Ucero: ruinas de la ermita de Villavieja

Siguiendo el camino del cementerio, y situada en un descampado a pocos metros de éste, unas ruinas languidecen en soledad, mortalmente heridas por el tiempo y el olvido de los hombres. Se trata de la antigua ermita de Villavieja. Desde allí, y como puntos de referencia -entre los que no hay que descartar una hermosa panorámica del pueblo de Ucero- gravitan, cuál si fueran faros, la torre campanario de la iglesia de San Juan Bautista y la torre del homenaje del castillo, de cuya historia templaria nadie en el pueblo duda.
En el interior de su planta, sin techo que la proteja, una auténtica colonia de hierbajos se tuesta al sol al mediodía, mientras de noche contempla las estrellas, posiblemente rindiéndose ante la belleza de la Osa Mayor o el Carro, que tan bien se divisa desde la cercana ermita de San Bartolomé, que tanto interés despierta y a tantos estudiosos, peregrinos y curiosos atrae.
Según uno se acerca al lugar, observa que la madera del artesonado que conformaba el tejado al que nos referíamos en el párrafo anterior, se encuentra amontonado a escasa distancia de la pared este, y seguramente entre sus podridos entresijos, alimañas y serpientes se disputen el derecho a su posesión.
Llama la atención, sin embargo, pues no deja de ser paradójico, que en la puerta de madera de la entrada, una cadena oxidada y un cerrojo, impidan el paso, cuando ya no hay nada que a simple vista merezca la pena en su interior y lo único que se puede conseguir es, quizás, volver a casa con un desgarrón en los pantalones.
No obstante, a pesar de su rústica tosquedad, aún conserva algún que otro elemento, que induce a pensar que, después de todo, cierto misterio aún permanece allí, como esos antiquísimos y añejos fantasmas que, según se dice, dan un cierto puntillo de glamour a los antiguos castillos y mansiones de la pérfida Albión.
Resulta lícito, por tanto, suponer que parte de este misterio proceda del cercano castillo, ya que, en boca de alguno de los habitantes del pueblo, se utilizaron muchas de sus casi milenarias piedras en beneficio propio. De ahí, que no resulte necesariamente extraño, suponer que esa especie de metopa de forma circular que adorna una de las esquinas superiores de la ermita y muestra en su fondo, la mitad de una cruz de seis brazos (similar en estructura a la famosa cruz de ocho beatitudes), y que no parece encajar en el lugar, proceda, sin embargo, del expoliado castillo.
No obstante, también se puede afirmar que ni incluso el tiempo, con su infinito poder, puede hacer que todo se pierda, lo cuál no deja de ser una ventaja para el investigador y sobre todo, un alivio para el amante del Arte en general. Tal vez por eso, todo aquél que tiene la oportunidad de entrar en el interior de la iglesia de San Juan Bautista, se rinda ante el encanto de la Señora que un día presidió la liturgia y el culto en la antigua ermita.
Como suele ocurrir con la práctica mayoría de vírgenes románico-góticas de la provincia -resulta ésta una constante, a la que estoy de sobra acostumbrado, y posiblemente constituya un acicate añadido a la hora de intentar resolver enigmas y misterios- no tiene nombre. Por eso, los vecinos de Ucero se refieren a ella como 'la Virgen de Villavieja'. Y como tal, cumple con los requisitos de este tipo tan singular de imágenes, heredadas de un tiempo perdido, pero sublimemente veneradas. La 'Virgen de Villavieja' es, por tanto, otro misterio en sí misma: de madera policromada; unos 70 centímetros de alto; con una bola en su mano derecha; mater amantisima, que mantiene al Niño sobre su rodilla izquierda; coronada como una Reina y de mirada penetrante, capaz de profundizar incluso en el alma y los pensamientos de quien la contempla, sensación que, curiosamente, no dejo de experimentar cada vez que tengo ocasión de encontrarme con alguna de éstas imágenes.
Pero ésta hermosa Virgen, es sólo uno de los numerosos enigmas que se esconden en el interior de un templo, pequeño a simple vista, pero inconmensurablemente rico en testimonios del pasado, como se irá exponiendo en sucesivas entradas.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Enorme, Juancar

Ni siquiera sabia de la existencia de dicha ermita. Con la de veces que he estado y pasado por Ucero...

Mira que te gusta la provincia de Soria, eh? Y en especial Ucero y el cañon del rio Lobos.

Un saludo desde Diario de un burgense.
juancar347 ha dicho que…
Gracias, amigo. La provincia me encanta y la zona, lo reconozco, me tiene hechizado. Yo tampoco conocía su existencia, hasta que -allá por el mes de mayo- estuve un buen rato charlando con el guarda del Parque.Gracias a él, descubrí algunas cosas interesantes, que iré desvelando poco a poco. Un abrazo
Anónimo ha dicho que…
A mi me ocurre lo mismo que a mi paisano, ni siquiera sabia que habia una ermita en ruinas en Ucero.
Juan carlo desde que he descubierto tu blog, me encanta y ademas descubro cosas que ni sabia.
Un abrazo/Jose Maria
juancar347 ha dicho que…
Gracias, José María. Uno de los atractivos de la provincia, está en sus gentes y sentarse tranquilamente a charlar con ellas cuando el tiempo no agobia. Es una 'sabiduría popular' que no deja de sorprender. Un saludo

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