Una pasión por la Pasión


Lo reconozco como una debilidad, pero cuando cualquier asunto requiere una visita al Museo Numantino, no puedo por menos que acercarme a esa sala de la planta baja, atestada de elementos romanos, visigodos y cristianos y detenerme unos minutos, soslayando con íntimo reconocimiento, esa maravillosa recreación de un Calvario, que contiene, según mi modo de ver, por supuesto, todos los ingredientes necesarios para considerarlo, cuando menos, un auténtico thriller histórico. Se trata de una fenomenal tabla anónima, aunque no obstante calificada por los expertos como perteneciente a esa floreciente Escuela Castellana, que allá por los siglos XV y XVI, sembró de rotundas maravillas, numerosas iglesias, catedrales y palacios de ricos hacendados, muchos de los cuales se vinieron a menos llevados por las riadas incontenibles de una Historia en expansión. La Tabla, además -y lo digo en alto con la nostalgia de muy gratos recuerdos y agradecido a unas personas que, aunque no las nombre, si algún día leen esto, sabrán perfectamente que me refiero a ellas-, procede de un pueblo cercano, Peroniel del Campo, que si bien es cierto que ha conocido épocas mejores, no es menos cierto que, a pesar de todo, todavía guarda numerosos enigmas, así como unos pendones y una entrañable tradición, que se remonta a la Edad Media y se realiza en el sagrado entorno de un auténtico santuario, como es el de la Virgen de la Llana.
La Tabla, de respetables proporciones y realizada en tres partes, cuyas junturas resultan evidentes y quizás le reste un poco de encanto, se localiza al lado de un fragmento del artesonado original y románico que, mostrando a una sanguinaria bestia apocalíptica semejante a las contenidas en cualquier Beato -y aquí me otorgo a mí mismo el derecho de la libre interpretación-, perteneció en tiempos a otro lugar, algo más alejado de la capital que Peroniel, pero que sin embargo, conserva una de las más enigmáticas construcciones románicas de la provincia, incluidas unas curiosas marcas de cantero que, comparativamente hablando, se localizan en numerosos lugares del noroeste de la Península, siendo uno de ellos, el monasterio zamorano de Santa María de Moreruela. Arpías aparte, el lugar no es otro que la iglesia de San Miguel Arcángel, en Caltójar. Y este resto, prácticamente, es lo único que se conserva de una obra de Arte, que si hubiera sobrevivido entera a los avatares del tiempo y la más que probable estupidez humana, hubiera constituido una joya de excepcional valor. Aunque claro, quizás hubiera terminado, como tantas otras, en un museo de Nueva York.
Lejos de tan ingrato destino, en el Calvario, y a juzgar por los personajes que acompañan a un Cristo que muestra ya en su rostro la paz de la expiación, me siento incapaz, quizás dejándome llevar por ese afán incontenible de verdad que acompaña siempre a toda búsqueda, de no pensar en los viejos mitos, en las viejas historias que incitan a la especulación, observándote con la mirada fría de las cosas aparentemente inanimadas, pero cuya alma se presiente, en este caso escondida en lo más profundo de la materia que la contiene. La Madre, con la cabeza gacha, los ojos cerrados y las manos apretadas, conteniendo la rabia, así como un grito de dolor, lacerante como un latigazo en el alma, y los colores de pureza en el hábito. La apócrifa heroína gnóstica, quizás aquella temprana mujer que soportó los primeros rigores de un machismo que la hizo acreedora, simplemente por amar y ser correspondida, al desprecio y a la infamia, arrodillada con humildad a los pies del crucificado, preparados los lienzos para la honra y unción del sagrado cuerpo. En contra de otras representaciones y tradiciones, lleva su cabello recogido, pero en los colores de su vestido, quizás el artista jugó también con la alquimia del simbolismo, pensando en el rojo del pecado, el verde de la esperanza y la pasión, y el azul del cielo y el perdón. Por otra parte, quién sabe lo que pasó por la mente de éste cuando imaginó, al otro lado de la cruz, a un Evangelista de gesto indefinible y aspavientos comparables, quizás, con la mística incomprensible de los locos sagrados de las historias del Grial.
Quién sabe, si en el fondo, el anónimo artista no habló, a través de los colores de sus pinceles, más de lo que en principio aparenta la representación. Pero de lo que no cabe duda, es de que muchas veces, a través del Arte, se hace buena la aquélla frase de Hamlet, dicha a modo de buen cubero, de que hay más cosas en el cielo y en la tierra, de las que nos podemos imaginar.
En mi caso, una pasión por la Pasión.


