Castillo medieval de Berlanga de Duero



Allí, orgulloso sobre la colina, solitario e inconmensurable en la solidez de sus piedras, el castillo de Berlanga de Duero duerme su sueño de siglos con la vista siempre fija sobre el pueblo, conocedor de que las murallas -sus eternas, imaginarias cuarteleras- velan en silencio un descanso que a veces se torna olvido y otras, simple y llanamente, admiración de todo aquél que, haciendo un alto en su camino, se permita el lujo de contemplarlo durante unos minutos.
La torre de una de sus caras -precisamente aquella que más cerca del centro del pueblo se encuentra- custodia, con celo mal disimulado, el Rollo gótico o Picota que, construído a finales del siglo XV, indica que la villa tenía su propia jurisdicción, y servía, también, como lugar donde se aplicaba el castigo a los reos.
Algunos metros más allá de la Picota, y haciendo un completo honor a su nombre, se halla la ermita gótica de Nuestra Señora de la Soledad, que sustituye -probablemente- según reza un cartel, a una de las múltiples parroquias de origen románico que tenía la villa y que fueron derruidas al edificar la Colegiata. Su único adorno en el exterior es el escudo -de colores amortiguados por el devenir del viento y la lluvia- de los Tovar, señores de Berlanga, sirviendo su interior -de origen renacentista, al parecer, pues cuando estuve, estaba cerrada a cal y canto- como lugar de depósito de los pasos de Semana Santa.
De las inmediaciones, poco después de dejar atrás el Cuartel de la Guardia Civil, parte el camino que lleva a las ruinas romanas de Tiermes o Termes. Pero las peripecias de esa aventura, forman parte de otra historia, de la que hablaré más adelante.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me gusta tu blog y sobre todo la alta frecuencia de publicacion. Te felicito.

Saludos.

P.D.: para cualquier cosa que necesites me pongo a tu disposicion.

Diario de un burgense

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