La Magia de San Saturio
El sol apenas comienza a bostezas sobre la línea del horizonte, cuando atravieso la Puerta de San Polo -antiguo monasterio perteneciente a la Orden del Temple y en la actualidad propiedad privada- encaminándome, sin prisa, hacia un lugar herido por la flecha de la Magia y de la Tradición. Una ermita de planta octogonal, características 'churriguerescas' -por citar las palabras de Gustavo Adolfo Bécquer- que, colgada en la roca como el nido de un águila, atrae irremisiblemente la devoción de propios y extraños. Me refiero, como es obvio, a la ermita de San Saturio, Patrón de Soria.
A mi derecha, las aguas del Duero -río emblemático donde los haya- reverberan en el ambiente, llevando a los oídos sonidos de cristal y campanillas, que se adelantan en la madrugada a la llamada de las campanas de la cercana concatedral de San Pedro.
Por el contrario, a mi izquierda, el monte de Santa Ana -que se prolonga en ambos sentidos, hasta unirse con el famoso monte de las Ánimas, custodio inalterable del monasterio de San Juan- recibe los primeros abrazos del sol, cuyos rayos se filtran, cuál chorros de brillantina, a través de las ramas de los árboles.
No puedo olvidar, en modo alguno, que ese camino que en estos momentos recorro con una entrañable emoción, fue musa, en tiempos, de cronistas y poetas que un día -posiblemente tal que hoy- quedaron definitivamente prendados de su embrujo.
Tal es el caso de Gaya Nuño; de Antonio Machado; de Gerardo Diego o de Gustavo Adolfo Bécquer, de cuya inspiración da testimonio una parte considerable de la mejor Literatura española de todos los tiempos.
Hasta tal punto es hechizante este entorno, que incluso mientras se acorta la distancia hasta las postrimerías del santuario, pienso que incluso el más grande dramaturgo de todos los tiempos -William Shakespeare- pensó en un lugar parecido para situar a personajes tan entrañables como Titania y Oberón, en ese 'sueño de una noche de verano', repleto de matices mágicos y esotéricos.
{En construcción}
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