Enigmas de San Pedro Manrique: ruinas del convento templario de San Pedro el Viejo

Primera Parte

Son visibles en la distancia, tanto si se viene desde Magaña -siguiendo la Ruta de los Torreones-, como si se accede a San Pedro Manrique atravesando el Puerto de Oncala, en lo que bien podría denominarse como los orígenes de otra interesante ruta: la de las icnitas o -¿por qué no?- la 'ruta del jurásico soriano'. Llegar hasta ellas, sin embargo, no es tarea fácil como pudiera pensarse a priori. Pero para el investigador interesado en los misterios de la provincia, y sobre todo para el buscador de indicios templarios en el lugar, los desafíos físicos son apenas intranscendentes. Lo duro, en realidad, viene después, cuando intenta aportar una visión más o menos coherente de las experiencias recibidas a través de lo que sus ojos previamente le han mostrado. Aquí, y dos kilómetros más adelante, en San Pedro Manrique, no se da la fortuna que se puede encontrar en la iglesia de San Lorenzo, en Yanguas, donde se custodian, conservados en un arca de hierro, un buen número de documentos relativos a la historia de la villa. No, en la cima de la empinada colina donde todavía, y acaso milagrosamente sobreviven los restos desahuciados de este asentamiento templario cuyos orígenes se remontan al siglo XII, la soledad, el olvido y el fuerte viento son celosos guardianes del secreto.
A mitad de colina, aproximadamente, un cercado de alambre hace pensar al osado investigador, que en ese punto termina su aventura. Nada más lejos de la realidad, si previamente ha solicitado la ayuda e información de los vecinos y éstos le han dicho, tal cuál, que 'hay una valla, pero puedes retirarla'.
Liberado provisionalmente de este obstáculo, y llegado a lo alto de la colina, uno se enfrenta, cara a cara, con un entorno infinito formado por sierras, llanos y quebradas, que se extiende, cuál barricadas naturales, a su alrededor.
El viento interviene entonces, azotando con saña los malheridos muros que aún quedan en pie del medieval cenobio, y durante un momento, sin duda influenciado por la aparente soledad del lugar, su sonido conlleva la singular propiedad de metamorfosearse hasta convertirse en el golpe seco sobre la dura superficie del terreno de los cascos de los caballos de unos monjes-guerreros que -si hemos de hacer caso a la tradición- dominaban el contorno desde tan estratégica posición.
No hay ningún rastro visible; ninguna cruz paté grabada en la piedra de los muros que aún permanecen en pie -como en el caso de la iglesia de San Martín de Tours, en la cercana población de Magaña- que denote, al menos de una forma más evidente, su presencia en el lugar.
Posiblemente, la mejor pista se encontrase en las pinturas que antaño decoraban el ábside; pinturas, por otra parte, que se han perdido irremediablemente, aunque todavía, no sin cierto esfuerzo, aún pueden distinguirse, en trazos de color rojo, los contornos de dos caballeros enfrentados, así como otros trazos de índole geométrica indeterminada.
Llama la atención, y mucho, constatar allí, perfectamente delimitado, la presencia de un oscuro, interesante símbolo, cuyos orígenes se remontan al Neolítico: el Indalo.
Por supuesto, y aunque pintado con esmero, se trata de un añadido; como los numerosos graffitis que, lejos de representar las entrañables 'iniciales que son nombres' de la poesía machadiana referente a los álamos del paseo que conduce a la ermita de San Saturio, denotan actos de cruel salvajismo, ni siquiera superado por el mejor aliado del abandono y el olvido: el tiempo.
Tampoco se puede decir que el lugar esté irremediablemente abandonado, pues como ocurrió en su momento con el extraordinario recinto del Monasterio de San Juan de Duero -de tal guisa lo conoció Gustavo Adolfo Bécquer-, los numerosos excrementos que se advierten en el suelo del ábside de San Pedro el Viejo -algunos recientes- denotan que el lugar es utilizado, con cierta asiduidad, para refugio del ganado.
De haber tenido gárgolas de terrible, demoniaco aspecto, la torre hubiera recordado -admito que se trata tan sólo de una impresión comparativa que tuve- la del homenaje del castillo de Ucero, emplazado, como no podía ser menos, también en un lugar vital y evidentemente estratégico: la entrada al Cañón del Río Lobos y, por consiguiente, a la ermita de San Bartolomé.
Fuera de lo que es el recinto del templo, se observan los restos de otra estructura, que bien hubiera podido servir como refectorio y dormitorio a los freires allí destinados. Pero de lo que no cabe duda, es de que el más absoluto de los misterios se cierne, pues, sobre estas ruinas que, posiblemente, y hasta hace algunos años, tuvieran todavía numerosas cosas que contar.

Comentarios

Baruk ha dicho que…
Que guachi!, al hablar ayer de San Pedro el Viejo me había imaginado otro sitio!!, este lugar tan bonito ni sabía que existia.

Es precioso, tan majestuoso y solitario, hasta aparece un indalo como el que llevo colgado en el cuello! Ya se donde ire en mi próxima visita a Soria!!

PD.Has mejorado muchísimo los videos, se nota la práctica!!
juancar347 ha dicho que…
Hola, Baruk. En efecto, se trata de un lugar muy interesante. Lástima que se encuentre en este estado. Sin duda, su posición no es casual, sino deliberada: desde allí se controla todo el contorno de alrededor. No es fácil llegar, y además de la cuestecita, hay que sortear, también, una alambrada. Pero la aventura es la aventura. Gracias por el comentario sobre los vídeos, aunque, en realidad, el programa ya se me queda pequeño.
Baruk ha dicho que…
Tomo nota de los inconvenientes, aunque la alambrada es sólo un trozo de metal (como decía la canción) y la cuestecita no hay problem ...como yo no fumo :)
juancar347 ha dicho que…
Es cierto, la alambrada sólo es un trozo de metal, pero a veces hay que tomar precauciones antes de cruzarla. Suelen ser bastante tolerantes cuando se va de buena fe. Pero, por si acaso, siempre es conveniente preguntar...
Bernardo ha dicho que…
Pienso que es un lugar lleno de magia y misterio.Subo todos los veranos para contemplar estas maravillosas ruinas centenarias.Un saludo al autor del video y a los comentaristas.
juancar347 ha dicho que…
Sí lo que es, aunque es una verdadera lástima que la dejadez de los responsables del Patrimonio haya consentido en que se pierda uno de los lugares más interesantes de la provincia. Sobre todo, las maravillosas pinturas que en su día decoraban el interior de su ábside. Muchas gracias por tu amable comentario, Bernardo y saludos cordiales.

Entradas populares de este blog

La vieja gloria de Arcos de Jalón

Vidas Mágicas e Inquisición (1): el Marqués de Camarasa

Gente de la provincia: un tesoro humano que descubrir