El enigmático dintel de Fuentegelmes
Sólo nos detuvimos un minuto, el tiempo necesario para obtener las fotografías que se muestran a continuación, sin disponer apenas de más tiempo, teniendo -como al parecer, teníamos- cierta prisapor llegar a Bordecorex. Alguien -de cuyo nombre ahora no quiero acordarme, pero al que aprecio sinceramente y al que considero todo un maestro en ésta y en muchas otras materias- detuvo por sorpresa el vehículo en una de las estrechas calles de lo que se podría considerar como el centro de Fuentegelmes, y echando mano de la cámara de fotos, señaló hacia el dintel de una casa de relativa antigüedad.
No hizo falta que mencionara el motivo de tan súbita, repentina parada, porque saltaba a la vista; ahora bien, supongo que, conociendo mi interés por esos, hasta cierto punto, enigmáticos y escurridizos monjes con espuelas que, según Bécquer, fueron los templarios, insinuó con cierta malicia, aunque en modo alguno malintencionada:
- Un Baphomet...
Suponer por suponer, lo único cierto es que en el dintel en cuestón, debajo de la niña bonita -entiéndase, ese caprichoso número quince que suele dejarnos casi siempre colgados en el Bingo- una extraña e interesante grafía, me hizo recordar, por anticipado y en base a una posible y seguramente errónea asociación de ideas, uno de los lugares a los que teníamos previsto acudir al día siguiente y por el que, dicho sea de paso, he sentido siempre una especial fascinación: Tiermes.
La grafía, para más señas, y hablo en presente mientras dure, muestra a dos serpientes que se sitúan en actitud amenazadora, a ambos lados de una cabeza. Por encma de cada serpiente, se aprecia una de las denominadas flores de la vida, símbolo, por otra parte, que cuenta con una más que notable presencia a todo lo largo y ancho de la provincia.
Dejando a un lado una improbable relación con los milites templi, se me ocurre pensar, quizás, en un posile origen que habría que buscar en el yacimiento arqueológico de Tiermes, así como una probable referencia al mito de Elpha, la terrible mujer-serpiente con la que se enfrentó Álamos-Hércules, y que también se menciona en un auténtico clásico de nuestra Literatura: el Cantar de Mío Cid.
Sea como sea, he aquí un curioso y a la vez fascinante enigma, del que no dudo que se podrá hablar más en el futuro. Por lo pronto, una promesa: volver a Fuentegelmes, sacar un reportaje de pueblo e indagar.
Comentarios
Un abrazo
Que digo yo, si alguien se ha fijado en que la cabecita reposa sobre algo que ¿puede ser una concha de peregrino...?
Y no deja de ser curioso, que al cabo de los siglos, ya en el XVIII, se sigan usando la "rosetas célticas" como símbolos protectores de la casa: "espantabrujas", "aleja-tormentas", "auyenta-centellas"...
Y es que los viejos dioses, como los viejos "rokeros", nunca mueren del todo.
Salud y fraternidad.
Un saludo.