Comentarios

La Madriguera ha dicho que…
Magnífica la tabla y el recorrido emocional que nos propones, y también el fragmento de artesonado de Caltojar, donde seguramente estaría mejor contextualizado que en este frio lugar, que esperamos que algún día sea rellamado como manda el sentido común, Museo Arqueológico de Soria.
juancar347 ha dicho que…
Hola, Tana. Me alegro que te guste. Estoy de acuerdo: los objetos deberían ser expuestos en el lugar del que proceden, aunque en este caso, resulta una verdadera pena que un artesonado tan maravilloso y poco menos que único en su género, se encuentre tan deteriorado y fragmentado. En cuanto a lo que propones sobre cuál habría de ser la mejor denominación para el Museo, estoy totalmente de acuerdo. Un abrazo y gracias por tu comentario.
Baruk ha dicho que…
Hola Juancar

Me ha encantado tu sutil y cariñosa descripción de la apócrifa, lo has hecho con mucho "arte".

En cuento al esto de la visita virtual al Museo, me alegra haberte acompañado!

El osito románico ...me lo pasas, please?

Besines
juancar347 ha dicho que…
Hola, Barukina. Me alegro que te haya gustado esta pequeña visita virtual al Museo de Soria (ya ves, Tana, que casi suena mejor como tú dices) y mi pequeño homenaje a una persona apócrifa por la que se podrían llenar (como ya se ha hecho y cada día más) docenas de páginas interesantes. El osito románico es toda una chulada, lástima, sin embargo, que esté tan solo. En fin, que te lo mando y espero que lo trates con cariño. Un abrazo
El Deme ha dicho que…
Has entrada en el alma del cuadro y lo has compartido, así que mil gracias por este recorrido por el Museo Numantino y su inminente Paseo del Espolón peatonal.
juancar347 ha dicho que…
En realidad, Deme, el alma de ese cuadro da para mucho más, pero la prudencia me dice que con lo expuesto es suficiente. Los museos guardan muchos objetos interesantes, pero es una lástima que no siempre se sepan apreciar en todo su valor. Un abrazo
Alkaest ha dicho que…
Ese presunto "oso" es una pequeña joya digna de figurar en los manuales. Un caramelo, para endulzaros el amargor que deja el soñar con el resto de las imágenes perdidas que lo acompañaban.
Sobre tus "pasiones" particulares no digo nada, sino que las disfrutes con salud y yo que lo vea...

Salud y fraternidad.
juancar347 ha dicho que…
Es cierto, nos deja con la miel en los labios y el lacerable pensamiento de intentar imaginar lo magnífico que sería el resto de imágenes que lo acompañaban y qué mensajes y referencias no contendría. Resulta lastimoso pensar, cuando uno se encuentra ante piezas artísticas tan maravillosas, la manera en que hemos destruido y dejado que nos roben una buena parte de un patrimonio histórico, artístico y cultural de primera magnitud. Pero como siempre, solemos darnos cuenta de lo que realmente hemos perdido, cuando ya es demasiado tarde. Un abrazo
lial ha dicho que…
Gracias, por seguir recordando nuestra historia....
juancar347 ha dicho que…
Gracias a ti, Lial. Para mí resulta siempre un muy grato placer

Entradas populares de este blog

La vieja gloria de Arcos de Jalón

Vidas Mágicas e Inquisición (1): el Marqués de Camarasa

Gente de la provincia: un tesoro humano que descubrir