Ciudad y Villa de Ágreda




Puntal en la Reconquista, tierra de templarios -como demuestran las numerosas referencias, incluido el Cristo así llamado que se exhibe en la iglesia-santuario de Nª Sª de los Milagros-; de vírgenes negras -como la virgen titular de la citada iglesia-; de místicas sublimes -como Sor Mª Jesús de Ágreda- y de misterios -algunos de ellos susurrados por el viento del Moncayo, cuya cercanía comparte con la no menos hermosa población aragonesa de Tarazona- la villa de Ágreda es, sin duda, depositaria de los suficientes alicientes como para hacer que una visita, aunque breve, merezca siempre la pena.
Fue éste, precisamente, el mítico Moncayo, quien nos hizo una demostración de su peculiar idiosincracia, al poco tiempo de llegar, mostrándose enfurruñado y lanzándonos a la cara su gélido aliento en forma de cierzo, o lo que es lo mismo, enviándonos un viento que podía considerarse -a falta de un calificativo mejor- como de endemoniado.
Repoblada por el rey Alfonso el Batallador en el año 1118 -curiosamente, la fecha coincide con la creación de la Orden del Temple- con gente montaraz de ascendencia soriana, proveniente de la zona de Yanguas, San Pedro Manrique y Magaña, Ágreda fue escenario de numerosas bodas reales, entre las que destaca la de Jaime I el Conquistador y Leonor de Castilla, acaecida en el año 1221.
Lugar de encuentro de tres importantes culturas -árabe, judía y cristiana- en sus lindes se jugó, con bastante frecuencia, la suerte de la paz en el territorio peninsular. No es de extrañar, por tanto, que su situación estratégica y fronteriza, fuera deseada tanto por castellanos, como por navarros, como por aragoneses. Tampoco, que todos los monarcas castellanos de la Edad Media, concedieran a la villa de Ágreda numerosos privilegios con el fin de asegurarse su lealtad, en contra de los otros.
Por supuesto, también es mundialmente conocida por ser el lugar de nacimiento y muerte de una de las místicas más importantes del siglo XVII español: Sor Mª Jesús de Ágreda.
De constitución menuda -a juzgar por el ataúd que contiene sus restos incorruptos- y propensa a la enfermedad -a juzgar por sus biógrafos- fue, sin embargo, consejera de príncipes y reyes, entre los que cabe resaltar la intensa correspondencia que mantuvo con el rey Felipe IV. La vida de la Madre Ágreda -como también se la denomina- se desarrolló siempre por unos derroteros tan extraordinarios, que aún hoy en día causan perplejidad y admiración, encontrándose, digamos, dentro de los límites de lo más incomprensible e irracional.
Otros lugares de interés y de obligado recorrido de esta interesante villa soriana, son la iglesia-santuario de Nª Sª de los Milagros; la iglesia románica de Nª Sª de la Peña -actualmente convertida en museo- y la iglesia gótica de San Miguel.

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