Fuentelárbol


Dejamos atrás Torreandaluz y la mediática portada de su parroquial dedicada a la figura de Santo Domingo de Silos, y en apenas una breve andadura de cinco kilómetros, seis a lo sumo, llegamos a Fuentelárbol, población que, en opinión de este viajero, conserva en su nomenclatura unas raíces celtíberas que determinan el lugar y, en muchas ocasiones, señalan, así mismo, con la presencia de una iglesia, la posterior cristianización. Un ejemplo de ello, podría encontrarse en otro pueblecito soriano, distante tres kilómetros de Almazán, de nombre Fuentelcarro, cuya parroquial tiene la fuente o pozo adosada a su pared oeste, como interesante podría resultar señalar, además, la existencia de un ancestral pozo en uno de los laterales de la iglesia de San Juan de Rabanera, en Soria capital, templo en el que, como se sabe, se reutilizaron numerosos elementos de la cercana y arruinada iglesia de San Nicolás, en uno de cuyos lienzos todavía se pueden apreciar unas bellas pinturas románicas que representan el asesinato de Tomas Beckett, famoso arzobispo de Canterbury. Discutible o no esta cuestión, y continuando con la visita a Fuentelárbol, lo cierto es que la carretera general atraviesa el pueblo, dividiéndolo por la mitad, quedando la parroquial situada a pie de carretera, en su lado izquierdo si, como en el presente caso, se viene de Torreandaluz.
A diferencia de la iglesia de Santo Domingo de Silos, ésta parroquial de Fuentelárbol conserva buena parte de su planta románica original. Eso no significa, no obstante, que sucesivas obras y reformas hayan dado al traste con importantes elementos. Uno de tales elementos, bastante evidente cuando uno se encuentra frente a su portada sur, es precisamente la pequeña galería porticada que a buen seguro debió de tener en sus orígenes, sustituida por otra galería que, en base a la utilización del ladrillo en su confección, le confiere un curioso carácter híbrido -comparativamente hablando-, entre románico y mudéjar que recuerda, en parte, un estilo que se utilizó en numerosas regiones, siendo no sólo la influencia árabe de los territorios que iban siendo reconquistados, sino también motivos eminentemente económicos, los que primaban para su utilización.



Conserva, no obstante también en no muy buen estado en lo referido a los motivos historiados de sus capiteles, una portada original que, si bien no alcanza las dimensiones de la que tuvimos ocasión de ver en la parroquial de Torreandaluz, también destaca por su tamaño, denotando ese detalle, la posible influencia de canteros de origen burgalés, e incluso, si me apuran, quizás palentinos, arrastrados por las sucesivas repoblaciones cuando fueron retrocediendo las denominadas fronteras del Duero frente al empuje de los reinos cristianos en expansión. Coincidente, así mismo, con la temática desplegada por los canteros que labraron los capiteles de la iglesia de Santo Domingo de Silos, no sólo los motivos foliáceos, sino también la presencia de las terribles arpías –motivos, desde luego, bien comunes a este tipo de arte y que, como ya tuvimos ocasión de reseñar, el gran poeta Dante Alighieri situaba en el Séptimo Círculo de su Divina Comedia como bestias torturadoras del tronco de árbol en el que se convertían los suicidas-, se reparten protagonismo a uno y otro lado de esa imaginaria porta coeli –en su sentido literal-, conformada por el arco de la portada. De la galería, parten unos escalones de piedra, posiblemente originales también, que facilitan o facilitaban el acceso a la sólida torre del campanario.
Todavía conserva, en su ábside o cabecera, algunos canecillos historiados, donde también se constata la presencia de arpías, aunque con la salvedad –se me ocurre pensar al respecto, que quizás no haya otro misterio que el haber sido realizadas por manos diferentes-, de que si las que están presentes en el capitel del pórtico se caracterizan por tener la cabeza de animal –lobo, probablemente-, las del ábside conservan esa naturaleza humana, tan afín al pecado o a la lujuria que generalmente representan. Completan las imágenes representativas de los canecillos originales sobrevivientes, aquellas que muestran dos rostros humanos; otro, irreconocible por estar machacado y un atípico canecillo que muestra un motivo ajedrezado, del tipo denominado generalmente como jaqués, que también se utiliza como símbolo en algunos escudos nobiliarios.
En el lateral norte, actualmente cegada, se evidencia la existencia de una puerta más pequeña. Como colofón a la presente entrada, añadir que algunas casas cercanas, todavía conservan los arcos góticos de sus antiguos portalones.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Ese arbolito que se ve en el minuto 2.17 era un gigantesco olmo que se puso enfermo de ver como la gente abandonaba el pueblo y acabó muriendo, aunque dicen que fue por la grafiosis
Saludos
Lima
juancar347 ha dicho que…
Hola, Lima
Como siempre he dicho, lástima de pueblos de los de toda la vida, como se dice, que poco a poco caminan hacia el estado de defunción. Puede que no te falte razón y la tristeza fuera un mal añadido a la grafiosis. Y es una pena, porque el árbol, como símbolo, es similar a las piedras fundacionales. Un abrazo

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