Enigmas de San Pedro Manrique: ermita de la Virgen de la Peña y Recinto del Fuego

Uno simplemente se estremece cuando cruza el umbral y plantado en la misma base del anfiteatro, observa las huellas que las hogueras de años anteriores han dejado sobre la tierra. Y piensa; frente así ve una película que su mente ha ido amoldando a lo largo de los años, cortando aquí y añadiendo allí como un director de cine, puliendo imágenes en las que se observa la determinación en los ojos de un pasador segundos antes de enfrentarse con unas brasas al rojo vivo, que desprenden un calor abrasador.
En realidad, aunque es la segunda vez que piso San Pedro Manrique, 'conozco' San Pedro Manrique desde hace mucho tiempo.
Resulta imposible no recordar esos artículos; esos documentales escritos y realizados por auténticas instituciones del Misterio, como fue, entre otros muchos, el fallecido doctor Fernando Jiménez del Oso.
Es cierto; siento otro leve estremecimiento cuando la imagen del pasador del fuego se aleja con la moza todavía sobre sus espaldas y aparece el rostro severo, incipientemente despoblado de cabello en la base del cráneo, con los ojos penetrantes bajo los que la lectura y la fatiga posiblemente han dado lugar a unas peremnes ojeras, que señalan el camino de una barba poblada, de la siempre pensé que le conferían un aspecto de sabio loco, que no despistado.
Creo oir, desde ese más allá que tan afanosamente presintió en vida, una voz grave, convenientemente modulada, que nunca dejó de preguntarse por qué extraños mecanismos los sampedreños se enfrentan al fuego, año tras año, durante la Noche de San Juan, sin sufrir un sólo rasguño.
'¿Milagro?', me pregunto a mí mismo -aunque quisiera, no podría preguntárselo a nadie más, pues no se ve un alma por los alrededores- mientras observo con atención la curiosa estructura poligonal de lo que un día fue un sencillo templo románico: la ermita de la Virgen de la Peña.
Aunque floridamente adaptada a los pormenores de la ortodoxia católica, en la leyenda subyacen ritos cuyo origen, muy posiblemente, se remonten a aquellos tiempos anteriores a los siglos I y II antes de Cristo, en los que la región estuvo habitada por pueblos de origen celtíbero -entre ellos los pelendones- que basaban en el fuego ritos de purificación y muerte.


Comentarios

KALMA ha dicho que…
Hola! Tu recorrido hace que me plantee futuras rutas, esos pueblos de Soria que no tengo el placer de conocer ¡Tendré que ir! La Ermita de la Virgen de la Peña, es preciosa.

A esta virgen la veneran en muchos sitios. No sé si conoces el Santuario de la Virgen de la Peña, en Huesca, en el Pirineo, no sé porque me da que te iba a gustar, cumple requisitos. Y “Los sonidos del silencio”: todo el mundo habla y nadie escucha. Saludos.
juancar347 ha dicho que…
Hola, Kalma. Sí, deberías seguir estas rutas. Seguro que no te decepcionan. No tengo el placer de conocer el santuario de la Virgen de la Peña de Huesca, aunque sí conozco, como sabes, el de Sepúlveda. Pero como buen caminante que me considero, todo se andará. Nunca hay un silencio absoluto, aunque nos lo parezca. Lo malo, es que no solemos prestar atención.
Ermengardo II ha dicho que…
Hola Juancar: todavía estoy deambulando por aqui y te sigo aunque con menos frecuencia, y me sigue asombrando tu capacidad de trabajo. Un abrazo
juancar347 ha dicho que…
En realidad, JK, creo que me faltan horas en el día para hacer todo lo que quisiera. Pero al menos el entusiasmo con que lo hago me mantiene cada día más activo. Me alegro de que estés todavía por aquí. Y aunque creo que no hace falta que te lo diga, cualquier cosa que necesites ya sabes donde estoy. Un abrazo, amigo

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