Anoche soñe que volvía a los Arcos de San Juan
Anoche soñé que volvía a los Arcos de San Juan. Recuerdo que en mi sueño, creí escuchar una sinfonía fantástica compuesta de latiguillos, campanillas y cascabeles cuando pisé la grabilla al comienzo de la senda arbolada que conduce al arcano recinto hospitalario. Era el viento, que al colarse entre las ramas de los árboles, hacía que las hojas cantaran como frágiles divas. Me resultó extraño no ver gatos junto a la verja de entrada. Tampoco se veía ninguno solazándose marrullero contra el lomo malherido de un chopo centenario, del que siempre he creído que albergaba duendes junto a su colapsado corazón. Más tarde averigüé el por qué de ésta inusitada deserción felina: estaban todos en un rincón del claustro, dormitando plácidamente al sol. No obstante, creí percibir que algo había cambiado en su estricta, desapegada educación. Si por regla general, siempre eludían cualquier contacto humano que no fuera con el guarda del recinto, aquél que precisamente los mimaba y les echaba de comer, ahora simplemente se limitaban a ignorar a todos aquellos que, caminando como autómatas entre los mágicos arcos del claustro, pasaban por su lado, bloqueando con su sombra los benéficos rayos del sol. Alguno, incluso, se dejaba acariciar el lomo blanquinegro, aunque supuse que sería porque estaba profundamente dormido, entregado a sueños con sabor a ratón y eróticas galanterías a la luz de la luna.
Frente a mi, al otro extremo de la carretera que se dirige a Almajano, y más allá, hacia las misteriosas merindades de Narros, Suellacabras y El Espino -pueblo envías de extinción y receloso de los forasteros-, la visión del Monte de las Ánimas, me sobrecogió. No lo puedo evitar: los lugares asociados a historias sobrenaturales me atraen, a la vez que me estremecen. Como admirador de Gustavo Adolfo Bécquer, he de reconocerlo: siempre que acudo al monasterio de San Juan de Duero -sea en persona o a través del cuerno de marfil de los sueños- no puedo evitar mirar hacia el muñón maldito del Monte de las Ánimas y pensar en las almas condenadas de aquéllos belicosos frailes con espuelas, tal y como Bécquer denominaba a los templarios.
Apenas el otoño había hecho acto de presencia, y la festividad de Todos los Santos estaba a la vuelta de la esquina:
'¡Soria fría! La campana
de la Audiencia da la una.
Soria, ciudad castellana,
¡tan bella! bajo la luna...
Recordando esos versos de Machado, no pude por menos que preguntarme cómo estaría la luna en esa noche tenebrosa, llena de presagios, rogativas y lamentos. 'La campana de la Audiencia da la una'... ¡Crack!, me sobresalté, cuando, inesperadamente, una ramilla seca crujió bajo mis pies. Sin darme cuenta, estaba vagando por la hierba agonizante del edículo central del claustro. Una lápida anónima, cuya cabecera posiblemente estuviera orientada hacia el este en su día, mirando hacia Jerusalén, aparte de sobresaltarme, me recordó que incluso el frío aliento de la muerte era lo suficientemente poderoso como para colarse e instalarse en un lugar sagrado.
Frente a la sepultura, y en la columna de uno de los capiteles, un cantero anónimo y piadoso había dibujado una rosa con su cincel. Una rosa de piedra, una rosa eterna: el único tributo floral dedicado para siempre al recuerdo de unos monjes-guerreros olvidados hacía centurias.
Luego eché un vistazo a los motivos de los capiteles situados del lado de la iglesia. Entre la inconmensurable botica medieval que la mayoría de ellos lucía como motivo, varias arpías clavaban su gélida mirada, en algún caso desfigurada, sobre mí, mientras que otras bestias de lomos enfermos, leprosos de tiempo, intemperie y descuido, intentaban alzar un vuelo imposible, ofreciendo a la imaginación un mensaje indeterminado y surrealista. Goya hablaba de los monstruos de la Razón; por aquél entonces, y motivado por las circunstancias, yo sólo pensaba en los monstruos del Románico: ¿están ahí para asustarnos, o para decirnos lo que podemos llegar a ser?.
Perfección, peso, medida...palabras que, procedentes de un documental que se proyectaba en el interior de la iglesia, me hicieron recordar aquella famosa frase de Salvador Dalí: 'Pintores, no temáis la perfección, no la lograréis nunca'. Contemplando la perfecta belleza de los Arcos, me pregunté qué hubiera pensado Dalí de aquéllos maestros canteros de origen mudéjar, que cuando terminaron una obra perfecta, poco podían imaginarse que la ignorancia la convirtiera en redil de ganado primero, y espejismo de turistas después.
Desperté cuando ya los rayos del sol entraban generosos por mi ventana, segundos o una eternidad antes de que, declinando, estos mismos rayos dotaran de silencio y tintura africana a unos arcos que, en paz de turistas, se preparaban para recibir, a la luz de la luna, los susurros familiares de sus fantasmales inquilinos. Ahora bien, ¿fue un sueño, o como diría Carlos Castaneda, fui víctima consciente de una mágica ensoñación?.
Comentarios
Si parece el inicio de un libro historiado de misterio..., ya veo que esa libretita a la que todo el mundo quiere echarle el guante sigue ganando puntos!!
Por cierto, ya que la entrada trata de un sueño, dime que prefieres, soñar despierto o despertar dormido?
Besos mil
***
Si el sueño fuera (como dicen) una
tregua, un puro reposo de la mente,
¿por qué, si te despiertan bruscamente,
sientes que te han robado una fortuna?
¿Por qué es tan triste madrugar? La hora
nos despoja de un don inconcebible,
tan íntimo que sólo es traducible
en un sopor que la vigilia dora
de sueños, que bien pueden ser reflejos
truncos de los tesoros de la sombra,
de un orbe intemporal que no se nombra
y que el día deforma en sus espejos.
¿Quién serás esta noche en el oscuro
sueño, del otro lado de su muro?
Buenas noches.
¿Dónde estarán?, pregunta la elegía
de quienes ya no son, como si hubiera
una región en que el Ayer pudiera
ser el Hoy, el Aún y el Todavía.
De lo único que estoy seguro, es de que la pluma y la imaginación se agilizan en determinados lugares. Como le digo a Kalma, San Juan de Duero es un lugar especial, un lugar donde relajarse, soñar y dejarse llevar por un cúmulo de sensaciones. En definitiva, uno de esos lugares a los que nunca me canso de volver. Un abrazo
Un abrazo
Evocadora elucubración, pero más cercana de las realidades soñadas, que de los sueños reales.
Esa zona de Soria, entre San Juan del Duero y San Saturio, es pródiga en manifestaciones cercanas al lado oscuro de la mente humana.
Dos experiencia "extrañas", "curiosas" o "poco-normales" (no me atrevo a decir para-normales, que suena despectivo), hemos vivido allí Polvorilla y mi menda. Una a plena luz del día y otra por la noche -no voy a narrarlas, que no es este lugar para ello-, que nos dieron la medida "mágica" del sitio.
Allí alienta el espíritu, o los "espíritus", o la Madre Tierra. Allí hay energía.
Las leyendas que Becquer recogió son, como dice la etimología, "legendas": lo que debe ser leído...
Salud y fraternidad.