la que basar gratos momentos de íntima felicidad. En definitiva, retazos de existencia.
En la pequeña biblioteca de ediciones a la venta, es posible encontrar textos de considerable interés, entre los que recomiendo -ya que así me lo permite el creador del presente blog- aquél dedicado a la historia del Císter, y ese otro que se ocupa -'tres bien, mon ami'- de la historia de Cluny. Lo malo, es que éste último está en francés, y no parece haber una disposición inmediata a su traducción al castellano. Sobre la calidad del vino se puede discrepar; no así, sin embargo, de la calidad y la belleza de los iconos bizantinos, caros pero artesanos cien por cien y con certificado de originalidad.
No soy muy aficionado a comprar postales, sobre todo porque entre el equipo que desplazo en mis viajes, me acompañan, por regla general, cuatro cámaras, las cuales pueden suplir perfectamente a aquéllas, sin desmerecer, desde luego, la profesionalidad del fotógrafo, cuyo arte todavía estoy lejos de alcanzar, aunque no desespero en el intento.
Por eso, supongo, aún a riesgo de parecer repetitivo, que el 'Universo debió de conspirar' también en aquél preciso momento, para que me fijara en el expositor rotatorio donde se acumulaban docenas de postales de variada temática, aunque generalizada en el monasterio y su entorno. Casualmente, la primera que me llamó la atención, captando inmediatamente todo mi interés, era esa que frente a mi mostraba la imagen de una Virgen románica policromada, hermosa, hermética -como no podía ser menos- y, bajo mi punto de vista, totalmente espectacular.
La causalidad también quiso que en el momento en el que me acercaba al mostrador con la postal de la Virgen en la mano, estuviera presente un hermano del Císter, de ojos alegres, rostro bondadoso y barba canosa, escrupulosamente recortada. Por supuesto, acudí a él, solicitando su ayuda.
- Es la Virgen de las Navas -comentó, pues en el reverso de la postal tan sólo explicaba: 'Monasterio Cisterciense de Santa María de Huerta (Soria). Virgen románica S.XII'-. Algunos creen que es la que llevaba en su montura el arzobispo Jiménez de Rada durante la batalla de las Navas de Tolosa. Aunque hay otros, que se inclinan a suponer que la trajeron de Francia los primeros hermanos que se instalaron aquí.
- Y dígame, padre -continué indagando, dejándome llevar por un sentimiento de gula encaminado a recabar cuantos datos pudiera proporcionarme, consciente de que aquéllo era todo un descubrimiento, al menos para mí-: ¿la tienen aquí, en el Monasterio?. ¿Se puede ver?.
El hermano cisterciense sonrió, comprensivo, supongo, al ver mi creciente entusiasmo por aquélla pequeña, enigmática talla virginal, y sin perder un ápice sus buenas maneras y la sonrisa de que había hecho gala hasta entonces, explicó:
- Bueno, la verdad es que no está expuesta al público...
Imagino que de manera piadosa, y al ver mi consiguiente gesto de decepción -en ocasiones, los sentimientos son como caballos desbocados, difíciles de sujetar, y en ese sentido, yo apenas me considero buen jinete- me sugirió:
- Está guardada en el Archivo. Claro que, a lo mejor si hablas con el abad, te permite verla...
Por circunstancias que no vienen al caso y que alargarían la presente entrada más de la cuenta, sólo añadiré que en ésta ocasión, no me fue posible hablar con el abad. Hube de esperar una semana, para conseguir acceder al padre Agustín Romero, exponerle mi interés por la Virgen, solicitar verla y sacar algunas fotografías.
Persona de encomiable paciencia, y a mi modo de ver, también un apasionado de la Historia, el padre Agustín se caracteriza por su escrupulosa confianza en el método científico a la hora de clasificar, situar e interpretar datos. Por eso, no debe de resultar extraño para nadie, que apenas cinco minutos después de comenzar a hablar de la talla de la Virgen, objetivamente prudente, desvirtuara el mito relativo a su presencia en tan importante batalla. ¿De dónde proviene, entonces, el apelativo ' de las Navas'?.
En primer lugar, del marqués de Cerralbo. Y en segundo lugar, de la interesada interpretación de algunos autores, en cuanto a la pregunta que dejó éste en el aire, cuando planteó si sería ésta la que acompañó en la batalla al obispo Jiménez de Rada. Porque lo que sí es un hecho verídico, es la 'presencia' de la Virgen en Las Navas en julio de 1212, enfrentamiento que significó un auténtico descalabro para los almohades y un considerable avance para los reinos cristianos durante la Reconquista.
Como ocurre con la gran mayoría de imágenes románico-góticas marianas de la provincia -bastante numerosas, por cierto- no existen referencias, y mucho menos testimonios escritos que aporten alguna luz sobre su origen, si exceptuamos las leyendas que pesan sobre algunas tallas, siendo éstas, de cualquier forma, las menos. Al preguntarle, pues, acerca de la existencia en el Monasterio de unos posibles archivos históricos en los que indagar e intentar encontrar alguna aportación, por vaga que ésta fuera, el padre Agustín sonríe contrito:
- Por desgracia, la gran mayoría de documentos se han perdido irremediablemente...
Y no es para menos tal estado de contrición, si tenemos en cuenta al menos algunos de los episodios más desgraciados y de infame recuerdo de la Historia de nuestro país: la Guerra de la Independencia, la desamortización de Mendizábal o la Guerra Civil.
