Nuevos Trucos de la Luz


Recuerdo que allá, por los años ochenta, con la música pop-rock en plena evolución, algunos cantantes introducían en sus álbumes, canciones con ciertas referencias, digamos, a la 'magia de la luz'. Así, tenemos, por ejemplo, a Belinda Carlyle -a finales de diciembre de 1987, recuerdo que escuchaba las canciones de su último álbum, felizmente asentado en las antípodas donde se encuentra esa espléndida ciudad que es Sidney- con su éxito 'Leave a light on for me' (Deja una luz encendida para mí), o a ese Mozart moderno, como algunos consideran a Mike Oldfield, dando a conocer al público títulos como 'Tricks of the light' (Trucos de la Luz) o 'Pictures in the Dark' (Imágenes en la oscuridad).
Mis primeras experiencias con lo que a partir de ahora denominaré como 'la Magia de la Luz', se remontan al pasado mes de mayo, siendo el primer escenario -como puse de manifiesto en mi anterior entrada- la siempre entrañable, simbólica y enigmática ermita de San Bartolomé. Como también afirmé, a esa primera grabación que ponía de manifiesto un singular desdoblamiento óptico de la pentalfa situada en la parte delantera del transepto de la ermita, siguieron otras. Siempre dentro del mismo ámbito -la pentalfa situada sobre la capilla del Santo Cristo de la Agonía- y siguiendo los mismos patrones y pautas de comportamiento, que la hacían un objeto dócil, fácilmente dirigido con el movimiento de la pantalla de la video-cámara.
Ayer sábado, sin embargo, y en el transcurso de mis aventuras por la provincia, el escenario, contra todo pronóstico, cambió. Y lo más curioso: las condiciones ambientales -este puede ser un dato importante-, también.
Alrededor de las tres de la tarde, la lluvia frustró mis deseos de iniciar una primera excursión por un pinturesco pueblo de la singular orografía del valle del Jalón: Somaén. Es cierto, que también estaba haciendo algo de tiempo para acercarme hasta Medinaceli y disfrutar con la visión de los extraordinarios mosaicos romanos que, aunque parezca mentira, dadas las veces que he estado, todavía -estúpido de mi- no conocía, y es algo digno de ver, que encarecidamente recomiendo a todo el mundo.
Con la Nacional II anegada por el agua, y extremando al máximo las precauciones al volante -en algunos tramos, las balsas de agua producían ese peligroso y a veces mortal efecto que conocemos como agua-planning- recorté la distancia -unos diez ó doce kilómetros, aproximadamente- que me separaban de la Ciudad del Cielo. Cuando llegué, ésta, sin embargo, se me antojó lo más parecido posible a ese Londres fantasmal que en el siglo XIX vivió las terribles secuelas de un mortífero asesino: Jack, el Destripador. En efecto, una densa niebla se abatía por el casco antiguo de la ciudad.
Lejos de sentir miedo, aprehensión o malestar, admito que fue toda una experiencia pasear, aún con la lluvia cayendo con fuerza, por sus estrechas, medievales callejuelas, intentando imaginar cómo sería la vida en ellas hace siete u ocho siglos. O quizás en la época romana, parte de cuya historia me disponía a contemplar en cuanto abrieran las puertas del Aula Arqueológica.
Fue después de visitar ésta, cuando decidí acercarme hasta la Colegiata. Y ya me iba, después de sacar algunas fotos de Jesús Nazareno, del Retablo Mayor, y por supuesto, de la imagen gótica de Santa María la Mayor, cuando al acercarme hasta una de las capillas laterales -de techo en lamentable estado y cerrada al público- decidí hacer la prueba con el ventanuco de forma octogonal, observando la claridad -curioso, pues como digo, en el exterior la niebla era espesa- que entraba a traves de su cristal.
- ¡Eureka!, -hubiera afirmado Newton, después del episodio de la famosa manzana. Yo, ajeno a su racionalismo científico, simplemente digo: ¡Bingo!.
Posiblemente, un profesional de la imagen y la fotografía, ofrezca una explicación perfectamente coherente y lógica acerca de las características y el por qué de éste fenómeno óptico. Pero eso no es argumento suficiente, en mi opinión, para que uno finja no ver la magia a través del objetivo de su cámara de fotos, o del pequeño monitor de su vídeo-cámara, y sienta deseos de compartirlo con los demás. Por eso, poniendo el vídeo como testigo, prefiero que sea cada uno quien opine y juzgue. Yo ni afirmo ni niego nada. A mi entender, la Magia existe, y puede ser tan espectacular o decepcionante; tan hermosa o tan horrible, como cada uno quiera entenderla.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
quien era al mansur el victorioso ¿de que pais vino a España?
juancar347 ha dicho que…
Amigo Anónimo, no sé si en realidad no lo sabes o es una pregunta retórica. Sea como sea, no se sabe ni la fecha ni el lugar de nacimiento de Almanzor, aunque sí que provenía de una pudiente familia árabe de origen yemení. Saludos

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