No obstante, como decía, la Virgen estuvo presente en la batalla de las Navas de Tolosa. Y el Arte -en su papel de notario más o menos fiel de acontecimientos- se encargó de testimoniarlo. En efecto, no es necesario viajar hasta Roncesvalles y buscar uno de los sepulcros más famosos de su magnífica Colegiata, para hallar algunos indicios de lo que digo. Me refiero, claro, al sepulcro del rey Sancho VII de Navarra, apodado 'el Fuerte' -parece ser que su estatura y corpulencia fueron notables en la época- y a la excelente vidriera que, hallándose por encima de éste, representa a tan carismático soberano en plena carga de caballería precediendo a sus tropas. Entre ellas, y detrás de él, no es difícil distinguir al portaestandarte con la imagen de la Virgen.
Jiménez de Rada, tiene también un sepulcro, magníficamente labrado, en el monasterio de Santa María de Huerta. Y aunque éste se encuentra en el extremo opuesto de la nave de la iglesia, sus restos descansan en un pequeño nicho situado en la capilla central, aquélla que contiene el Retablo Mayor, y de hecho, dos magníficas representaciones de la batalla -realizadas en 1580, por Bartolomé Matarana- en las que se muestran, así mismo, hechos relativos a la intervención en la misma del arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada y el obispo Martín de Finojosa.
Ambas, como decíamos, están dedicadas a estos dos obispos, aunque representan fases muy distintas del combate, y a las que denominaremos Fase I y Fase II.
En la Fase I, encontramos al obispo Martín de Finojosa bendiciendo a las tropas antes de entrar en la batalla. Detrás de él se observa, expuesta en lo que parece ser un cuadro, una Virgen sedente y el Niño encima de sus rodillas.
En la Fase II, sin embargo, el artista inmortalizó al arzobispo de Toledo, Jiménez de Rada, en plena carga de caballería al frente de sus tropas. Detrás de él, y de manera similar a la representación del rey Sancho VII de Navarra en la vidriera de la Colegiata de Roncesvalles, el portaestandarte lleva una bandera desplegada, en la que se aprecia la figura de la Virgen, salvo que, a diferencia de la escena representada en la Fase I, en ésta ocasión, la Virgen se representa de pie y con el Niño en brazos.
Este detalle, por otra parte, induce a sospechar si en realidad hubo más de una Virgen -como sería lógico suponer- en la batalla, aunque su rastro sea, hoy por hoy, poco menos que imposible de seguir. No sería un hecho excepcional suponer que tanto las tropas navarras, como las aragonesas y también las castellanas, contaran con la protección de su propia Virgen.
La mayoría de trofeos pertenecientes a la batalla de las Navas de Tolosa, se encuentran en la actualidad en Burgos, en el Monasterio de las Huelgas. Sin embargo, y como curiosidad añadida, existe también la figura de una Virgen pequeñísima, de apenas 10 cmts. de altura, que hacía las veces de pomo en la silla de montar del obispo Don Tello. A ésta Virgen de la denomina del Tovar o de las Navas, y se encuentra en la iglesia de Nª Sª del Tovar, en la localidad palentina de Meneses del Campo. ¿Qué ocurre, entonces, con la Virgen románica que se custodia en el Monasterio de Santa María de Huerta?. ¿De dónde procede, pues, y qué historia tuvo?. Es, sin duda, todo un enigma.
El padre Agustín no afirma ni niega nada. Su objetividad y su prudencia le mantienen al margen de hipótesis y afirmaciones gratuitas. Sin pruebas no hay certeza que valga. Y en el caso de la Virgen que nos ocupa, el investigador se encuentra totalmente desorientado, vislumbrando tan sólo un agujero negro que no hace, si no, aumentar el halo de leyenda y misterio que la rodea. Tal vez pudiera seguirse algún rastro -no obstante, hipotético- comparándola con otras tallas marianas de origen navarro-riojano, pues en mi opinión, y basándome en las tallas marianas observadas hasta el día de la fecha en la provincia de Soria, no parece existir ningún factor en común, dejando aparte, claro está, los atributos que, sin duda, son singularmente invariables en todas.
La Virgen de las Navas -seguiremos utilizando el apelativo, pues no deja de tener su lado romántico, como los sueños- es una talla de madera policromada, de hermosa constitución y una altura que oscila, aproximadamente, entre los 40 y los 50 cmts. El Niño mantiene un libro abierto entre sus manos, en cuyas hojas se puede leer la siguiente inscripción: 'IESUS NAZARENUS', 'Jesús el Nazareno'. Pero incluso sobre este detalle, el padre Agustín mantiene también una prudente reserva:
- En mi opinión, la inscripción fue realizada con posterioridad a la talla...
Tiene ésta, así mismo, una abertura en la espalda, que hace suponer que le falta una pieza que encajaba a la perfección y cuya utilidad, seguramente, estaba encaminada a albergar algún tipo de reliquia, detalle bastante corriente en este tipo de tallas.
Acerca de la pregunta de por qué la mantienen guardada, sin ofrecer al público la posibilidad de su contemplación y veneración -recordemos que este tipo de imágenes marianas tienen gran fama de milagreras-, el padre Agustín sonríe con cierta tristeza:
- Es una pieza muy golosa...
Sobran las palabras. Hasta aquí, expuesto a grosso modo, un verdadero enigma: el de la Virgen románica del Monasterio de Santa María de Huerta, conocida como 'la Virgen de las Navas'.
Comentarios
Me figuro que sabras que este Monasterio, junto con San Juan del Duero y Numancia fueron los primeros monumentos que se declararon monumentos nacionales en España.
Saludos/Jose Maria